viernes, 27 de agosto de 2021

Abakuá: De los reyes al carnaval

 Por: Ramón Torres

Habitualmente, entre los meses de julio y agosto se efectúan en la capital cubana las fiestas carnavalescas, pero la Covid lo ha impedido estos dos últimos años. Sin embargo, vale recordar que estas actividades tienen su historia, donde los abakuá han dejado su impronta desde el siglo XIX.

Durante el período colonial, pocas actividades como el Día de Reyes encontraron las personas esclavizadas para divertirse. Particularmente en La Habana, los cabildos obtuvieron cierta relevancia, gracias a las atenciones y facilidades que poco a poco se les fue dispensando. Entre las mayores conquistas figuró el permiso para concurrir a Palacio el Día de Reyes, y recibir allí el aguinaldo de manos del propio gobernador general.

Diversos autores se han acercado al fenómeno evolutivo del Día de Reyes y casi ninguno se sustrae de mencionar al diablito carabalí y sus procesiones en “aquellas fiestas de la negrada cubana”. Pero una vez declarada la Ley del Vientre Libre (1880) y ante la inminente abolición de la esclavitud (1886) se prohibió por bando del gobierno civil provincial toda reunión de cabildos negros de África y su salida a la calle, ni en Nochebuena, ni el Día de los Santos Reyes. Fue el 6 de enero de 1884 el último que se celebró. Entonces lo sustituyó el carnaval, al menos en La Habana, y las comparsas se fueron acriollando y estableciendo rasgos identitarios con el barrio al cual pertenecían.

Sin embargo, segura la doctora Virtudes Feliú, prestigiosa investigadora de nuestras tradiciones y especialista en fiestas populares:

Resulta evidente que la génesis del carnaval habanero no fue la celebración del 6 de enero por los negros, sino más bien la fusión en el tiempo de determinadas manifestaciones de la población blanca y sus descendientes, así como de los negros y criollos que crearon sus modos de diversión, a partir de las tradiciones de los barrios (Feliú, 2003:139).

Es decir, coexistieron dos expresiones festivas de gran alcance en la capital: una blanca en la Calzada de la Reina y las alamedas de Paula e Isabel II, y las comparsas barriales de los negros, que luego se entremezclaron en el carnaval. Los abakuá, cuyo apego al medio resultaba indiscutible, se adueñaron pronto de dichas procesiones.

A pesar de que originalmente no eran Carabalí, muchas tradiciones de las comparsas en La Habana adquirieron un pronunciado perfil Abakuá. Los líderes Abakuá jugaron un papel clave en las comparsas de principios del siglo XX. Esto era de esperarse, ya que muchos barrios tenían su propia logia Abakuá, de por sí definida como una tierra lo que fue significativo para la identidad de muchos residentes del barrio. (Miller, 2009:162).

La natural participación de los iniciados, así como sus indiscutibles rivalidades fueron realmente notorias a finales del decimonónico y principios del siglo XX, de lo cual deja constancia Rafael Roche Monteagudo:

A la comparsa El Yumurí, perteneciente al barrio del Pilar, con motivos de los festejos invernales, se le permitió recorrer las calles la tarde y noche del 8 de Marzo, compuesta en su mayoría de miembros afiliados al juego de los Gumanes.

Igual concesión se le hizo a la de Los Congos Libres, que la forman individuos del Efericomó dirigiéndose a otros lugares fuera de su demarcación, con el objeto de librar batalla en terreno neutral, teniendo una de éstas en la calle San Nicolás, entre Corrales y Gloria, resultando un muerto y varios heridos (Roche, 1925:69).

Los actos violentos narrados provocaron una suspensión de las comparsas, hasta que con la presidencia de José Miguel Gómez se permitieron ciertas libertades, reapareció el carnaval y volvieron a autorizarse las procesiones ñáñigas y la salida de diablitos.

Sin embargo, duró pocos años el cortejo, porque una desagradable riña entre potencias abakuá empañó la alegría que tanto había costado: se enfrentaban El Alacrán, fundada en 1908, en el barrio de Jesús María, por Gerónimo Ramírez, y El Gavilán, del barrio de San Lázaro; la primera representada entonces por Ekereguá Momí y la segunda por Ebión Efó.

Luego, bajo el mandato del general Mario García Menocal se arremetió contra el empleo de los tambores, al considerarlo un instrumento indecente, atrasado, desmoralizador.

Modalidades artísticas como las comparsas representaban marcas de africanía y por ese motivo se convirtieron en objeto de intensa crítica. Y fue de tal magnitud que llevaron al Alcalde de La Habana, Dr. Fernando Freyre de Andrade, a publicar nuevas ordenanzas municipales sobre el carnaval. Publicadas en el Diario de la Marina el 25 de enero de 1913, p.5, se trata de ordenanzas que claman por la total supresión de las comparsas, de los bailes asociados con ellas y con los grupos abakuá. Ese año las comparsas sólo fueron autorizadas a participar en el desfile callejero si aceptaban dejar en casa sus instrumentos “africanos” y se abstenían de bailar “lascivamente” (Moore, 2002:114).

Cuando en 1918 reaparecieron, debían estar supervisados y controlados por las autoridades; sin embargo, llegado 1925, el nuevo mandatario, Gerardo Machado, dicta una nueva resolución que donde prohibía no solo las comparsas, sino también los rituales ñáñigos y las rumbas callejeras, así como cualquier actividad que empleara tambores o instrumentos musicales análogos de naturaleza africana o que incluyera contorsiones del cuerpo que ofendieran la moral.

Finalmente, en 1937 fueron reautorizados los desfiles por el Anfiteatro de La Habana hasta la calle O’Reilly y Avenida del Puerto, donde debían disolverse.

El destacado rumbero y sonero Ignacio Piñeiro, juramentado en Efori Nkomo, fue contratado por la Comisión Nacional de Turismo como director musical de la comparsa El Barracón; Lázaro Herrera, también iniciado, se puso al frente de Los Guajiros; el Niño Santos Ramírez, Isunekue de Usagaré Sangrimoto, rescata El Alacrán, y Víctor Herrera, quien al año siguiente juraría en Isún Efó, lideraba Los Marqueses de Atarés.

Así, la estabilidad en determinada comparsa lo definía, casi siempre, la procedencia barrial. No es casual que directivos y miembros de potencias abakuá compartieran a veces un mismo puesto laboral, un mismo barrio y formaran parte de una misma comitiva.


La situación ha cambiado mucho en los últimos tiempos, pero si dirigimos la atención a las comparsas tradicionales que aún subsisten, comprobaremos que todavía una numerosa cantidad de iniciados, jóvenes o viejos, continúa fiel al barrio. Tenemos en Los Marqueses de Atarés a Jorge y Reinaldo Padrón, nietos de Víctor Herrera y a toda una cohorte de isunes, Efí Yaguaremo, fundada también por Víctor y que exhibe en su totalidad una procesión abakuá, con una gama de instrumentos sagrados e íremes danzantes. Los Componedores de Batea han sido durante mucho tiempo encabezados por Roberto el Muñanga y su ecobio Ricardito, mientras que Félix el Kanfioró se encarga de La Boyera. Son tradiciones muy arraigadas, para que puedan ignorarse.

Fuentes:

Feliú, Virtudes. Fiestas y tradiciones cubanas. Ed. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana, 2003.

Miller Ivor. Voice of the Leopard. University Press of Mississipi/Jackson. USA, 2009.

Moore, Robin. Música y mestizaje. Revolución artística y cambio social en La Habana. (1920-1940). Ed. Colibrí. Madrid, 2002.

Orovio, Helio. El carnaval habanero. Ed. Extramuros, La Habana, 2005.

Roche Monteagudo, Rafael. La policía y sus misterios en Cuba. La Habana, 1925.

2 comentarios:

  1. Me parece que lo que agan los abakuas para mantener la tradición en los carnavales esta muy bien por es un pequeño momento en el q salen al mundo y le trasmiten que son una creencia verdadera que son personas que están presente y que son parte de la cultura cubana

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    1. Andrés, aunque no te reconozco sin apellido muestro mi respeto hacia ti. Agradezco el comentario y pienso, como tú, que su participación sistemática en las fiestas carnavalescas ha contribuido de algún modo a su visibilización con una óptica menos estereotipada que la acostumbrada por los medios. Y claro que son parte de la cultura cubana. Muchas gracias

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