Por: Ramón Torres
Muchos prefieren pasar por alto este tema, pero a la República cubana establecida a partir del 20 de mayo de 1902 hay que revisitarla. Algunos, con razones más que suficientes la satanizarán; otros, desde su perspectiva nostálgica, sentirán anhelo por sus logros.
Pero es un período histórico que no se puede pasar por alto en el acontecer nacional.
El día señalado, justo es reconocerlo, emergíamos como Estado, pues llevábamos cuatro siglos colonizados por España (de la cual éramos una provincia de ultramar) y, en 1898, los Estados Unidos interrumpieron la victoria para intervenir en la guerra que ya teníamos ganada.
Sin embargo, ese 20 de mayo se arrió la bandera norteamericana del mástil del Castillo de los Tres Reyes del Morro para sustituirla por el pabellón cubano: ya figurábamos como un país que elegía a su propio presidente y tenía su propia Constitución.
No hay que temer reconocer que el hecho beneficiaba a un numerosísimo grupo de personas, sobre todo de piel oscura, que “en tiempo de España” les tocó la peor carta de la baraja, pues suponía un antecedente africano y, en consecuencia, de personas esclavizadas y, en consecuencia, cargar con la maldición de Noé sobre Cam.
Con la República los negros tuvieron acceso a la educación pública y a diferentes puestos laborales insospechados años antes, prosperó el movimiento afrocubano e incluso llegó un no blanco a la presidencia, algo para lo cual los Estados Unidos tuvo que esperar casi ochenta años.
Ahora bien, bajo esa misma forma de gobierno sufrió todo el tiempo nuestra Antilla Mayor la tutela del poderoso vecino del norte, que mantuvo ciertas formas de discriminación que les eran comunes porque el estilo de esclavitud inglesa en nada se pareció a la española y fue todavía más excluyente, y cuando floreció el período de la negritud, el son y la rumba tuvieron que “adecentarse”, y se impuso un estilo de música de cabaret y night club extranjerizados que nada tenían que ver con el patio porque había que satisfacer las exigencias y los gustos de un turismo que nos era totalmente ajeno.
De igual modo, en la medida que ascendía el nivel de la enseñanza, las personas negras y mestizas eran menos cuantitativamente y si bien llegó al puesto más alto del país un representante cargando cierta melanina en la piel, ni siquiera él podía entrar a determinados espacios “solo para blancos”; sin contar que favoreció el caudillismo, la corrupción y el asesinato.
Hay que reconocer, entonces, que la República instaurada el 20 de mayo de 1902 no es exactamente como nos la ha contado. No era ni el Apocalipsis total que han querido posicionar los medios después de 1959, pero mucho menos la Panacea que sus contrarios pretenden vender y a la cual desearían retornar.
Interesante. Y, como en muchos de otros paises colonizados, hay una diferenciacion entre el nivel de discurso y el nivel practico resultante del cambio político de una nacion. Me viente una duda: como podremos pensar la instauracion de la Republica y/en el curso de las instituitiones? Venga, una indicacion para La Republica:una visita necesario.2!
ResponderEliminarm.
Amiga Marcela Andrade, no me queda muy clara tu pregunta, pero creo que la única manera de pensar objetivamente en esa etapa es respetando y reconociendo sus virtudes y defectos. No hay nación que no los tenga. La República, con sus limitaciones, sentó las bases para evitar errores como el caudillismo, la intolerancia, la dependencia al imperialismo, en fin, para imaginarnos discursos más descoloniales; pero fue una época de logros también, que nos permitió fortalecernos como nación y comprender lo que no queríamos.
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