viernes, 3 de septiembre de 2021

Sexualidad religiosa: un gran rollo

 

Cada 4 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Salud Sexual. Por eso Cubamafima decidió incursionar en torno a determinados roles de género en algunas expresiones religiosas de matriz africana y su correspondiente repercusión en la mentalidad de los practicantes.

 Por: Ramón Torres


Los seguidores de la Ocha aceptan al oricha designado. En la foto, el joven agachado de la derecha usa una pulsera blanca del andrógino Obbatalá durante una promesa a Babalú Ayé

En su obra La mujer en la mitología africana, Aricel Arce y Sini Tarvainen distinguen características andróginas de algunos orichas, así como relaciones incestuosas unas veces, promiscuas otras y, sobre todo, verifican el destacadísimo papel de las féminas en esa cultura, lo cual implica a los practicantes hacia una sexualidad más o menos flexible.

La Regla de Ocha o Santería (de antecedente yoruba) permite ciertas “libertades”, sexuales dentro del ritual, que suelen repercutir luego en la cotidianidad. Así, para su consagración,una personaha de aceptar sin reparos el “santo” que le corresponda, aunque sea un oricha femenino o masculino.

Desde luego, esto es lo que exigen las normas religiosas, pero no significa que a nivel personal resulten siempre bien acogidas, por lo que hay quien prefiere buscar una segunda opinión que confirme o deshaga la anterior. Las personas que asumen esa posición, generalmente sienten amenazada su integridad sexual debido a los roles de género socialmente legitimados.

No ocurre lo mismo con el sacerdocio de Ifá (también de procedencia yoruba), tradicionalmente en poder masculino: los babalawos. Sin embargo, la irrupcion de mujeres dentro del culto de Ifa con papeles protagónicos sin llegar a convertirse en babalawo, sino iyaonifá (independientemente de su orientación sexual) exige un replanteamiento del problema, toda vez que la hegemonía ya no es solo falocéntrica, y repercute a nivel de pensamiento y actitudes sexuales.

¿Cómo enfrentan los hombres la competencia de estas iyaonifá? Depende de interpretaciones, familia religiosa a la que se esté afiliado, disposición para el cambio, el elemento cultural y, ¿por qué no?, discernimiento de la diferencia dentro de la diversidad, entre otros aspectos.

Para los practicantes del Malongo o Regla de Palomonte esto es problema resuelto, pues la jerarquización queda bien clara y el papel del un Tata Nganga, por ejemplo, jamás ha sido cuestionado por las mujeres practicantes, porque “así lo dicta la tradición”, según afirma la mayoría. Para que una mujer adquiera jerquía respetable en esta expresión religiosa debe ser menopáusica, es decir no atravezar menstruaciones, por ello la denominan “seca”, que significa “libre de sus reglas”.

De cualquier manera, los paleros y paleras de hoy no son los de antaño, y pese a las restricciones, cada vez se van nivelando las relaciones hombre-mujer dentro y fuera del ritual místico.

El Malongo tiene muy bien jerarquizados los cargos de acuerdo con el género

Pero dónde de veras adquiere mayor dimensión el asunto del género es en la Sociedad Abakuá, agrupación religioso-mutualista exclusiva de hombres, que a diferencia de las anteriores (cuyo accionar se aprecia en todo el territorio nacional), solo la encontramos en la región noroccidental cubana, específicamente en las ciudades de La Habana, Matanzas y Cárdenas.

Abakuá es una agrupación masculina con roles que trascienden lo religioso

Entre los abakuá no existe un libro que regule la sexualidad, pero las normas del “ambiente” (cantera fundamental de este universo masculino) exigen determinados comportamientos androcéntricos, sobre todo hacia lo público.

Se es hombre cuando no se es amujerado, cuando no se asumen maneras femeninas. Cuando en un estricto rigor nuestras relaciones sexuales se han basado en un comportamiento arquetípico incluso ante la mujer. Hay específicos puntos del variado repertorio en el rejuego amoroso, que están proscriptos de la conducta sexual del macho abakuá. La versatilidad erótica de ciertas culturas, muy desarrolladas como las europeas, digamos, llenarían de repulsión y condena al abakuá más liberal.

Ser invertido es una suerte de muerte moral en el concepto abakuá (Diaz, 1961,18).

En cambio, la religión forma parte de un contexto. Y, a tenor de lo dicho anteriormente, la investigadora Joviana Castro Valiente es del parecer que sobre la Sociedad Abakuá no se ha abordado lo suficiente desde una perspectiva de género.

A la luz del siglo XXI, cuando el tema sexo, género, respeto, diversidad abundan sobre las mesas de discusiones, la citada autora admite que sus entrevistados coinciden en la inexistencia de restricciones en el comportamiento sexual de los miembros de la entidad, al menos en ninguno de sus reglamentos, aunque algunas prácticas sexuales son más aceptadas que otras. Es decir, parece que no es la religión quien limita, sino los tabúes sociales que perduran.

Por ello, tanto para las religiones señaladas como en otras que quedaron fuera (arará, vodú, gangá, etc.), podemos afirmar que el discurso se está moviendo.

El reconocimiento de que ciertas prácticas sexuales no menoscaban la masculinidad y forman parte de mitos y estereotipos —continúa la doctora Castro Valiente, quien es además Máster en Sexualidad—, constituye un paso de avance y una muestra de que (…) algunos paradigmas comienzan a cuestionarse (Castro, 2016, 19).

Fuentes:

Arce, Arisel y Sini Tarvainen. La mujer en la mitología afrocubana. Aurelia Ediciones. Panamá, 2017.

Bolívar, Natalia y Carmen González Díaz de Villegas. Ta Makuende Yaya y las Reglas de Palo Monte. Ed. UNIÓN, La Habana, 1998.

Castro, Joviana. “El hombre esotérico: Expresiones de masculinidad en hombres iniciados en la Sociedad Abakuá en La Habana”. En Sexología y Sociedad. Año 22, No. 54, junio de 2016.

Díaz, Alberto Pedro. “Para iniciarse en la sociedad abakuá”. En Actas del folklore. Año 1, No. 4 La Habana, 1961.

Fuentes Guerra, Jesús. La Regla de Palo Monte, un acercamiento a la bantuidad cubana. Ed. Unión, 2012.

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