viernes, 5 de marzo de 2021

Juan Gualberto Gómez: un hijo de esclavos en el altar de la Patria

Por: Alain Santana


El 5 de marzo de 1933, a los 80 años de edad, fallece en La Habana Juan Gualberto Gómez Ferrer, el hombre en quien confió José Martí para enviar la orden del alzamiento aquel 24 de febrero de 1895.

De origen afroamericano, nació en el ingenio azucarero Vellocino de Oro, propiedad de Catalina Gómez. Sus padres, Fermín Gómez (Yeyé) y Serafina Ferrer (Fina), eran esclavos, pero lograron comprar la libertad del niño antes de su nacimiento, de acuerdo con la ley de la época.

Su condición de hombre libre le permitió aprender a leer y escribir, y por su notable inteligencia y fácil aprendizaje, a pesar del sacrificio económico que les significaba, sus padres lo enviaron a estudiar a La Habana, al colegio Nuestra Señora de los Desamparados, dirigido por Antonio Medina y Céspedes, un maestro afroamericano inspirado en la obra de José de la Luz y Caballero.

Tras el estallido de la llamada Guerra de los Diez Años (1868), el joven se encontraba como espectador en una función del teatro Villanueva que fue asaltado por grupos realistas, pues se supo que la recaudación de la obra representada iría en beneficio de grupos independentistas.

La gravedad de los incidentes y el clima de violencia decidieron a los padres de Juan Gualberto, apoyados económicamente por Catalina Gómez, enviarlo a Francia para que aprendiera el oficio de constructor de carruajes, uno de los pocos de relieve al cual podían aspirar los negros y mestizos durante el período colonial.

Al año siguiente llegaron de visita a París la dueña del ingenio, Catalina, acompañada de los padres del joven. El maestro Binder opinó que dada la capacidad e inteligencia de su aprendiz, sería recomendable hacer un esfuerzo y proporcionarle una carrera profesional.

El muchacho fue inscrito en la prestigiosa Escuela Mungo, preparatoria de ingenieros, pero interrumpieron temporalmente sus planes de estudios a mediados de 1870 la Guerra franco-prusiana, seguida del Sitio de París y la sublevación de la Comuna en la capital francesa .

En julio de 1872 conoció al patriota Francisco Vicente Aguilera y al general Manuel de Quesada, quienes recolectaban fondos para los independentistas en Cuba. Al necesitar de un traductor, Juan Gualberto fue contratado. Su propia experiencia como afroamericano y la sublevación contra el Imperio español en Cuba lo van decantando como político involucrado en la causa revolucionaria de su país.

Ante la precaria situación económica de la familia, los padres del joven le comunican su incapacidad de seguir financiando su estadía en París, y le recomiendan regresar a Cuba, pero Juan Gualberto prefiere buscar empleo, aunque fueran mal remunerados, en casas de comercio, como reportero o de corresponsal. Así lo encontramos durante la Tercera República Francesa  en un puesto de la revista Revue et Gazette des Theatres, que será el comienzo de su carrera periodística.

Hacia 1878 viaja México, donde conoce al abolicionista cubano Nicolás de Azcárate, que lo actualiza sobre de la derrota de las fuerzas independentistas el fin de la Guerra de los Diez años.

Juan Gualberto decide regresar a su país natal y entabla amistad con José Martí. A partir de entonces una empatía fundada en ideales compartidos uniría la acción revolucionaria de ambos patriotas.

Pero los criterios de Gómez, sobre todo en su periódico La Fraternidad, no son bien vistos por el gobierno de la colonia, que prohíbe su publicación y deporta al joven a la metrópoli, acusado de infidencia y agitador en clubes revolucionarios y movimientos conspirativos.

En España, aprovecha el escenario europeo para desplegar una intensa labor en publicaciones como El Abolicionista, La Tribuna, El Pueblo, El Progreso y otros escenarios.

De vuelta a Cuba gracias a la permisión española para que entraran muchos agitadores de antaño, Martí lo designa en 1890  como su delegado en los preparativos de la guerra que se reinicia el 24 de febrero de 1895; pero, apresado casi al inicio, resulta nuevamente desterrado y preso en Ceuta.

Ya con la República puede retornar a su tierra, donde bajo el seudónimo "G" fue diestro combatiente contra el primer presidente Tomás Estrada Palma y la Enmienda Platt, que convertían a Cuba en casi una colonia de los EE. UU. 

Los artículos y crónicas de Gómez acusaban el peculado y las genuflexas posturas de pro anexionistas, que contrastaban con la rectitud de quien, aun desde la ancianidad, mantuvo una actitud consecuente con el legado martiano.

Cuando fallece aquel hijo de esclavos, ya había conquistado un sitio venerable en el altar de la patria. En su honor, la Unión de Periodistas de Cuba instituyó el premio anual que lleva su nombre.

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