Por: Ramón Torres/ Fotos: Cuadros del pintor Hugo Curet
Se ha dicho y repetido hasta el convencimiento, que las personas esclavizadas traídas desde África homologaron muchas de sus deidades a figuras del santoral católico, tras lo cual devino un híbrido que con el tiempo dio origen a religiones autóctonas en las Américas, aunque mantuvieron los elementos esenciales de sus matrices subsaharianas.
Esto, en parte, tiene aspectos verídicos, pero admitirlo acríticamente sería como si patentizaramos que los africanos aceptaron pasivamente la imposición católica, “superior”, y que tenían los negros muy poco que aportar. Sin embargo, ese proceso de sincretización, además de ser discutible, también lleva mucho de imposición.
En los años de 1750 fue nombrado obispo de La Habana el padre Morell de Santa Cruz, quien al llegar a esta ciudad dijo haber encontrado a los “morenos” en “tan excesivo tropel de sus negocios e impertinencias” que mandó a instruirlos en la doctrina cristiana y a supervisar sus actividades.
La acción de Morell fue rápida y en cierta medida eficaz —argumenta la doctora María del Carmen Barcia—; se dedicó a presentarse en los cabildos y a dejar en cada uno de éstos la efigie de la virgen, incitando a los cofrades para que continuasen el culto en que se les había iniciado.
Indiscutiblemente, las acciones del padre Morell de Santa Cruz constituían una sutil forma de dominación, pues para perfeccionar la acción insistió en la necesidad de que los párrocos aprendiesen las lenguas africanas.
De todas formas deben tenerse en cuenta las acciones desplegadas por Morell —continúa la historiadora Barcia—, quien no se limitó a ubicar una imagen de la virgen en cada cabildo, sino que también adjudicó a cada uno de esos respectivas titulaciones católicas (…)
Tampoco debe pasarse por alto que muchas casas de cabildos, desde su fundación, estaban ubicadas en las cercanías de los templos católicos, que esta forma de religiosidad era la hegemónica, y por tanto la respaldada y promovida por el poder político, así como que debieron ejercer una marcada influencia sobre las sociedades de los africanos.
Esta forma de control-sincretismo-jerarquización se filtró pronto por las diversas organizaciones acriolladas que iban apareciendo: academias de baile, gremios, sociedades, etc., de lo cual derivó la asignación de un santo tutelar católico en la mayoría de las casas-templos, independientemente de su procedencia étnica: bantú, arará, yoruba, o en cada uno de los juegos abakuá.
También se exigió que africanos y descendientes fueran bautizados a la usanza católica, lo que con el transcurso del tiempo colocó el sacramento por parte de la iglesia en una actividad precedente a la iniciación en la mayoría de las religiones de origen africano.
Cualquiera de los ejemplos anteriores evidencia un soberano ejercicio de la hegemonía eclesiástica, cuyo discurso parece homogeneizarse, pero que en realidad apuntaba hacia la imposición ideológica de proyección judeocristiana, que influyó poderosamente en el inconsciente colectivo sobre las llamadas “culturas paganas”, que debieron aceptar los dictados del catolicismo “protector” y “civilizado”.
No debe extrañar, entonces, que en la cubanísima Trinidad descuelle un Cabildo de los Congos Reales de San Antonio, que una legítima iyalocha coronada con Ochún reclame orgullosamente ser hija de la “Santísima” Caridad del Cobre o que la más antigua potencia abakuá existente hoy día, Efori Nkomó, tenga como patrona a la Virgen de las Mercedes.
Aunque hablamos ya de una tradición respetada y aceptada, también es bueno reconocer que cada grupo étnico entró a Cuba en condiciones de subalternidad, con sus propias prácticas, ancestros y divinidades, pero sin otra alternativa que incorporar aquel ejercicio de la hegemonía. De resultas, podemos hablar entonces de unos “santos por imposición”.
Fuentes:
Barcia, María del Carmen. Capas populares y modernidad en Cuba (1878-1930). Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2009.
------ Los ilustres apellidos: negros en La Habana colonial. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2009.
Bolívar, Natalia y otros. Santa Bárbara Changó, ¿sincretismo religioso? Ed. José Martí. La Habana, 2016.
Torres, Ramón. Abakuá: del mito al imaginario. Ed. Abril. La Habana, 2019.
Respeto cada creencia y cada persona pero siempre e tenido esa pregunta¿porque imponer una creencia que clace de Dios permite eso? Debemos creer si es cierto pero debemos ser capaces de elegir en que creer y no pasar por encima de los demás imponiendo nuestras religion si de todas maneras dios se llame como se llame es uno sólo y quiere lo mismo para todos sus hijos . Muchas gracia por sus enseñansaz
ResponderEliminarGracias, amigo. Ese sería el corolario: promover una cultura de respeto donde prime la paz, independientemente de creencias particulares. Un abrazo
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