viernes, 24 de septiembre de 2021

El club de Atenas: sociedad de negros “finos”

Por: Ramón Torres

Primera directiva del Club Atenas (1917-1918)

El 25 de septiembre de 1917 se fundaba en la habanera calle de San Miguel, número 119 (altos), el Club Atenas, una de las instituciones más polémicas e interesantes de la etapa republicana cubana, pues la integraban 88 socios, negros y mulatos, en su mayoría empleados públicos, aunque también pertenecieron abogados, médicos, dentistas, ingenieros, profesores de música, periodistas y de otras profesiones, todos miembros de una pequeña y mediana burguesía negra.

Con el tiempo todavía ingresarían otros intelectuales, militares de graduación y personas de mayor posición económica.

Días antes, específicamente el 21 de septiembre, se había creado en la calle Escobar Nº 78 una Junta General con sus socios fundadores en el domicilio del industrial General Lauzá.

No era esta la única sociedad negra creada como respuesta a la discriminación ejercida por sus homólogas blancas que les negaban su acceso. Desde finales del siglo XIX, otras agrupaciones se empezaron a nuclear alrededor del prestigioso patriota Juan Gualberto Gómez, en lo que llamó Directorio de Sociedades Negras.

Juan Gualberto Gómez, Presidente de Honor

Como entidad asociativa de matiz ideológico, el Club Atenas abogaba por los principales intereses de los cubanos negros y mulatos, dentro de una sociedad jerarquizada por el color de la piel. Sin embargo, le caracterizaba su elitismo, donde “32% de sus integrantes eran profesionales, 26% empleados públicos, 19% industriales, comerciantes y propietarios, y 10% estudiantes comerciantes, industriales y propietarios”. (Barcia, 2005, 133-134).

Lo anterior permite explicar que, pese a los indiscutibles logros y valores, el Club Atenas fue al mismo tiempo un gremio clasista, el más exclusivo y aristocrático de su tipo para la “raza” negra, aunque a ella pertenecieron seleccionadas figuras de piel blanca como Don Fernando Ortiz.

Desde el siglo XIX estos negros “finos” se apartaban de sus congéneres no solo por los ingresos que percibían, sino incluso por el matiz de la piel. Al respecto, dice la doctora María del Carmen Barcia:

“Muchos mulatos —medio blancos, medio negros—, deseaban tener sociedades exclusivamente para ellos, algunas se limitaban a acoger ‘solamente pardos’, otras a ‘pardos escogidos’ cuestión que evidenciaba su carácter elitista” (ob. ct., 120).

Dentro de la misma ciudad, tampoco era igual pertenecer a la Unión Fraternal, que a la Sociedad de Asaltos Jóvenes del Vals, cuya pretendida “exquisitez” le llevaba a admitir solo cincuenta miembros. Pero sin dudas, el Club Atenas fue el más sonado por su jerarquización y la selección estricta de su membresía, pero no siempre se ha investigado ese aspecto con el rigor necesario, por lo mismo que señalaba Barcia:

“En líneas generales los que han trabajado el tema de la negritud, interesados en demostrar tesis preconcebidas, aglutinan a todos los negros y mestizos en un solo grupo, sin establecer las diferencias entre capas, grupos y sectores, que evidentemente existieron; estos presuponen que el rechazo a las costumbres tradicionales, provenientes de las tribus africanas, tuvo su punto de partida en una impugnación proyectada esencialmente por los blancos, en tantos los negros resultaban defensores de esa identidad (…)” (Barcia, 2005, 141-142).

De hecho, fueron estas sociedades de negros “finos” las que más arremetieron contra sus iguales, como si con ello pudiera evidenciarse la diferencia y su condición “civilizada” respecto de sus propios padres y abuelos venidos de África. No es de extrañar que el presidente Gerardo Machado, durante su campaña en 1925, les concediera el solar número cinco de la manzana 22, en los terrenos de la antigua Muralla, con el fin de que se construyera un edificio adecuado para el domicilio del Atenas y le asignó, además, la suma de cincuenta mil pesos para su construcción.

Fascimil de la cubierta de la revista Atenas en 1931

De cualquier manera, esta agrupación —como muchas otras de negros— merece ser recordada por su impacto en la lucha contra el racismo y su reorganización en pos del prestigio y reconocimiento social del sector.

Tras el triunfo revolucionario el 1º. de enero de 1959, las sociedades de este tipo fueron languideciendo, pues se suponía que la causa esencial de su surgimiento había desaparecido. Sin embargo, la realidad ha demostrado que ni leyes ni derogaciones lograron extirpar el mal.

Con nuevos ropajes, la discriminación emerge, y en respuesta aparecieron grupos que demandan las reivindicaciones soñadas: el proyecto Color cubano, la Comisión Aponte o la Cofradía de la negritud son solo tres ejemplos que devienen tribuna donde los afrodecendientes reclaman el derecho a una igualdad real.

 

Fuentes:

Barcia, María del Carmen. Capas populares y modernidad en Cuba (1878-1930). Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2005.

Fernández, Alejandro. Páginas en conflicto: debate racial en la prensa cubana (1912-1930). Ed. UH. La Habana, 2014.

Martínez Furé, Rogelio. Diálogos imaginarios. Ed. Letras Cubanas. La Habana, 2016.

García, Denia (coordinadora). Presencia negra en la cultura cubana. Ed. Sensemayá. La Habana, 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario