Por:
Ramón Torres/ Fotos: Cortesía de Fernando Árias, Nasakó de Obane Sese Condo
La política esclavista del siglo XIX en Cuba fue tolerada, admitida, favorecida y hasta solapada por el gobierno colonial español. En tanto Gran Bretaña recrudecía las acciones para presionar a la Isla con la abolición de la esclavitud, el sentir de los hacendados criollos estaba signado por acontecimientos tan telúricos como la crisis de la industria azucarera en Jamaica y las crecientes sublevaciones de esclavos que habían tenido su más alta significación en 1844 con la Conspiración de La Escalera.
Bajo este panorama que ponía en crisis la trata negrera surge la propuesta de la Comisión Inglesa, que investigaba tales asuntos en nombre del Parlamento Británico, de importar trabajadores asiáticos bajo un régimen de contratos, del cual ya se tenía experiencia en otras latitudes.
Así llega a Cuba en junio de 1847 el primer contingente de hombres procedentes de China, bajo un aparente sistema contractual que devino esclavitud encubierta y despojo de los más elementales derechos humanos, pues ante la subsistencia de la institución esclavista se agravó la realidad social y legal de los trabajadores contratados a diferencia de lo ocurrido en otras colonias.
Tras el auge de las grandes industrias tabacaleras y cigarreras, así como el desarrollo de la esclavitud urbana, apoyado incluso por la legislación vigente, los chinos contratados comienzan, entonces, a desarrollarse como etnia en Cuba, y crean prácticamente una barriada en las calles capitalinas de Zanja, Dragones, San Nicolás y Rayo.
Pero el fenómeno no se limitó únicamente a esa zona, sino que trascendió a otras regiones del país. Resultó entonces que la vida de un culí en Cuba no tuvo diferencia con la de un esclavo africano o criollo.
(…) los chinos carecían de sus mujeres —explica el investigador reglano Pedro Cosme Baños—, las que por razones ajenas a su voluntad no habían formado parte de las primeras oleadas de contratados, ellos no constituían verdaderos colonos y por demás muchos creyeron poder regresar a su país natal con los bolsillos repletos de dinero. Otros esperaban traer a sus novias o esposas y murieron en la espera y las mujeres traídas posteriormente no constituyeron número importante.
Ya en la primera mitad del siglo XIX era totalmente corriente ver en Cuba una significativa población mestiza (…).
Para los sectores negros y mestizos decimonónicos de la Cuba colonial, y para los asiáticos introducidos igualmente en condiciones de semiesclavitud, las prácticas culturales, más que espacios de negociación constituyeron ámbitos de resistencia frente a la asimilación que todo proceso de vasallaje trae como signo de opresión cultural asociado; es decir, dichas prácticas estuvieron expuestas y abiertas ante la transculturación a comportarse como elementos dinamizadores de la socialidad, fomentando el diálogo y apropiación de aquellos aspectos más fuertes de raíz hispánica.
Específicamente el poblado de Regla recepcionaba y contrataba a muchos culíes, sobre lo cual agrega Cosme Baños que allí hicieron los iniciales contactos con los africanos, peninsulares y criollos, fundamentalmente con los primeros, con quienes desde entonces compartirían igual suerte y en ocasiones peor destino.
Más adelante continúa todavía el citado autor:
Esta unión facilitó que muchos asiáticos aceptaran igualmente las religiones de origen africano como la santería, el Palo o que formaran parte de juegos abakuá. En Regla muchos fueron abakuá de origen chino. Así mismo en tiempos remotos surgieron juegos abakuá de chinos como es el caso de la provincia de Matanzas.
Nos habla igualmente el maestro de historiadores José Luciano Franco, quien asegura: Existe en Matanzas un juego de ñáñigos formado por chinos y sus descendientes que se nombra Fi-Etete-Efí y a cuyas fiestas y ceremonias acuden gentes de todas las demás provincias.
La incorporación de asiáticos y descendientes no se limitó al siglo XIX, sino que continuó a todo lo largo de la siguiente centuria. Hacia principios de los años 30, Efí Etete de Matanzas (entidad que aún sobrevive) creó al juego Obane Sese Condo.
En 1933 entra el primer chino a nuestra potencia —asegura Fernando Árias, Nasakó de la misma por más de 50 años—. Se llamaba Ignacio Lee y llegó a ocupar la plaza de Emboko. También se iniciaron allí Julio y Julito Liao, dos chinos que vivían en Guanabacoa. Realmente hubo muchos más que ahora no recuerdo, pero sí te puedo asegurar que eran mayoría.
Numerosos miembros y jerarcas de Obane Sese Kondo tienen fijada su residencia en La Habana, pero su interacción con la provincia matancera continúa a partir de los lazos de hermandad que les impone la potencia.
Resulta curioso cómo la Sociedad Abakuá se abrió tan tempranamente a la integración racial, aún cuando en los inicios (1836, según la mayoría de las fuentes) sus creadores se mostraban tan reservados en torno a la mezcla con quienes no “clasificaran” como negros “puros”, es decir, descendientes directos de africanos (sin otra mezcla); pero abakuá se perpetúa y acomoda, a la vez que resiste como cultura.
Definitivamente, la imposición racial y étnica en la cofradía había cambiado cuando el mestizo Andrés Petit creó la primera potencia de blancos, en 1863, y luego con la incorporación de estos asiáticos.
Es que abakuá se parece al pueblo que le dio cabida, donde el color no es lo más importante, sino el respeto y la continuidad hacia los códigos venidos con aquellos negros del Calabar, donde caben negros, blancos, chinos y mestizos con el signo de la integración.
Interesante la historia demuestra que todo hombre es digno de regirse por principios y valores que lo único que no incluyen es el color y el lugar de donde vengan . Por que dígase que hombre es todo aquel que siempre tiene sus principios claros
ResponderEliminarTienes toda la razón, amigo mío. Hombres y mujeres se parecen y diferencian más por sus acciones que por sus colores.
Eliminar