miércoles, 28 de abril de 2021

El íreme abakuá: pura danza

Por: Ramón Torres

Foto y videos: Cortesía de Frank Bekura Ibondad


Una de las figuras más pintorescas y mejor posicionadas dentro de la danza popular cubana lo es el íreme abakuá, personajes enmascarados que representan antepasados y acuden durante el ritual a verificar cuanto sucede, castigar o simplemente alegrar la actividad de esta agrupación religioso-mutualista cubana venida con los carabalíes desde África subsahariana.

De su función nos vamos a referir, especialmente porque el 29 de abril se festeja el Día Internacional de la Danza desde 1982, tras debida declaración de la Unesco.

El acercamiento al íreme ha resultado privilegiado por los estudiosos del arte, quienes han legado un indiscutible aporte sobre su Comunicación No Verbal. Sucede que en la ejecución del íreme (como el caso de los orichas de la tradición yoruba; los fodunes y loas, llegados del Dahomey; los agentes espirituales de procedencia bantú, entre otras) hay mucho de esteticidad, y la ciencia, el arte, la religión, no están escindidas, sino que todo viene en un mismo paquete.

El texto africano (y de su descendencia en América), además de religioso, tiene una poderosa carga emotiva: se le recupera, se le recuerda y se le sintoniza mejor gracias a su recurrencia natural a elementos de artisticidad. Ello explica por qué tiene tanta prioridad la comunicación del íreme desde anclajes estéticos, debido a sus implicaciones con el universo de lo sensible.

“En todo danzante mimético hay el embrión de un actor —nos dirá el polígrafo Fernando Ortiz—, o un actor consumado por su maestría en el arte de la representación (…)”.

Lo estético en las culturas de matriz africana se integra a un todo. Hay, por ejemplo, en el accionar del íreme (como en las danzas de Ochún, Yamayá, Changó…) numerosísimos ejemplos de artisticidad en cuanto a desplazamiento, composición, color, ángulo, gestualidad, que clasifican indiscutiblemente como danza. El accionar del íreme, específicamente, constituye una herramienta que se materializa en su relación con la música, cantos u órdenes como puede verificarse en el video adjunto.



Sin embargo, los estudios etnográficos y las historias de la etapa colonial se acercan muy poco a esta figura, y en todos los casos pondera el discurso de la clase dominante. Ni siquiera las descripciones artísticas hablan en detalle las danzas venidas de África, por lo que muchas se perdieron o fueron relatadas bajo la mirada y toma de posición de un autor que pocas veces podía captar el verdadero espíritu o intención de los ejecutantes.

Sorprende que un país como Cuba, con una altísima producción danzaría popular, tenga tan insuficiente documentación “desde abajo” y escasísimas historias orales que hayan recogido el testimonio de portadores culturales que dieran cuenta del íreme. Por su puesto, se debe al silenciamiento que durante mucho tiempo se tuvo sobre la cultura popular en general y la Sociedad Abakuá en particular.

De cualquier manera la tradición ha sabido mantener esta cultura a través del aprendizaje desde la horizontalidad, aunque la actitud excluyente ponderó durante muchísimos años.

Tras triunfar la Revolución cubana, y en un esfuerzo por revitalizar el acervo abakuá como parte de la cultura nacional se creó Efí Yaguaremo, primera compañía músico-danzaria que mostraba públicamente en un teatro parte de la actividad abakuá, liderados por el Ekueñón de la potencia capitalina Isún Efó, Víctor Herrera, y asesorado por el doctor Argeliers León, al frente del Departamento de Folklore del Teatro Nacional de Cuba.

Asimismo, la carroza del célebre cabaret Tropicana adaptó al año siguiente lo más popular de su show, el espectáculo Senseribó, que impulsado por Pedro Izquierdo (Pello Afrocán, iniciado en Foco Endibó) y bajo la dirección de Nilo Quintela, causó furor.

En 1996 ve la luz un trabajo que centró su acercamiento al protagonista más recurrido dentro del universo ñáñigo: El íreme abakuá, de Bárbara Balbuena. El 6 de enero de 1997 el Museo Casa de África de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana saca a la calle El Cabildo, una iniciativa que intenta recordar los festejos del Día de Reyes durante la etapa colonial. Desde muy temprano, al recorrido por las calles de La Habana Vieja se le sumaron los íremes, pues siempre destacaron entre las figuras más pintorescas de la ceremonia.

Se impulsaba, con la presencia de “diablitos” cada vez más sistemática en la vía pública, una nueva etapa de legitimación que continúa hasta la fecha. El video que ilustra el presente trabajo constituye una muestra y una felicitación al Día Internacional de la Danza con la exhibición abakuá del 6 de enero de 2020. Esperemos que la disfruten.


viernes, 23 de abril de 2021

En post de Tatu

Por: Ramón Torres

En realidad, el Congo era uno solo; pero las potencias europeas se encargaron de repartírselo, y la región quedó dividida en dos: de una parte el Congo Brazzaville, bajo el dominio francés, que se extendía entre el río Congo y la colonia alemana del Camerún; al otro lado, el Congo Belga, que ocupaba la cuenca del Congo superior y medio, cuya capital era Leopoldville (luego Kinshasa).

Después de múltiples protestas el Congo Leopoldville ganó su independencia hacia el 30 de junio de 1960. Pero las disputas étnicas estimuladas por los gobiernos procolonialistas provocaron disturbios y revueltas militares, por lo que, sin tener en cuenta la oposición del líder del Movimiento Nacional, Patricio Lumumba, los belgas desplegaron las tropas que todavía tenían en el territorio para “restaurar el orden y garantizar la seguridad de la población blanca”.

Lumumba, resultó prisionero y misteriosamente asesinado, el 17 de enero de 1961. Se inició entonces una guerra civil encabezada por Pierre Mulele en el oeste, y Laurent-Désiré Kabila, hacia el este de la capital.

En1965, el líder cubano-argentino Ernesto Che Guevara se comprometió a ofrecer su experiencia guerrillera al movimiento lumumbista, sobre la base de una total reserva. Se sometió a una mutación que le facilitaría la entrada a la nación africana sin ser reconocido. Se convirtió en Tatu.

Víctor Dreke/Moja

Dreke, durante una intervención recordando los hechos
En Cuba asociábamos África con Tarzán, las selvas, monos, negritos con taparrabos, a partir de las narraciones contadas por blancos reaccionarios que no eran fieles a la verdad histórica. Un buen día me separan de la tropa y me explican que un comandante llamado Ramón quería saludarme, porque había compartido conmigo durante la campaña revolucionaria. Me condujeron a una casa. El tal Ramón también estaba allí. Escribía. Se interrumpe y me lo presentan. Me interrogan si sabía quién era. Yo confieso que jamás lo había visto. Lo observo detenidamente: con pelo, amplios espejuelos, abultada la cara. No cabía duda: era un desconocido para mí. De él dominaba únicamente que sería el máximo jefe del grupo, pero nada más. Hasta que me habló: “Yo soy el Che”… entonces sí me quedé con la boca abierta.

Partimos, el primero de abril de 1965, el Che, Papi y yo. En Tanzania nos recibe el embajador cubano Pablo Rivalta, ex-soldado del Che. Por lo pronto, debíamos esperar a unos 30 compañeros que arribarían desde distintos puntos: Italia, Francia, Rusia. Los primeros 14 fuimos para Kigoma, en la frontera con el Congo, a donde teníamos que llegar lo más inadvertidos posible.

Para nosotros fue impresionante arribar a tierras congoleñas y ver toda aquella gente armada y sin organización. Dentro de las casas, junto a las mujeres y los niños, había chivos y otros animales. Supuse que así estarían nuestros mambises en la manigua, pero ahora atravesábamos pleno siglo XX.

Es duro reconocerlo, pero nuestra posición distaba de ser ventajosa y, luego, la desorganización existente en las filas congoleñas y ruandesas conspiraba aún más. Eso se lo hice saber a Tatu, cuando requirió de mi información. Nadie suponía que estaba frente al Guerrillero Heroico, para ellos era el blanco Tatu. Algunos no conocían siquiera de Cuba, creían que Fidel era negro. No concebían a un blanco con sus  ideas.

Freddy Ilanga Yaü, el traductor

Los congoleños me comentaban que en Cuba el negro y el blanco gozaban de igual derecho, pero de esa isla caribeña sabía poco, y no todo bueno, pues se afirmaba que Cuba era un país de rebeldes, malhechores, que tomaron el gobierno por las armas matando a personas decentes, quitándoles sus bienes.

Sin embargo, según nos habían informado, el jefe del grupo recién llegado era el negro Moja, pues Tatu fue presentado como médico y traductor. Este último tenía una mirada irónica y nunca lo vi intimar con sus compatriotas; al contrario, la mayoría de las veces se encontraba apartado con aires de intelectual en plena selva. Sentí rechazo hacia él desde el primer momento. Lo consideraba un blanquito engreído.

El 28 de mayo llega el jefe de Estado Mayor, Mitudidi Leornard, a quien yo conocía desde el principio de la guerra del Congo porque, aunque del mismo país, proveníamos de etnias diferentes, y si quería entenderse con nosotros debía hablar swahili o mituojili, las dos lenguas fundamentales empleadas por nuestra gente para comerciar en la región, pero él no sabía. Yo, en cambio, era hábil en esto de los lenguajes, dominaba el suyo, y otros más. Fue así como me convertí, por casualidad, en el traductor del entonces asesor político Mitudidi.

A poco fui llamado para desempeñarme como profesor y traductor de Tatu, lo cual para mí constituyó una “bomba”.¡Nada fácil para un adolescente de 16 años! Para nosotros la raza blanca se había convertido en símbolo de penalidades, de arrogancia mostrada por el dominio belga que enarboló la superioridad sobre el negro, de explotación y servidumbre. Resultaba difícil cambiar nuestra apreciación cuando apenas llevábamos tres años y diez meses de independencia, luego de ocho décadas de colonización y ultraje europeo.

Mas a la larga tuve que cambiar. Recuerdo que habitualmente solíamos visitar al jefe de Estado Mayor. En uno de esos recorridos se nos acerca un soldado y nos informa que Mitudidi había muerto. ¡Primera vez que veo transformarse la fisonomía de Tatu! ¡Sentía, profundamente, la muerte de uno de los nuestros!

Aquello iba metamorfoseándome. Él tenía la costumbre de colocar la cantimplora donde todos, sin diferencias. Él asumía cualquier tipo de trabajo como el más simple de los soldados. Y todo ello contribuyó a que se operara en mí un cambio de actitud hacia él.

Cuando yo me enfermé, permanecí mucho tiempo inconsciente, pero estoy seguro que él podía ordenar que lo sustituyeran y sería obedecido al instante; sin embargo, quería estar cerca de mí. No estaba haciendo propaganda.

San Sorí, un testigo de los hechos, afirmaba que todos sus compañeros se decían:

—Si el negro se muere, olvidémonos de volver a Cuba, porque si el Che lo cuida tanto, imagínense si se nos va el muchacho.

Rafael Zerquera/Médico

Rafael Zerquera y Freddy Ilunga
En abril salimos Torres, Pichardo, Chivás y yo rumbo a Moscú. Tres hombres más se sumaron en aquella ciudad. Después a El Cairo (otros tres), es decir que conmigo ya éramos 10, ese fue el nombre que me pusieron más tarde, Kumi (10 en swahili).

En Dar-es-Salaam (Tanzania) nos unimos a un grupo que se había adelantado. Estábamos ya el equipo que debía atravesar el lago Tangañica, sin que se presentara nuestro líder. Dreke nos dirigía, pero se notaba que obedecía órdenes de alguien. Casi todos éramos negros excepto dos hombres blancos. Uno de ellos nos dijo que teníamos que reunirnos y, sentados a la mesa, pregunta si alguien sabía quién era él. Yo me lo sospechaba, pues desde hacía tiempo estaba fuera de circulación. Pero me callé por respeto. Se me acerca el hombre, me interroga directamente y le digo que me imagino. Me presiona:

—¿Quién soy?

—Usted es Che —contesto—.

Ya sabíamos de nuestra misión. Tatu, nuestro Che, nos había dado los nombres. Estábamos en el Congo a petición de los dirigentes del movimiento de Liberación Nacional para ayudar a ese pueblo. Se había manejado, primero, que ellos viajaran a Cuba para recibir instrucción, pero luego Che consideró más apropiado enseñarlos en el terreno.

Todo parecía indicar que efectivamente existía un movimiento serio, que daba  vivas, consignas y cantos a la revolución: “¡Kabila eh, Kabila va!, ¡eroa Kabila!”, y a Mulele; pero en realidad era un mito, un espejismo, porque al último nunca lo vimos, y en el caso de Kabila, se nos apareció a principios de julio y hasta a mí, que le había calculado poco tiempo con nosotros, me sorprendió con su rápida despedida, cinco días después.

Aquellos negros andaban desaparecidos. Sin que Tatu lo supiera di una vuelta por los alrededores y hallé unos fusiles abandonados. Se lo digo al jefe y lo que recibo es un regaño por desobedecerlo, pero salió y volvió con otros fusiles más.

—Tú ganas. Encontré quince —me tranquilizó.

Él se había dado cuenta de lo que estaba pasando, de la desorganización que había, de lo difícil de la situación.

Y yo me empecé a preparar; aprendí a tirar y le dije a Tatu que podía contar conmigo, aunque eso no diera para un buen final. Yo fui como médico, pero al principio no sabía qué hacer. Entonces Tatu me dio otra lección.

—¿Para qué viniste aquí? Coge tu maletín y sígueme —y llamó también a Fredy Ilanga, su traductor.

Recorrimos todos los quimbos, preguntando dónde había un enfermo. Eso era nuevo en la zona, nunca un médico se había preocupado por ellos. Aquello se puso repleto.

Y me puse en actividad. Busqué otra ayuda. Me acuerdo que en la Sierra el mejor colaborador que tuve fue un brujo, quien me mandaba a todo el mundo diciendo que yo era el enviado de Dios. Lloró y todo cuando me fui, y vino de visita a verme a La Habana. En el Congo, tuve al muganga, que veía en peligro su poder, pero colaboró y organizó la consulta. Así mantenía su prestigio.

Comunicador

Rumbaut

Corría 1965 y ya había caminado bastante en el giro. Un día me llama Guelmes, el jefe de comunicaciones del Estado Mayor General, y me pregunta:

—¿Qué tú crees de una misión internacionalista?

—Mira, Guelmes —le contesté—, el día que a un miembro de las FAR haya que preguntarle su opinión acerca de una misión de esta naturaleza, pienso que hasta ese momento fue oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

—No esperaba menos de ti —agregó—. Me alegra eso.

Y comienza a explicarme que se preparaba una expedición en la cual hacía falta un jefe de Comunicaciones.

Al saber que nuestra empresa duraría alrededor de cinco años, considero necesario incorporar un técnico de radio que se hiciera cargo de posibles roturas.

El tiempo apremiaba, así que pronto salimos para Tanzania, donde nos enteramos por unas grabaciones lo que estaba ocurriendo en el Congo. Se mencionaba con mucha frecuencia el nombre de Tatu y supusimos que se trataba de algún caudillo congoleño relevante.

A mediados de octubre llegamos a Kigoma, donde me entrevisté con Kabila e intercambiamos criterios, Cruzamos el lago Tangañica e instalamos la planta de radio en la base de Luluabourg, ubicada en una montaña muy alta. Pronto establecimos contacto con Kigoma que comunicaba con Dar-es-Salam. Poco a poco fuimos corrigiendo las dificultades.

Ya sabíamos que Tatu era nuestro Che. Ya nuestro máximo líder tenía comunicación en el Congo.

El Jimagua/Sita

En Dar-es-Salaam. Éramos solo seis (este último número me correspondió como nombre en la misión: Sita.

Dreke nos recibió y se nos informó que debíamos esperar a otro grupo, así que debíamos hospedarnos en una casita, donde hicimos el primer contacto con el Che, quien no quería que ningún africano cocinara. “Que cocinen los jimaguas”, decidió. Aunque le dije que no sabía, insistió: “Hoy te sale malo, mañana mejor y después verás que ya aprenderás”. Ahí se inició nuestra relación personal.

Tatu se convirtió en mi amigo, mi hermano, mi médico…, incluso me permitía algunas jaranas, porque nos acercamos bastante.

Cruzamos el lago con mil dificultades y en Kigoma hicimos contacto con el Movimiento de Liberación Nacional. Comenzamos las actividades en serio, pues aquella gente tenía armamento, pero no sabía usarlo…; es más, lo empleaba para cazar monos.

Al final, el enemigo nos acorraló contra el lago. Tatu nos habló entonces de separarnos y así lo hicimos para regresar. Él era muy prudente en todo. Llegué a tomarle el mismo cariño que le tuve a mi hermano jimagua.

Nane

Cuando se decide lo del Congo, no me toma por sorpresa, pues yo fui de los que participé en el comité de recepción de los distintos ejércitos (Oriente, Centro y Occidente. Entonces, hablé con Dreke y me auto propuse para incorporarme al grupo,

Después del trío Che, Dreke y Tamayo; salimos Tisa, Saba (uno de los mellizos) y yo. Resultó un poco complicado alcanzar Tanzania; incluso, un grupo que salió después que nosotros, llegó primero. Al final, pudimos lograrlo y, hospedados en una casa, Drieke nos presenta a un tal Julio. Me pareció raro aquello, sobretodo porque conocía del Frente y de la Seguridad en 5ª. y 14 a Tamayo, también al propio Dreke, pero de aquel personaje no sabía nada. Sin embargo, mantuve la discreción. Fue el propio Che quien, a los cuatro o cinco días, casi 24 horas antes de cruzar para el Congo, nos dice quién era, que dirigiría una misión cuya duración podría extenderse hasta cinco años y que eso era voluntario, por lo cual entendía que alguno quisiera regresar en ese instante.

Luego, en dirección a las manecillas del reloj, nos fue dando nuestros nombres de guerra, que anotaba en una libreta. A mí me correspondió Nane, que significaba 8 en swahili. Él se convertiría en Tatu.

Un día de camino nos costó llegar a la frontera. Íbamos por los terraplenes,  incómodos en una camioneta y bajo un calor sofocante, con solo un pedazo de pan con sardina que distribuyó Dreke. Éramos 14 guerrilleros dispuestos a lo que fuera.

Atravesamos el lago y montamos un campamento provisional. A poco, ya nos enfermábamos Dreke (que ahora se llamaba Moja), Tano y yo. Se nos unieron otros compañeros y hubo de trasladar la comandancia hacia un monte cercano, pero los enfermos quedamos abajo, con Kumi, el médico del equipo.

Ataque serio, solo fue el de Katenga, pero se nos hizo difícil, pues la gente se nos iba quedando en el camino y tuvimos que tomar la vanguardia nosotros, los cubanos. Con los primeros heridos, terminaron de abandonarnos los congoleños que nos quedaban, y por poco matan al muganga, a quien culpaban de la cantidad de pérdidas humanas, porque no había hecho una brujería buena. El hombre tuvo que dejar la región, por lo que nombraron a otro hechicero.

Después nos dedicamos a hacer emboscadas y reconocimientos hasta que Tatu plantea unificar todas las fuerzas cubanas, ya que ni con los congoleños ni los ruandeses se podía contar. Iniciamos algunas acciones de éxito, pero la ofensiva enemiga nos obligó refugiarnos nuevamente en la orilla del lago hasta que se determinó la salida. De cualquier modo, siempre fue un privilegio participar en esa campaña.

Epílogo

Aunque el propio Tatu calificara la travesía por el Congo como un fracaso, lo cierto es que la misión contribuyó, ¡y mucho!, al despertar de las dormidas naciones africanas.

Que la inmadurez política hiciera recelar a los congoleños sobre cualquier posible ayuda, que la abrupta desaparición del preclaro Patrice Lumumba frustrara el trayecto libertario sumiendo al país en una alevosa guerra civil estimulada por la perfidia imperialista, que  los mismísimos explotados se lanzaran cual jaurías sobre el poder, contra sus explotadores e, incluso, contras sus propios hermanos oprimidos, no es algo que asombre cuando ha permanecido maniatada la voluntad de los pueblos durante décadas, años, y hasta centurias. La anarquía suele enseñorearse, se desatan las pasiones, y el odio contenido acaba por debilitar el propósito descolonizador.

Sin embargo, aquella fue también la escuela de Cabila y de Mulele, la que sirvió para que el pueblo congoleño abriera, a la postre, los ojos ante un universo diferente, ejemplarizante e independiente.

Con los hombres de Tatu, se abría igualmente el camino hacia un conjunto de misiones internacionalistas cubanas en el África Susahariana, y más que el sabor amargo de la inmadurez, quedó el dulce recuerdo de esa gran familia que se reencontraba, porque Cuba es deudora de los ancestros africanos que tanto contribuyeron a su cultura, y se humanizaban más unos y otros a ambos lados del Atlántico.

A la luz de los años, los hombres de Tatu no ven en la travesía congoleña el devastador fracaso que entonces creyeron, sino una etapa de crecimiento a la vez que trampolín para otras metas mayores, y la posibilidad de aprender sobre la marcha del indiscutible conductor que fuera Che, ese ser irrepetible capaz superarse a sí mismo y situarse por encima de localismos pueriles, y mirar al hombre en su justa medida más allá de su cromatismo, y de enseñar con ejemplar magisterio cuanto se puede aprender de las adversidades.

(Fragmentos del libro Los hombres de Tatu, de Ramón Torres. Ed. Abril, 2018)

viernes, 16 de abril de 2021

Abakuá: a propósito de las redes

Por: Ramón Torres

Fotos: Cortesía Museo de Guanabacoa
Cuadro "Iniciación abakuá". Museo de Guanabacoa

Impelido por el artículo firmado por Manuel Carballal titulado “Abakuá, culto maldito”, y que circuló hace algunos años por las páginas de Mundomisterioso.com, además de otros textos que asaltan las redes en tiempos de auge “comunicativo” quisiera reflexionar.

Es cierto que según reza un viejo adagio popular “para ser hombre no hay que ser abakuá, pero para ser abakuá hay que ser hombre”.

O sea, la entidad solo admite a quienes cuenten con una hombría demostrada. Para ello, el endísime o aspirante deberá pasar un tiempo de investigación antes de incorporarse al grupo, porque ninguna mujer ni afeminado tendrá acceso a los secretos. Tampoco los cobardes, pues como afirmara la estudiosa cubana Lydia Cabrera “Ser hombre tiene una connotación especial. Ser hombre, ser chévere, gira en torno a la actitud de espíritu heroico. Ser chévere significa ser ‘echao palante’, impulsivo, jactancioso. Ser hombre es no ser amujerado. Ser hombre es no ser delator a las autoridades judiciales.”

Una vez que el aspirante ha pasado satisfactoriamente las pruebas de iniciación, se convierte en un ekobio o monina, es decir, un hermano en la religión, con la cual contrae ciertas obligaciones morales y materiales.

Inserto en una organización solidaria, el ekobio tendrá que pagar cuotas y colectas en bien de la institución, que velará por la ayuda a familiares de la membresía en caso de enfermedad o muerte. Dentro de la entidad, también se verá sujeto el obonékue (iniciado) al cumplimiento estricto del código abakuá: ha de ser buen amigo, buen hijo y hombre respetuoso. Sin embargo, las críticas externas y a veces el mal comportamiento de algunos miembros (lo cual sucede en todos los grupos humanos, solo que en unos casos más que en otros) ha generado un aura de desinformación y estereotipos que nada tienen que ver con la esencia abakuá.

Prejuicios

El ñañiguismo ha sido víctima de la incomprensión que suelen traer los desposeídos. Como cita Carballal, en 1876, cuando el gobierno colonial desata una sórdida persecución contra estas corporaciones, queda la primera constancia de su represión:

“Esta sociedad en la cual nada se encuentra escrito, debió tener origen en algunos negros cimarrones, de los que en dicha raza nacen holgazanes y se crían acogiendo las más perversas ideas. Así es que para hacer prosélitos inventaron groseras pantomimas horrorosas, envueltas en supersticiosas ceremonias de beber humeante sangre humana mezclada con la de un gallo acabado de degollar, prometiendo en dichos juramentos asesinar a su propia madre cuando el bien de la congregación lo exija […] El ñáñigo al presentarse en el lugar del sacrificio jura vendado beber la sangre del que no sea su hermano siempre que se lo ordene su jefe, y para probar su valor ese día tiene que asestar por la espalda una o dos heridas al primer blanco que encuentre descuidado […].”

Esto es comprensible si se tiene en cuenta la propaganda contra el ñañiguismo, una asociación que se manifestaba contra la esclavitud, y cuyos integrantes eran predominantemente negros.

Lydia Cabrera, refiriéndose a las tergiversaciones y estereotipos con los cuales han cargado los ñáñigos, deja plasmado casi 80 años después:

“Cierto que entre nosotros un complejo de mestizaje difícil de dominar o los prejuicios de una mentalidad todavía provinciana y mal informada, lejos de estimular el interés de posibles investigadores, lo desvían como algo vergonzoso”.

Todavía en pleno proceso revolucionario se emitían juicios marcadamente desfavorables en torno a los abakuá:

“Más del 90% de los jóvenes que han acogido la secta, poseen antecedentes penales o son buscados por las autoridades. Estos son quienes resuelven los problemas ‘de a hombre’ y buscan la ocasión para tener ‘historia’ (hechos de sangre) y después ‘jurarse’. Porque mientras no pisan el ‘talero’ (cárcel) no se consideran hombres ‘ranqueados’ (probados)”.

Sin embargo, las modificaciones del Partido Comunista de Cuba a principios de los ´90, y su disposición de asimilar religiosos en su seno, se traduce en pujante reivindicación para la fraternidad abakuá y así debía de ser, pues, unas veces perseguidos, otras ignorados, los ñáñigos forman parte de la historia y la identidad cubana.

De vuelta a las redes
Íreme

No queda claro de dónde sacó el articulista Carballal (para volver al asunto de las redes) la información de que éstos negros huían de sus plantaciones para convertirse en cimarrones, cuando el ñañiguismo es un fenómeno urbano y exclusivo de las regiones portuarias de La Habana, Matanzas y Cárdenas.

Desconoce a su vez Carballal que no fue en 1855, sino en 1857 que juraron los primeros blancos en abakuá, pero además, tuvieron que esperar hasta 1863 para que constituyeran su tierra, conocida como Akanarán Efó Okobio Mucarará (Madre Efó de Hermanos Blancos) y que según las propias fuentes españolas muchos pertenecieron a ilustres familias, jóvenes de la Acera del Lovre que gustaban del ñáñigo.

Peca al mismo tiempo cuando involucra a ciertos extranjeros medio mafiosos que nunca aclara dónde se juraron, porque tendrían que venir a Cuba para hacerlo y, que sepamos, solo ha ocurrido esta excepción grupal con unos puertorriqueños que jamás han podido llevar el abakuá a su país, porque esta entidad no funciona fuera de Cuba. ¿Cómo Rosa, una trinitaria, al centro de la Isla pudo ver escondida un ceremonial abakuá, cuando hasta esa región no se ha extendido la asociación? ¿Será que estuvo en La Habana, Matanzas o Cárdenas o tiene una prodigiosa imaginación?

Por demás el ritual abakuá se efectúa en dos escenarios simultáneamente, uno público, en el isaroko o terreno de la hermandad —posiblemente lo que vio Rosa, confiando en que sea veraz y para lo cual no tendría necesidad de esconderse tras ningún arbusto, sino participar de la fiesta como lo puede hacer cualquiera— y otro privado, en el fambá, como lo hacen otras expresiones religiosas de matriz africana en Cuba.

De los atributos sagrados, solo el Fundamento permanece oculto, es decir, que exagera el autor del artículo, pues los tambores de la orquesta, los íremes, los itones o bastones de mando, todo puede ser visto por el público no iniciado, lo cual evidencia cuánta superficialidad hay en los criterios, aún cuando se lo haya informado alguien con anhelos protagónicos.

Afortunadamente, muchos de aquellos esquemas van quedando en el pasado y la Sociedad Abakuá ha superado los márgenes de La Habana profunda para llevar la Voz del cubano a los más recónditos rincones de la Isla Grande.

Esa es la imagen que los abakuá quieren perpetuar: la de hombres correctos, laboriosos y no habladores de más. Por eso hoy, cuando algunas personas aprovechan las redes sociales para distorsionar el fenómeno, hay que tener claro que los criterios personales son solo eso, aunque a veces sean vertidos incluso por miembros de la institución.

Por eso no se le puede dar crédito a todo cuanto se lee, escucha o ve, especialmente en tiempos que tanto auge cobran las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y por el mal uso con frecuencia se les destina: abakuá no está en contra del desarrollo, pero no se presta para juicios  ni campañas mediáticas que lejos de beneficiarla, la desfavorezca como institución religiosa; que cuando ha tenido que dar la cara, lo ha hecho de frente y sin ambages.

Abakuá ha sido una asociación temeraria, pero no atemorizante, porque sencillamente ha permanecido, a lo largo de su historia, humana e independiente. Pueden sus miembros armar grupos en las redes, adscribirse a páginas digitales, crear sus propias plataformas, pero siempre será a título personal. Ninguna de aquellas opiniones, de dentro o de afuera, tiene la validez legal ni jurídica para erigirse en la Voz de la hermandad. Al menos sin el consenso de la institución. Ni siquiera esta página que, desde “Cubamafimba” trata de visibilizar y posicionar aspectos culturales de la hermandad.

jueves, 8 de abril de 2021

Obane: ¿territorio efí?

Por: Ramón Torres

Obane, Ubani o Bonny (en rojo) ocupa una zona Igbo, al suroeste de Nigeria

Asegura una muy bien establecida frase abakuá que “todos los obane son efí, pero no todos los efí son obane”, refiriéndose a la presunta capital del territorio efí, a la cual corresponde Embemoró, Uriabón y Efí Bakuá, entre otras prestigiosas potencias cubanas.

Casi todos los testimonios de iniciados abakuá apuntan a Obane como un lugar cercano a la costa, o al menos ocupando la ribera de un río donde se tenía el embarcadero que servía para comercializar esclavos, sobre todo después que adquirió un punto álgido la trata negrera hacia el Nuevo Mundo. Es decir, se supone que la gente de Obane realizó lucrativos negocios con el europeo en ese sentido.

La etnóloga cubana Lydia Cabrera, en su voluminosa obra “La lengua sagrada de los ñáñigos” señala con varias entradas a Obane o Ubani como “el primer embarcadero del río en territorio de Efik. En él se sacramentó el primer Fundamento de Efik. Recibió el título de Efik—Abakuá. ‘Todas las Potencias de Obane adoran el mar”.

También dice esta autora que Obane es “el río de la ‘rama’ o tribu de los Efík” y, además una “capitanía de Efik”.

El investigador estadounidense Ivor Miller coloca a Obane, sin embargo, en un lugar más apartado de lo que suponen los iniciados abakuá, y considera que la voz procede de Oban, una localidad del interior.

“Ese Oban de Miller, que es ekoi (quá o ejagham, para más detalles) —explica Dowglas Reyes, quien realiza profundos estudios sobre la lengua abakuá y sus antecedentes africanos—, está hacia el norte, con ríos, pero sin costas. De ser cierta la  clasificación de Miller, entonces Oban, u Obane, no tendría nada que ver con el poder que se le ha atribuido como tratantes, pues para la época los pueblos del interior tenían poco contacto con los comerciantes de Europa aunque sí ríos que los comunicaban, para no pecar de absolutos”.[i]

Una libreta ñáñiga que publica Enrique Sosa sí ubica a Ubani en el lugar que más o menos le corresponde al territorio en cuestión: al sur, en la costa. Por su parte, nuevas revelaciones, igual indican que ese pueblo es verídico, pero no vinculados a los efik/ibibios, sino a los aro/igbo, tan presentes en la región carabalí de Cross River e igual de fuertes en cuanto a cabildos con esa denominación en Cuba.[ii]

Nos dice William Kelechi Nwaogu, político nigeriano que se desempeña en el servicio civil del estado indígena de Rivers, en Abia, que la villa “Ibani o Bonny fue formada por Igbos de los clanes Ngwa-Ukwu, Asas, Ndoki e Ibibio (Ikot-Abasí en Akwa Ibom) mezclados con los aborígenes Ijo o Ijaw (Obolo o Andoni)”.

Por si hubiera alguna duda de quienes eran esos Ibani o Bonny, aclara más adelante:

“Mi padre narra que los ‘Obanis, Ubanis o Ibanis’, sus hermanos, solían visitar mi comunidad para actividades culturales (que representaba la herencia cultural e.g Ekpe, Ikoro, Okonko y otras), hasta que los detuvo la modernización, hace algunas décadas”.[iii]

De resultas, Ibani u Obani (Bonny) está en zona que comparten igbos e ijaw. Se trata de una ciudad y un área de gobierno local del estado de Rivers, habitada fundamentalmente por descendientes de esclavos igbo, frente a la isla del mismo nombre, Bonny.

Hay más.  Según los abacuá, Embemoró es el termino de Obane, y Miller (nuevamente) considera que viene de Mbemon, muy lejos hacia el norte. Sin embargo hay otros Mbemon en territorio efut, justo en la frontera con Nigeria.

“La cuestión es que ‘mbemon’ no significa otra cosa que orilla —acota Dowglas—. Por eso el nombre figura en varios puntos de la geografía nigeriana e incluso en el Camerún, y no es raro que exista un Embemoró también entre la gente de Obane”.

Entonces, si entendemos a los obane como igbos, se despejarían muchas dudas respecto a la Sociedad Abakuá con una fuerte presencia de comunidades aro, que incluían a los orú.

Ello explicaría que la cruz dentro de un círculo con que firman los obane también se corresponda con territorio orú, más que con los efí, quienes lo hacen solo con una cruz, mientras los efó usan únicamente el óvalo. Eso, al menos, es lo que afirma Enrique Sosa Rodríguez en su ensayo “Los ñáñigos” y Lydia Cabrera en “La Sociedad Secreta Abakuá” y “Anaforuana”.

Desde luego, estas son solo hipótesis que ameritan mayor número de pruebas; pero, definitivamente, quedaría aclarado que el Obane y Orú de los abakuá cubanos provienen de un mismo origen, y que no son tan efí como se les supone todavía, sino de territorio igbo.

De todas formas, la tradición no cambia la esencia porque se demuestren nuevos descubrimientos relacionados con el mito ñáñigo. Los iniciados seguirán manteniendo su liturgia tan y como la aprendieron de sus mayores, lo cual marca el sentido de identidad. Las evidencias que proponemos solo sirven para demostrar que detrás de toda la mitología abakuá hay una historia que todavía está por escribirse.



[i] Dowglas Reyes es un cubano radicado en Mallorca. Su colaboración ha sido imprescindible para elaborar el presente texto, debido al conocimiento que atesora sobre la región de Cross River y las múltiples lenguas que se hablan en la región.

[ii] Tanto Ortiz, como Pedro Deschamps y la doctora María del Carmen Barcia dan cuenta de numerosísimos cabildos habaneros con denominaciones igbo.

[iii] Nwaogu William Kelechi. “Igbo and Niger-Delta peoples’s historical, linguistic, cultural and DNA evidences”. En  https://www.academia.edu/38979244/

domingo, 4 de abril de 2021

Voces silenciadas

Por: Ramón Torres

El 4 de abril de 1968 Martin Luther King Jr. (segundo de der. a izq.) fue ultimado por un segregacionista blanco en el balcón del Lorraine Motel en Memphis (Tennessee)


Ha sido una constante: cada vez que no les gusta una Voz, la silencian de la peor manera. Y cuando lo hacen, no importa si la persona tiene una alta magistratura en el país o es un simple ciudadano: sencillamente parecen obedecer a un mandato superior: “O te callas, o te callo”.

Le sucedió a Abraham Lincoln, el primer presidente estadounidense por el Partido Republicano. Su mayor error: otorgar la libertad a los negros esclavizados en áreas bajo la autoridad de la Confederación. Eso le costó terminar con un balazo en la cabeza que le propinó un simpatizante del sur esclavista durante una representación teatral el 15 de abril de 1865.

Algo similar ocurrió con otro mandatario, John F. Kennedy, quien prometió poner fin a la discriminación racial. Su simpatía hacia “el color púrpura” le granjeó varios impactos de bala en la calle mientras realizaba una visita política al estado de Texas en 1963.

Pero con los negros la virulencia adquiría pespuntes más oscuros todavía en el autoproclamado “país más democrático” del mundo.

Malcolm X, un ministro religioso y defensor de los derechos afroamericanos confesaba frecuentemente sentir la amenaza de muerte en cualquier momento. ¿Los motivos? Acusaciones a los estadounidenses blancos de múltiples crímenes contra sus compatriotas negros. Sus detractores lo acusaron de predicar el racismo y la violencia, lo cual sirvió para orquestar su muerte.

Después de varias intimidaciones e intentos fallidos, en febrero de 1865 Malcolm resultó abatido antes de dar un discurso en Nueva York. Por tal motivo, Martin Luther King Jr., otro luchador negro estadounidense, le escribía a la esposa de este:

“Aunque no siempre coincidimos en los métodos para resolver los problemas de la raza, siempre tuve un profundo afecto por Malcolm y considero que tenía una gran habilidad para poner el dedo sobre la existencia y la raíz del problema. Fue un elocuente portavoz de su punto de vista y nadie puede dudar honestamente de que Malcolm tuvo una gran preocupación por los problemas a los que nos enfrentamos como raza”.

No importaba que las estrategias de Luther fueran diferentes a las de Malcolm: los dos defendían la reivindicación del negro en un país que se empeñaba en negarla. Aunque el primero prefirió una actividad contra la segregación y la discriminación racial a través de medios no violentos que le confirieron el Premio Nobel de la Paz en 1964, el 4 de abril de 1968 fue ultimado por un segregacionista blanco en el balcón del Lorraine Motel en Memphis (Tennessee). No se trataba, entonces, del “cómo”, sino de “qué” pedían. Y eso de ser iguales no estaba en los planes de la cúpula blanca estadounidense.

El sistema estaba tan carcomido por el virus segregacionista, que ni siquiera en la actualidad ha logrado recuperarse del todo. Existen todavía espacios “solo para blancos”, a los cuales ni siquiera siendo el presidente del país se puede acceder.

De cualquier manera, el asesinado de King en abril del 68 generó una campaña por un feriado federal en su honor, cuya ley fue firmada en 1983 y se observó por primera vez el 20 de enero de 1986. Aunque algunos estados se resistieron, el año 2000 la celebraron oficialmente los cincuenta estados de la unión. Las voces silenciadas empezaban a encontrar una ligera resonancia. Pero todavía el negro sigue estando siendo menos que el blanco en “el país de las posibilidades”.

jueves, 1 de abril de 2021

Rectitud

Por: Mongui


El primero de abril de 1895 desembarcaban por las costas Duaba, en la región oriental cubana, los expedicionarios de la goleta Honor, comandados por el brigadier Flor Crombet. Esa es una información que sabe mucha gente, porque los libros de texto, incluso no pocos audiovisuales, se han referido a la osadía de aquellos mambises que reiniciaban la lucha por la libertad. Lo que sí resulta poco conocido es el disgusto con que asumió la orden el mayor general Antonio Maceo.

Resulta que ambos jefes tenían discrepancias a menudo ignoradas por algunos historiadores, quizá porque creen que admitir incongruencias entre dos figuras de tan indiscutible prestigio restaría brillo a sus obras. En cambio, ellos también eran humanos y no siempre estuvieron de acuerdo.  

De hecho, la relación entre los Maceo y Crombet estuvo durante mucho tiempo empañada por contradicciones, aunque asombrosamente, se mantuvieron muy cercanos. En 1891, por ejemplo, encontramos a Crombet trabajando en Costa Rica en la colonia del Cantón de Nicoya, a cargo de Antonio, pero vemos cómo al año siguiente surge un primer disgusto, cuando Crombet critica al otro de haber invertido mal los fondos del tesoro y José Maceo ve en aquello una ofensa a su hermano, quien a pesar de todo intervino para evitar conflictos mayores.

Hacia 1894 vuelven los encontronazos. Dicen que por razones de faldas arremetió esta vez Crombet contra José en un ataque verbal que en realidad iba dirigido a Antonio. Pero el último, sobreponiéndose, volvió a mediar entre los dos patriotas.

Llegado el primero de abril de 1895, parece que los ánimos estuvieron más cargaditos, sobre todo porque desde el exterior José Martí, quien dirigía la guerra, no podía mandarle a Maceo los cinco mil pesos que pedía para organizar una expedición, pero Flor se ofreció a hacerlo con solo dos mil. Entonces Martí, aunque Antonio tenía mayor gradación militar que Crobet, le ordenó ponerse a sus órdenes:

“Al General escribo hoy, aún más que al amigo —le decía—: la guerra, a que estamos obligados, ha estallado en Cuba (…)

“(…) Y como la ida de Vd. y de sus compañeros es indispensable, en una cáscara o en un leviatán, y Vd. ya está embarcado, en cuanto le den la cáscara, —y yo tengo de Flor Crombet la seguridad de que, con menos de la suma ofrecida, puede tentarse con éxito la salida de los pocos que de ahí pueden ir en una embarcación propia,— decido que Vd. y yo dejemos a Flor Crombet la responsabilidad de atender ahí a la expedición, dentro de los recursos posibles porque si él tiene modo de que Vds. puedan arrancar de ahí con la suma que hay, ni Vd. ni yo debemos privar a Cuba del servicio que él puede prestar”.

Mas siempre primó patriotismo en estos grandes hombres. Por eso la propaganda enemiga quiso presentarlos al mundo como unos perfectos desorganizados, empeñados en formar una república negra copia de la vecina Haití. De Crombet se decía en un parte acusatorio en septiembre 4 de 1890:

“(…) Flor Crombet intenta levantarse mañana noche con gente exclusivamente de color en Songo, Cobre y Ti Arriba”.

El mismo año Camilo Polavieja, a la sazón Capitán General de la Isla, escribía sobre el otro, de visita en la capital:

“Públicamente fueron a verle en La Habana conocidos revolucionarios de toda la Isla, dando esto lugar al reverdecimiento de esperanzas poco gratas para España y al espectáculo tristísimo de que no obstante pertenecer Maceo a la raza de color, que es en general objeto de profundo desprecio por parte de los criollos, por simbolizar Maceo la idea del odio a España, fuese visitado y acompañado por considerable número de representantes de familias criollas, algunas muy notables por su posición social, y singularmente por la juventud (…)”

La guerra de razas que venenosamente pretendía divulgar el enemigo, se desvaneció, de cualquier manera, por la actitud de estos caudillos, quienes pese a sus diferencias, vinieron en el mismo barco, pues tanto los Maceo como Crombet tenían en común el profundo sentimiento de rectitud y fidelidad a la causa.