Por: Ramón Torres
Fotos: Inaurys y Oyone
Había una vez un Elegguá se creyó el mejor Elegguá de todos los tiempos, porque era más grande que los de su especie y había sido descubierto en los predios del Mercado de Cuatro Caminos; y todo el mundo sabe que Elegguá es en la religión yoruba y su diáspora el oricha de las encrucijadas y dueño de los caminos, y también se sabe que se le suele representar en una piedra no muy grande que descansa sobre una jícara o una pequeña sopera; pero este superaba a todos en tamaño y estaba en un lugar céntrico y sobre él se tejió una leyenda de que había pertenecido a algún ancestro africano del decimonónico o al menos databa de principios del siglo XX cuando se construyó la Plaza de Cuatro Caminos y el Elegguá se sentía el mejor de todos.
El "descubrimiento" durante aquel Rutas y Andares de 2018
Al menos por ahí discurrió la narrativa de Inaurys Portuondo Cárdenas, máster en Gestión del Patrimonio y especialista principal del Museo Casa de África, porque cuando el verano de 2018 la institución realizó su tradicional recorrido “Rutas y Andares” por el Consejo Popular Pilar Atarés, en el capitalino municipio del Cerro, entonces la Plaza atravesaba un capital proceso de remoderación y salió a la luz desde sus entrañas un singular símbolo del oricha travieso.
Pronto la oralidad se encargó de construir un mito sobre la procedencia y antigüedad de tan insólita aparición, mientras los organismos pertinentes debatían su posible destino: unos votaban a favor de que se quedara en la instalación, otros por enviarla hacia sede de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, hubo quien sugirió llevarlo a la Casa de África o el Museo de Guanabacoa, pero al final nadie se hacía cargo.
Fue cuando el sacerdote de Ifá, Víctor Betancourt Estrada (Awo Ogundá Iwóri) decidió hablar, y contó cómo en los inicios de la mencionada Plaza trabajaban algunos babalawos, quienes para atraer la “buena vibra” al negocio y garantía de empleo depositaron una “pieza” a la cual le “pedían” y rendían culto, y con el tiempo otros babalawos, herederos de aquellos continuaron la tradición, y luego él propio elaboró ese Elegguá que se hizo famoso hacia los 90 del siglo XX, porque ya Cuba se había abierto progresivamente en cuanto al respeto de espacios y personas religiosos, y muchos otros babalawos llevaban sus elegguases a unirse a aquel en una fecha determinada.
Víctor Betancourt, el artífice de la pieza
Desde luego, al erigirse como objeto y lugar de culto, ninguna institución estatal, ni siquiera las culturales se atrevían instalar el artefacto en sus dominios, también (y sobre todo) por el respeto hacia los portadores, lo cual influyó para que Víctor decidiera trasladarlo y colocarlo, con el apoyo de la comunidad, en una acera de la calle Manrique, entre Sitios y Maloja, en el barrio de Los Sitios.
Aunque no lo parezca, el poco respaldo por conservar ese atributo y la desesperada determinación que tuvo que asumir el prestigioso babalawo forman parte de la marginación y tratamiento descuidado hacia las culturas preteridas, muchas veces racializadas y mal tratadas durante casi toda la historia.
Un nuevo lugar en Los Sitios para el Elegguá
Por eso Cubamafima ha determinado llamar “A todo color” al caleidoscópico espacio que dirige la doctora Patricia Varona en el Consejo Popular de Pueblo Nuevo con el objetivo de concientizar a la comunidad para enfrentar cualquier tipo de discriminación, y que este jueves 20 de febrero abriera sus puertas y debatiera causas y consecuencias no solo del destino de tan controvertida representación, sino del impacto que pueden ocasionar acciones excluyentes, prejuiciadas e indiferentes.
En el taller A todo color, Inaurys, Patricia y Torres
La justicia social que se pretende requiere del concurso de todos, para en comunidad alcanzar el corolario martiano del “culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, sin distinción de raza, credo, color o género.
No hay comentarios:
Publicar un comentario