jueves, 20 de abril de 2023

Imperdonable camuflaje

Por Pascale Riou

El brillo de los  flamboyanes de Martinica ayudó a pintar un cuadro tropicalista, atractivo y divertido, borrando sutilmente los turbios y sucios  bosquejos de la esclavitud. No se puede dudar de la inocencia esplendorosa y  natural de la “madinina”, “la isla de las flores” de los indígenas antillanos; no hay perdón por  el silenciamiento de la flor de excelencia humanista e intelectual que fue Suzanne Roussi , esposa de Aimé Césaire .

Había nacido en 1915, dentro del seno de una familia de “mulatos” propietarios de una destilería. Su madre, directora de la escuela de Trois-Ilets, siempre estuvo en desacuerdo con  las injustas  condiciones de vida de los descendientes de los esclavos libres en la isla. La familia Roussi impuso su visión igualitaria totalmente revolucionaria en las  colonias de aquellos tiempos, y fue de las primeras en dar boleto de paga a sus empleados.

La pequeña Suzanne creció  entre dos mundos, el dominante de los colonos, los Beké, y el oprimido martiniqués. Creció cerca de Le Morne, un infierno natural salvaje  donde se refugiaron y construyeron su nueva vida  los cimarrones de la isla; zona marcada por un doble sello: el de la  libertad y lo maravilloso-maléfico; zona donde el martiniqués es “hombre -planta”; zona donde el martiniqués es Etíope, o sea africano, según la denominación de los antiguos griegos; zona donde el martiniqués celebra el Bèlé, bailando y cantando por la tierra.

A los 27 años Suzanne , docente e  intelectual con otros dos profesores y su esposo Aimé Césaire  crean   la revista cultural y literaria Tropiques, que integra una poesía revolucionaria, luchadora, comprometida, criticando la sociedad de tipo fascista impuesta por el Almirante Robert[i] en las Antillas y la muy cómoda literatura exótica  “doudouiste”.[ii]

La joven Suzanne, amiga de André Breton y del artista cubano Wifredo Lam, ya estaba desplegando su propia mirada poética surrealista sobre la alienación histórico-social sufrida por el martiniqués, afirmando  la honda necesidad de tragar la naturaleza para luego renacer: “la poesía será caníbal o no será”.

Su hija  Ina la retrata en 2009: “… ansiosa de libertad, sensible a los dolores de todos los oprimidos, rebelde a cualquier injusticia, enamorada de literatura y apasionada por la historia (…) atenta a cada progreso relativo a la liberación de las mujeres...”

De1941a1945 salieron en Tropiques los siete “Escritos de disidencia” de la joven escritora y poetiza, en los cuales destruye a machetazos la desastrosa poesía “doudou” , una  “literatura de azúcar y vainilla”, poblada de bellas  mulatas que les gustaba y les convenía a los profesores coloniales .

Alaba y analiza  con maestría la poesía surrealista  de André Breton por ser la nueva y necesaria vía de una libertad artística y mental que permite borrar las “boberías coloniales” y  las sórdidas antinomias blanco-negro , europeo-africano, civilizado-salvaje.

También  analiza los tres  motivos de la casi  inexistencia de obras de arte auténticas del martiniqués en un ensayo titulado Malestar de una civilización: la brutal trasplantación en una tierra extranjera; la sumisión imprescindible a un sistema de civilización aún más extranjero que la nueva tierra tropical y “el gigantesco error” colectivo del martiniqués sobre su verdadera naturaleza: el negro libre asoció “liberación” con “asimilación”, lo que devino dramática  confusión.

“Lo más grave es que el deseo de imitación, antaño reacción de defensa contra una sociedad opresiva —decía—, se volvió una temible fuerza secreta del inconsciente del martiniqués,  ignorando así su verdadera naturaleza (de ‘hombre-planta’)”.

Suzanne acaba su ensayo afirmando: “Se trata de tomar consciencia del extraordinario amontonamiento de energías diversas que hemos encerrado en nosotros mismos hasta hoy (…). Esta tierra, la nuestra, sólo puede ser lo que nosotros queremos que sea”.

Los ensayos políticos y filosóficos pioneros  con inspiración vegetal surrealista lírica en los cuales  Suzanne llamaba a sus compatriotas al despertar cultural e identitario para que salieran de la sombra del “gran camuflaje” colonialista fueron olvidados hasta el año 2009, cuando  la editorial francesa Le Seuil los publicó bajo el título El gran camuflaje. Escritos de disidencia.

Suzanne, de salud delicada, madre de seis hijos, falleció en 1966 a causa de un cáncer cerebral. Su esposo Aimé Césaire (1913-2008) siempre la celebró en sus versos; sin embargo, la figura mundial  de la negritud, cofundador de  “Presencia africana”, nunca  editó los escritos de su esposa.

Quizá lo anterior estimuló una interesante reflexión de la escritora martiniqueña Suzanne Dracius:

“Una de las terribles violencias que se ejercen contra las mujeres es la minimización de su  papel y de su importancia en nuestra cultura y en nuestra historia. Suzanne Cézaire es una de las olvidadas. ¡Pero yo  nunca la olvidaré!”

Por su parte, otra prestigiosa intelectual, Monique William, declaró emocionada tras reaparecer los escritos de su prima:

“Cuando leo sus textos la vuelvo a ver. Estoy con ella, está presente a mi lado. Es una felicidad y un orgullo ver que después de tanto tiempo ella está presente”.

Ina escribe en “Suzanne Césaire, mi madre”:

Mi madre,

hermosa como la llama de su pensamiento (…)

Dejando consumirse el humo azul de su cigarrillo inglés prohibido.

En aquellos tiempos, ninguna otra madre fumaba

Y ninguna otra madre leía Chekov tomando su cafecito por la mañana (….)

—Tu generación será la de las mujeres que eligen —me había dicho alguna vez.

 

Más allá del “árbol-camuflaje” estaba Suzanne la “mujer -planta”.  Antes de Aimé, estaba Suzanne.



[i] Almirante Robert: Administrador en las Antillas de 1940 a 1943, impuso una sórdida represión en las islas, fiel al llamado “gobierno de Vichy” de Pétain que colaboró con el gobierno nazi alemán (1940-1944).

[ii] Literatura “doudou” o “doudouiste”: Apodo peyorativo dado por los surrealistas a la literatura y poesía de moda a principios del vigésimo siglo por  difundir  una imagen idílica  y mentirosa de las colonias .Una “doudou” en francés era una mulata o negra de las islas .

jueves, 13 de abril de 2023

Al habla con una América silenciada

Por: Ramón Torres

En 1931, un grupo de naciones de este lado del Atlántico decidió establecer el 14 de abril como Día de las Américas, pero realmente hubo que esperar a 1948 para que reunidos en Colombia, miembros de veintiún países establecieran acuerdos dirigidos a afianzar la paz y la seguridad del Continente Americano y consolidar la democracia de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de cada Estado. Pero, ¿se cumplirían de veras tales preceptos?

Sin lugar a dudas, el principio era descolonizador por su esencia, pues tenía en cuenta el respeto a la soberanía regional y cuestionaba desde entonces esa América construida por manuales, a partir de un supuesto “Descubrimiento” que no era tal, pues había mucho de historias silenciadas, como la propia designación del continente en honor a Américo Vespucio, cual si no estuviera habitado cuando llegaron españoles y portugueses, ingleses, franceses u holandeses.

 

En el capítulo “América. ¿Cuántas veces se ha descubierto”, del libro Enigmas de la Historia, el autor Jeremy Taylor Woots declara:

“Uno de los infortunios de Colón —y no el menor— es el grado en que se ha discutido, por parte de algunos doctos, hasta la realidad de su descubrimiento. Hay un criterio intermedio, lógico, de sentido común, que es el que suele adoptarse en todos los manuales de historia. Prescindiendo de ciertas enormidades, como (…) el posible predescubrimiento de América por los fenicios, israelitas, griegos, romanos, germanos, árabes e irlandeses, está demostrado que los vikingos, en sus correrías de Islandia a Groenlandia, llegaron en el siglo X a América. Pero las relaciones entre aquellas tierras y Europa se interrumpieron en el siglo XIII. También se ha creído modernamente que los chinos tuvieron noticia de un continente situado  al oriente de su tierra y al que llamaron Fu-Sang”.

Es una verdad de Perogrullo: lo más importante que trajo el “Descubrimiento” ha sido su manipulación. Se modificó libremente la historia y se desconoció el papel de los pueblos originarios. Se “construyó” una América salvaje y atrasada, con el fin de justificar la conquista. Así llegó Velázquez a Cuba, Cortés a México, Pizarro al Perú. Así introdujeron personas esclavizada desde África, pero les negaba a estos y a los que ya estaban desde antes, su participación como parte de la nación. Había una América dividida, sesgada, elaborada.

No debe extrañar que hacia 1826, Simón Bolívar convocara a un congreso americano, el primer intento concreto de alcanzar la unión de las repúblicas hispanoamericanas específicamente, que dejaba fuera a los Estados Unidos.

Por supuesto, el vecino del Norte presionó durante mucho tiempo —imbuido de la Doctrina Monroe— hasta que logró la ejecución, en 1889, de la Primera Conferencia Panamericana de Washington, donde propuso  una Unión Aduanera y una moneda común. Al año siguiente surgiría la Unión de Repúblicas Americanas el 14 de abril de 1890, antecedente directo de la Organización de Estados Americanos (OEA), creada en 1948.

Pero…, no nos llamemos al engaño. América suspira porque realmente se reconozcan los verdaderos derechos de sus habitantes, porque los ancestros Amaruka, que las tribus indígenas traducían como "Tierra Fecunda" sean considerados y reivindicados, ya que resultaron víctimas de saqueos, violaciones de sus derechos, y muchas veces condenados a la pérdida de su verdadera identidad.

Si se quiere dedicar en rigor un Día de las Américas, hay que pensar en sus historias silenciadas, de responsabilidades gubernamentales con una afroindoamérica excluida, de evitar la repetición de errores. Si se quiere celebrar un día por nuestro continente, mejor retomar las ideas de nuestro José Martí, quien desde el principio fue preclaro al enfatizar en su ensayo “Nuestra América”:

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.

 

Y aunque parezca un poco extenso, vale la pena retomar también el final del mencionado ensayo:

“No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.  Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!”