lunes, 24 de septiembre de 2018

Reflexiones sobre el Abakuá




Por: Ángel Gerrero, Aberiñan Itia Macandá Efó


Desde el 6 de Enero de 1836, fecha que se recoge oficialmente como el nacimiento de Efi Buton, primera potencia y origen del abacuá en Cuba, han sido miles los tabúes y leyendas que han acompañado a sus miembros a través de los siglos y, que de una manera u otra, han contribuido a crear cierto misticismo alrededor de nuestra sociedad. Sería interminable la lista, casi nada positivo, de fábulas, anécdotas tenebrosas, matonismo y violencia relacionadas con nuestra orden; obviamente, nos han otorgado los más humillantes y despectivos adjetivos. Si usted pregunta a 100 personas, qué es un íreme, muchos, quizás no sepan su significado; pero, si dice DIABLITOS, todos responderán afirmativamente; así de sencillo, DIABLOS, es lo que fuimos para aquellos que nos colonizaron y que como catalizador común, dicha acepción se fue transmitiendo de generación en generación.
En cierta ocasión que estuve en Chicago, me encontraba en una fiesta en casa de Marylín Houlberg; prestigiosa profesora de Historia del Arte, reconocida antropóloga y especialista en el vudú haitiano. Fue una reunión maravillosa, pues se encontraban ahí representantes del mundo cultural e intelectual de la ciudad y, sobre todo, la diversidad étnica y de nacionalidades era extraordinaria. Había personas de más de 20 países diferentes, por lo que era un marco apropiado para intercambiar y conocer aspectos de otras culturas. Yo me encontraba con mi amigo Ivor Miller y, en determinado momento, al presentarme a una de las presentes, que yo suponía intelectual, como músico y cubano, la ilustre señora me pregunta, “¿es verdad que ustedes los abacuá sacrifican niños para sus ritos?”
Imagínense ustedes qué respuesta merecía esa pregunta, en el verano de 2004 y, proveniente de una estudiosa de la cultura afrocubana. Sin perder la ternura le contesté: “Sí, usted tiene razón. Antes sacrificábamos niños para nuestros ritos, ahora, como hemos evolucionado sacrificamos adultos; por eso le recomiendo que no esté cerca de mí, y así evitar ser la elegida para el próximo sacrificio”.
La señora después de oír mis palabras, apenada, bajó la vista y se marchó, quizás abochornada por su insensatez. Como este, son cientos de tabúes que hemos tenido que lidiar para demostrarle al mundo que somos una sociedad religiosa igual que cualquier otra, con singulares aspectos rituales que nos hacen diferentes, como es natural.
Pero fue una conversación con unos amigos cubanos en Lansing, Michigan, en 2002, la que me hizo meditar y trazarme como meta que si algún día tenía la posibilidad de escribir un artículo para aclarar este tabú tan generalizado en el contexto religioso, sería sobre aquel tema; pues lo consideré trascendente y malintencionado, y que había contribuido a tergiversar los valores de nuestra sociedad a través de los siglos de existencia como entidad religiosa. Para “ir al grano”, como decimos los cubanos, en aquella charla, tertulia o como se le quiera llamar se habló de todo. Para un emigrante no hay nada más necesario y vital, más aún, cuando se lleva poco tiempo viviendo en un nuevo país con diferente cultura y costumbre que conversar y añorar todo aquello que dejamos atrás. Es como un dulce sueño.
Cuando hablamos de nuestro pasado es como si voláramos a través del espacio en una máquina del tiempo y, entonces, en ese momento la nostalgia nos envuelve y domina nuestros sentimientos; el emigrante verdaderamente vive de recuerdos y dentro de su corazón lleva su país a donde quiera que valla. Cuando se emigra del otro lado del mar, en nuestro caso, se quedan ilusiones y anhelos, sueños y desvelos; se queda parte de la vida. Por lo tanto, pelota, política, música, deportes, religión, engloba todo nuestro universo. Los presentes ese día profesábamos religiones de origen afrocubano. Se habló, de discutió, se cantó y se bailó. No hubo manifestación de culto a la que no se le dedicara un gran espacio; y el abacuá, como es lógico, no podía faltar en aquel “ajiaco” religioso cultural.
Fue así como en uno de aquellos debates alguien dijo: “Yo no me juré en la sociedad ya que ha cambiado mucho; hoy cualquiera sabe que eres abacuá y los jóvenes lo pregonan de esquina a esquina. Antes era distinto.” Y, siguió comentando, que sólo al morir su abuelo su familia tuvo conocimiento de su militancia. Aquella conversación y criterio expresado me hicieron meditar tan profundamente que, sin polemizar, me dije: “Si algún día tengo la oportunidad de poder escribir un artículo bien detallado al respecto, servirá para aclarar y desmitificar este malentendido.” Ni remotamente podía imaginar que algunos años después, lo haría en una web visitada por millones de personas alrededor del mundo.
En el transcurso de los siglos, muchos han pensado y, a otros los han inducido a pensar, que el hecho de que seamos una sociedad secreta, en alguno de nuestros ritos, nuestra convivencia social tiene que estar marcada por la misma línea. Como dije al principio, se nos catalogó como diablos; y debido a eso, a principios del siglo XIX, en nuestros orígenes, cuando los negros africanos fueron desgarrados de su tierra natal y traídos a las América, no quedó otra alternativa histórica que andar ocultos para poder evadir a los amos y castigos policiales. Es conocido, a pesar de que no ha sido bien divulgado, que los primeros esclavos que obtuvieron su libertad en la etapa colonial fueron los Carabalí que pertenecían a sociedades secretas [ABACUÁ] ¿Por qué fue posible eso? Porque eran los que estaban mejor organizados a través de sus potencias o cabildos.
Por lo que, con el tiempo, el gobierno colonial español asumió, vio y temió que, a partir de 1836, año que se toma oficialmente como nacimiento de la sociedad abacuá en Cuba, a través del origen de la potencia Efi Buton, en el ultramarino pueblo de Regla en la Habana, ésta creciera. Y así ocurrió, como no podía ser de otra manera. Desde esa fecha el número de potencias se fueron incrementando, tanto, que los gobernantes coloniales, en ley dispuesta, cataloga a todos sus miembros como criminales. Su sola pertenencia ya era un delito; y más doloroso aún, cuando muchos fueron deportados a la isla de las Chafarinas por tal motivo.
Como es lógico todo el que pudo ocultar su afiliación religiosa lo hizo; obviamente, a nadie le hubiera gustado la idea de ser deportado como preso a una isla con tan bajas condiciones sanitaria, donde muchos de los que salieron deportados de Cuba nunca más volvieron; la gran mayoría murieron a consecuencia de la pésimas e infrahumanas condiciones de vida. Ya desde esa época toda la prensa escrita, claramente al servicio de los gobiernos de turno, se dio a la tarea de tratar de desmoralizar, a través de artículos periodísticos y cuestionados estudios científicos, criminalizando nuestra sociedad. El libro La Policía y sus misterios es un claro ejemplo de tan abominable análisis de cómo la intelectualidad y los gobernantes invirtieron grandes sumas de dinero en dar a conocer al mundo la peligrosidad de aquel “engendro” llamado abacuá. El sentimiento antiabacuá dentro de la sociedad cubana, como era de esperar, se incrementó, también.
Éste es el origen de todos aquellos mitos y tabúes orquestados por aquellos rufianes, (lo de rufianes lo digo yo) que van pasando de oído a oído y, cada cual con su propia imaginación continúa aumentando infundios. La historia sólo recogía hechos delictivos y conductas indecorosa de algunos de sus miembros; obligándosele, de cierta manera, a que se marchara clandestinamente.
Nunca en una clase de historia de Cuba se ha dicho que los primeros cabildos de cimarrones fundados la mayoría de sus miembros eran abacuás; que algunos jóvenes de La acera del Louvre, importante lugar histórico de la Habana colonial, famoso por ser centro de conspiración contra el gobierno español, eran abacuás; que uno de los cuerpos élites en la infantería del ejército mambí en Matanzas estaba compuesto por abacuás; que cuando El Mayor general Antonio Maceo fue delatado y tratado de apresar en la Habana en el año 1895, fue escondido y protegido por los miembros de la potencia Bacoco efo, en el barrio de Belén, debido, entre otros lazos, a que Lino D´ou el edecán de su hermano José, era también miembro de esta potencia. Muchos mambises dejaron sus vidas en el campo de batalla, pero han pasado a la historia como héroes anónimos.
Sería inmensa la lista de ilustres personalidades cubanas que han sido abacuás, pero sólo tomaremos, para  que sirva de ejemplo, a dos de ellos, por su gran arraigo popular: Martín Dihigo e Ignacio Piñeiro: Martín Dihigo, considerado por muchos como el pelotero más versátil que ha pisado un terreno de béisbol y, a su vez, el más grande que ha dado Cuba; miembro del hall de la fama de 4 países y electo al salón de la fama del béisbol norteamericano, aún si haber jugado nunca en él, por prejuicios raciales de la época; pues “el inmortal”, como se le conoce en el mundo del deporte Martín Dihigo, era miembro de la potencia abacuá Odan efi y, más relevante aún, Isue Eribo de la misma.
Claudio José Domingo de Salas, uno de los más relevantes violinistas del siglo pasado, considerado el”Paganini Negro”, fue condecorado por el emperador Guillermo II con la ciudadanía Alemana, con el titulo de Barón y como músico de cámara. Además le fue otorgada en Francia la orden de la legión de honor. Este virtuoso violín que llevó su maravilloso arte a todos los rincones del mundo demostrando maestría y genialidad recaudo fondos a favor de la causa independentista cubana dando unos conciertos en República Dominicana. Pues si, aunque nunca lo haya escuchado, Brindis de Salas también fue abacuá.
Cuando se hable de las figuras con marcadas referencia para el desarrollo y consolidación del son cubano, uno de los ritmos más populares de la historia musical cubana, habrá que hacer referencia a Ignacio Piñeiro, creador y director del conjunto de rumba “Los Roncos” y del afamado conjunto  de son “Septeto Nacional”; a él se le atribuyen más de 300 obras musicales que abarcan una gran variedad de géneros musicales: sones, rumbas, guajiras, guarachas, congas, tangos, plegarias, etc. Muchas de sus obras son mundialmente famosas tales como “Échales salsita,” “Suavecito,” “No juegues con los santos,” “El desengaño de los roncos,” “Bardo,” “Los cantares del abacuá,” “Dichosa Habana,” etc., pues, también, este ilustre cubano fue abacuá.
Ponemos estos ejemplos para que el lector tenga una idea más exacta y pueda valorar que ser abacuá no significa, como han querido hacer creer muchos a través de los siglos, delincuencia, criminalidad, ignorancia, cárcel. Si se hiciera un análisis serio y profesional sobre la Sociedad Ecoria Abacuá actual, o sea, si escogiéramos al asar una potencia de las que funcionan en la actualidad verificáramos el nivel cultural de cada uno de sus miembros comprobaríamos varia cosas. Primero: El abacuá es una sociedad de socorro, no una junta de criminales. Segundo: en una potencia encontraremos entre su miembros médicos, abogados, maestros, arquitectos, ingenieros, músicos, deportistas, vagos habituales, ladrones, personas violentas, militares, etc.
Desde el punto de vista étnico, también, blancos, negros, mulatos, chinos. La respuesta a esta diversidad en sus miembros es fácil y, aunque siempre se ha tratado de ocultar, no somos más que el reflejo de la sociedad cubana. Así de sencillo. Si hacemos este mismo análisis en un hospital, una unidad militar, una fabrica, una escuela, los resultados serían los mismo; y es que todos formamos una misma realidad. En la sociedad cubana de 1840 los juegos estaban formados por tabaqueros, jornaleros, zapateros etc., ¿por qué?, porque el nivel ocupacional de  la época era tan bajo que, muchos de aquellos hombres eran analfabetos. Si hoy, debido a la política educacional de Cuba, el  nivel promedio del cubano es de un casi grado 10, es de esperar que los actuales abacuás tengan mayor nivel cultural.
Pero, para no apartarnos del tema en cuestión, aún en la actualidad hay muchos que erróneamente, piensan que debemos seguir ocultos como si fuéramos delincuentes prófugos de la justicia. Si en estos momentos, en el año 2007, donde debido al proceso de globalización e integración en que se mueve el mundo la vida cambió; Internet y las nuevas tecnologías de información han revolucionado y transformado de manera radical el mundo de la comunicación, permitiendo desde casi cualquier parte del planeta y durante las 24 horas del día (cómo, dónde y cuándo) ponernos en contacto con una persona y recopilar todo tipo de información sobre un tema especifico.; si debido a estos adelantos el mundo ha dado un giro de 360 grados en lo que a  la comunicación y la interacción de las personas y organizaciones respecta; y vemos con regocijo cómo los religiosos de todo el mundo se relacionan, se organizan; si no es relevante en qué lugar del mundo se encuentren los Cristianos, Protestantes, Católicos, Musulmanes, Yorubas, etc. , para reunirse, intercambiar ideas, ayudándose mutuamente no importando el color, raza, lugar de origen. Si cada uno de los fieles de estas organizaciones religiosas, son capaces de general amor y devoción por sus cultos; si se sienten orgullosos y, con pasión, predican su creencias, ¿por qué nosotros no podemos ser iguales?
Y me pregunto una vez más, si nuestros cultos, creencias y ritos son tan ricos en música y colorido, si para ser miembro de nuestra hermandad sólo solo pedimos ser fraternal, ayudar al hermano con problemas y ser respetuoso porque nos han hostigado toda la vida y nos han marginado a vivir casi clandestinamente ¿no es el momento histórico para dejar atrás toda esa guerra desmoralizante en que nos han sumido?
No estamos exentos de problemas, pero en nuestras filas no existe ni tienen cabida los terrorista, ni los pedófilos y pornógrafos infantiles, ni los que maltratan a sus madres, esposas e hijos. Somos intolerantes en eso; por eso, no tenemos nada de que abochornarnos. Todo lo contrario somos una entidad integra y llena de vida y futuro y una de las organizaciones más antiguas de Cuba, que hemos mantenido nuestra identidad a pesar de que nos han tratado de exterminar. Y, tomen estos datos como ejemplo: el escudo cubano se creó en 1849, la bandera en 1850, el himno en 1868 y la primera guerra de emancipación en contra del colonialismo español comenzó 1868, Pues, como expliqué al principio de este escrito, nosotros nacimos en 1836; o sea, si de antigüedad se trata, somos más viejos que los símbolos patrios y, a su vez, mucho antes de que comenzara la primera guerra patria en 1868, los cabildos cimarrones formados mayoritariamente por abacuás habían sembrado las primeras semillas del descontento y desacato al colonialismo español. Por eso nos debemos sentir orgullosos de nuestra cubanía y de nuestra militancia, pues la historia lo ha demostrado, es hora de expresar sin reservas ni zozobras y con todo el orgullo del mundo: ERENDIO ECORIA ENLLENE ABACUÁ.


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