viernes, 25 de junio de 2021

Generalazo

 Por: Ramón Torres


El 25 de junio de 1841 nació en la entonces Alameda de San Salvador # 67 de Santiago de Cuba José Guillermo Moncada, hijo natural de la morena libre María Dominga, del mismo apellido, ya que el padre, Narciso Veranes, no se preocupó por inscribir a los hijos, aunque admitiera ser el progenitor de la prole que continuó creciendo: María Felipa, Bárbara, Juana Polinaria y José Narciso, respectivamente.

Toda la descendencia de Dominga aprendió las primeras letras. Guillermo estudió gramática con Francisco Fernández Pozo y dominaba también algo de aritmética. Con tales rudimentos, podía al menos aspirar a carpintero, oficio común de cualquier niño negro de la época.

Despunta Guillermo cual joven serio, vigoroso e intrépido. Visita el conuco de Ña Amalia, en la esquina de Tumba Cuatro, donde se unen las calles de Reloj y Habana. Allí van los muchachos con exceso de testosterona a practicar esgrima y a quemar energías. Ña Amalia, una mujer de aspecto varonil que vive sola cultivando sus tierras, pero nadie se atreve a desafiarla porque sabe defenderse como leona. Su celebridad en el manejo del machete recorre de punta a cabo el barrio de Los Hoyos, cuya mocedad toda quiere aprender con ella. Enseña a muchos jóvenes, pero Guillermo resulta aventajado. Su brazo firme derriba adversarios y le entrega siempre la victoria, y con ella, la popularidad.

Pero no solo eso le da notoriedad. También la defensa que le prodiga a su “raza” y el orgullo de pertenecer a ella. José Guillermo decide denominar a la comparsa que organiza en Santiago “Los Brujos de Limones”, como tributo a los cimarrones que mantuvieron sitiada una finca de El Cobre, en cuya refriega, es cierto, murieron varios niños. No le importa que los españoles montaran aquella propaganda antinegra, diciendo que eran sacerdotes demoníacos. Al contrario, lo estimula saber el miedo del colonizador hacia una posible rebelión.

Le proponen dirigir la comitiva, pero rehúsa. Prefiere la función de bastonero y se aprovecha de la licencia que les dan en los días de Santa Cristina y Santiago para propinar palazos a quien prefiera. Entonces se ensaña con los soldados y oficiales del ejército español, sin que nadie pueda intervenir, porque ese día todo es permitido.

Le gusta también a Guillermo saber que un pardo achinado esté alzado en la Sierra Maestra. No lo conoce, pero se ha convertido en leyenda y es suficiente para alabar sus proezas, en especial porque viene de negro y mulata. Se llama Policarpo Pineda, aunque le dicen Rustán. Guillermo espera entablar amistad con él, mas para todo eso hay tiempo.

Tras el grito de independencia, Moncada se incorpora a las tropas de Antonio Velázquez (Monzón) y hace suyo el ataque al acueducto de Santiago y destruye varios puentes de ferrocarril en el tramo Sabanilla-Maroto, lo cual le hace acreedor del grado de cabo. El 30 de noviembre de 1868 está en primera línea durante el asalto y toma del campamento La Palma, donde lucha con tanto denuedo que el superior le concede la misión de entrenar a la tropa en el arte del machete.

Luego sí conoce bien al teniente coronel Rustán, pues pasa a formar parte de su escolta. Es precisamente Policarpo Pineda quien le da un sobrenombre magnánimo cuando lo presenta al superior, Máximo Gómez, al frente de la División de Cuba:

—Mi general, quiero presentarle al más valiente de los capitanes de nuestros regimientos: nosotros, porque es grande de cuerpo y de alma, le decimos Guillermón.

El epíteto le quedó. Y Guillermón siguió creciendo. Fue de los jefes inconformes que protestó en el Zanjón, medió diferencias entre el oficial blanco Vicente García y el mulato Antonio Maceo para enfrentar la malsana propaganda racista de que la Revolución estaba pasando a manos de los negros y, terminó la Guerra de los 10 años con el grado de general de brigada.

Guillermón fue de los que acompañó a Maceo en la Protesta de Baraguá. En la foto, cuarto de izq. a der.

Es Moncada el oficial de más alta gradación en suelo cubano cuando se produce la Guerra Chiquita, en la cual es ascendido a mayor general el 12 de diciembre de 1879, por tanto, su responsabilidad resulta indiscutible; y cuando Martí, Gómez y Maceo andan por exterior proyectando una nueva contienda, reclaman a Guillermón para que dirija las operaciones de Oriente, porque el hombre nacido aquel 25 de junio había dado pruebas de ser un Generalazo, uno de los pocos combatientes vivos, participantes en las tres guerras

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