jueves, 1 de abril de 2021

Rectitud

Por: Mongui


El primero de abril de 1895 desembarcaban por las costas Duaba, en la región oriental cubana, los expedicionarios de la goleta Honor, comandados por el brigadier Flor Crombet. Esa es una información que sabe mucha gente, porque los libros de texto, incluso no pocos audiovisuales, se han referido a la osadía de aquellos mambises que reiniciaban la lucha por la libertad. Lo que sí resulta poco conocido es el disgusto con que asumió la orden el mayor general Antonio Maceo.

Resulta que ambos jefes tenían discrepancias a menudo ignoradas por algunos historiadores, quizá porque creen que admitir incongruencias entre dos figuras de tan indiscutible prestigio restaría brillo a sus obras. En cambio, ellos también eran humanos y no siempre estuvieron de acuerdo.  

De hecho, la relación entre los Maceo y Crombet estuvo durante mucho tiempo empañada por contradicciones, aunque asombrosamente, se mantuvieron muy cercanos. En 1891, por ejemplo, encontramos a Crombet trabajando en Costa Rica en la colonia del Cantón de Nicoya, a cargo de Antonio, pero vemos cómo al año siguiente surge un primer disgusto, cuando Crombet critica al otro de haber invertido mal los fondos del tesoro y José Maceo ve en aquello una ofensa a su hermano, quien a pesar de todo intervino para evitar conflictos mayores.

Hacia 1894 vuelven los encontronazos. Dicen que por razones de faldas arremetió esta vez Crombet contra José en un ataque verbal que en realidad iba dirigido a Antonio. Pero el último, sobreponiéndose, volvió a mediar entre los dos patriotas.

Llegado el primero de abril de 1895, parece que los ánimos estuvieron más cargaditos, sobre todo porque desde el exterior José Martí, quien dirigía la guerra, no podía mandarle a Maceo los cinco mil pesos que pedía para organizar una expedición, pero Flor se ofreció a hacerlo con solo dos mil. Entonces Martí, aunque Antonio tenía mayor gradación militar que Crobet, le ordenó ponerse a sus órdenes:

“Al General escribo hoy, aún más que al amigo —le decía—: la guerra, a que estamos obligados, ha estallado en Cuba (…)

“(…) Y como la ida de Vd. y de sus compañeros es indispensable, en una cáscara o en un leviatán, y Vd. ya está embarcado, en cuanto le den la cáscara, —y yo tengo de Flor Crombet la seguridad de que, con menos de la suma ofrecida, puede tentarse con éxito la salida de los pocos que de ahí pueden ir en una embarcación propia,— decido que Vd. y yo dejemos a Flor Crombet la responsabilidad de atender ahí a la expedición, dentro de los recursos posibles porque si él tiene modo de que Vds. puedan arrancar de ahí con la suma que hay, ni Vd. ni yo debemos privar a Cuba del servicio que él puede prestar”.

Mas siempre primó patriotismo en estos grandes hombres. Por eso la propaganda enemiga quiso presentarlos al mundo como unos perfectos desorganizados, empeñados en formar una república negra copia de la vecina Haití. De Crombet se decía en un parte acusatorio en septiembre 4 de 1890:

“(…) Flor Crombet intenta levantarse mañana noche con gente exclusivamente de color en Songo, Cobre y Ti Arriba”.

El mismo año Camilo Polavieja, a la sazón Capitán General de la Isla, escribía sobre el otro, de visita en la capital:

“Públicamente fueron a verle en La Habana conocidos revolucionarios de toda la Isla, dando esto lugar al reverdecimiento de esperanzas poco gratas para España y al espectáculo tristísimo de que no obstante pertenecer Maceo a la raza de color, que es en general objeto de profundo desprecio por parte de los criollos, por simbolizar Maceo la idea del odio a España, fuese visitado y acompañado por considerable número de representantes de familias criollas, algunas muy notables por su posición social, y singularmente por la juventud (…)”

La guerra de razas que venenosamente pretendía divulgar el enemigo, se desvaneció, de cualquier manera, por la actitud de estos caudillos, quienes pese a sus diferencias, vinieron en el mismo barco, pues tanto los Maceo como Crombet tenían en común el profundo sentimiento de rectitud y fidelidad a la causa.

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