Por: Ramón Torres
El 22 de agosto de 1906 moría vilmente asesinado el general de las tres guerras Quintín Bandera Betancourt. Se había alzado en los alrededores de la laguna de Ariguanabo contra su antiguo amigo y ahora presidente de la República don Tomás Estrada Palma.
La justificación para el crimen era que Quintín tenía un temperamento explosivo y perjudicial para la paz de los cubanos, pero realmente lo habían traicionado; solo que usaban su carácter fuerte y osado, conocido desde mucho antes.
Bandera se había incorporado a las fuerzas libertadoras desde muy temprano, y tuvo que demostrar su valía en cada combate, porque a los soldados negros (aunque se suponía una pelea por la abolición de la esclavitud y la igualdad de todos los cubanos) no se les daba el mismo tratamiento que a los blancos, algo que se consideraba normal en un país que conservaba, incluso en la manigua, comportamientos excluyentes, clasistas y racistas.
Por eso encontramos tan pocos generales “de color” durante la Guerra de los 10 años (1868-1878), y solo alcanzaron algunos tal gradación al final de la misma, cuando se había radicalizado la contienda. Pero Quintín estuvo allí, de principio a fin, y participó en la Protesta de Baraguá, y dio machete a trocha y mocha, y se supo crecer ante significativas dificultades.
También es cierto que su perfil temerario y sus contradicciones humanas le hicieron granjearse no pocas dificultades. Se sabe de una discusión cuando inició la Guerra Chiquita (1879-1880) con Guillermón Moncada, porque este prefería esperar mejor momento para retomar la lucha, y Bandera violó la orden y se lanzó a tiros contra los soldados españoles en la santiaguera placita de la Yerba, lo cual provocó tan fuerte controversia entre los dos líderes, que salieron a relucir los revólveres, pero intervinieron Cutiño, Emiliano Crombet y Patricio Corona, quienes evitaron que la sangre llegara al río.
En 1885 tienen otra inflamada contradicción, estando prisioneros en el Castillo de Mahón. Los ánimos se exacerban y salen ofensas de ambas partes. Los años de cautiverio, el ambiente hostil, así como la vida violenta carcelaria espolean acciones brutales. Se van a las manos. Guillermón es mucho más alto y fornido, así que Bandera decide actuar rápido y lo hiere dos veces con un puñal que tiene bajo su ropa.
Igual sostuvo con José Maceo disparidades en la manigua y por iniciar desesperadamente la Guerra Chiquita. Debido al disgusto por unas reses José le proyectó un balazo en la espalda.
También se le atribuyen anécdotas desproporcionadas, como que cada vez que cogía un prisionero español le preguntaba: “¿Y tú, cómo te ñamás?”, y que cuando el aludido le respondía, venía su sentencia: “Te ñamabas”, y lo mandaba a matar.
Desde luego, ello pudo haber ocurrido en alguna ocasión, pero suponer que Bandera mantuvo un comportamiento disparatado con todos los enemigos es atribuirle una actitud psicópata. Eso sí, dicen que con los traidores y vendidos a España era implacable.
Muchas de estas cuestiones, verídicas en ocasiones, exageradas o aviesamente manipuladas otras, han servido frecuentemente para intentar restarle brillo a la figura de este valiosísimo patriota. El historiador Abelardo Padrón lo confirma:
El hecho de haber sido negro, semianalfabeto, marino incluido en un barco español desde que era casi un niño, jefe de la infantería de la Columna Invasora al mando de Antonio Maceo, haber sido sometido a un juicio ordenado por Máximo Gómez por cuestiones de disciplina, en agosto de 1897, cuando ostentaba los grados de General de División donde lo sancionaron a la pérdida de sus grados de General y luego su posición vertical contra la intervención norteamericana y la Enmienda Platt, así como su postura radical contra el primer gobierno republicano del presidente Tomás Estrada Palma, y de apoyo al movimiento obrero y sus huelgas reivindicativas a favor de la justicia y la independencia, motivaron su asesinato el 22 de agosto de 1906 por órdenes expresas de Estrada Palma y con seguridad por mandato de los gobernantes norteamericanos (…).
Lo cierto es que una vez liberados de España, a Quintín le tocó jugar con la peor carta de la baraja y fue víctima de la discriminación y el desempleo. Por eso solicitó la ayuda del Presidente, quien de manera humillante quiso entregarle cinco pesos que el bravo guerrero rechazó.
Conmovido por el incidente, el dueño de la fábrica de jabones Sabatés quiso colaborar con el distinguido mambí, y ordenó que cuando este visitara el local se le entregara un luis de oro; sin embargo, lo que necesitaba general era trabajo y no limosnas. Para nada Sabatés pretendía abochornarlo. De hecho, le confesó que la única plaza disponible en su establecimiento era la de sereno, algo inapropiado para la alta jerarquía de Quintín.
Entonces otro jabonero, Ramón Crusellas, lo contrató como propagandista de sus productos, y aprovechó el prestigio del patriota para imprimir volantes con su foto que anunciaban el producto.
Cuando los liberales se alzaron en 1906 contra el presidente, Quintín Bandera tomó las armas. Pero una vez fracasado el movimiento, solicitó un salvoconducto, lo cual aprovechó Estrada Palma para conocer su paradero y mandarlo a asesinar.
Fue así que el hombre que había cruzado la trocha de Mariel a Majana en 1896 después del ataque a Batabanó y se sumó a la segunda campaña de Pinar del Río; el mismo que de nuevo la cruzó con la misión de reagrupar tropas en la zona villareña y conducirlas a occidente; el Quintín volviera a cruzar la de Júcaro a Morón el 23 de marzo de 1897 siempre en pie de guerra, es muerto de un balazo y macheteado por la guardia rural en las cercanías de Arroyo Arenas.
Dicen que al conocer de la muerte, personeros del gobierno comentaron: “Ese no pasa más trochas”. Una muestra más del desprecio mezclado con miedo hacia el temible general de las tres guerras.
Fuentes:
Bianchi, Ciro. “Quintín Bandera, Glorioso Mambí”. En Juventud Rebelde, 16 de enero de 2005.
Bolivar, Natalia y Natalia del Río. La muerte es principio, no fin. Quintín Bandera. Ed. José Martí, 2008.
Padrón, Aelardo. Quintín Bandera. General de las tres guerras. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario