miércoles, 30 de enero de 2019

Soy todo




Por Ramón Torres
Eloy Machado (el Ambia) falleció este 28 de enero, dejando tras de sí una profunda estela, pues será recordado como lo que fue. Por eso reproduccimos un texto publicado en junio de 2000 por la revista “Somos Jóvenes”, que en su edición 184 planteaba sobre él:
Gente de barrio y de la vida, poeta callejero y singular, destila “el Ambia” pueblo hasta por los poros. Ayer, hoy y mañana, se considera Eloy Machado un hombre de todos los lugares, de Cuba, y de siempre.
Yo soy el poeta de la rumba,
soy danzón, el eco del tambor.
Soy la misión de mi raíz,
la historia de mi solar.
Soy la vida que se va,
soy los colores del mazo de collares,
para que la raíz no muera.
Soy ají,
soy picante,
soy el paso de Changó,
el paso de Obbatalá,
la risa de Yemayá,
la valentía de Oggún,
la bola o el trompo de Elegguá.
Soy Obba,
soy Siré siré,
soy Aberiñán y Aberisún,
soy la razón del crucigrama,
el hombre que dio la luz
a Obbí el Cazador de la duda.
Soy la mano de la verdad,
soy Arere,
soy conciencia,
soy Orula.
Cuando escuché a los Van Van interpretar por primera vez esa canción me puse a llorar como un niño. Pensé que me iba a dar un infarto ¡chico! —Ríe a carcajadas—. Fue allá por el Carlos Marx, en el Cristino Naranjo. La verdad que no pensé llegar a tanto, porque la concebí sin objetivo alguno, solo quería expresar con esta onda poética como yo era: de La Habana, de la calle, de la vida. Nunca pensé que fuera más allá, y ya ves, ahora el poema recorre el mundo. Me lo publicaron recientemente en Argentina y José Loyola lo musicalizó también en Francia. ¡Quién iba a imaginar que un tipo como yo, criado dentro del ambiente, pudiera darse a conocer afuera!
Yo he escuchado comer al hambre
como si estuviera abriendo una fosa
para morir.
Yo he escuchado comer al hambre,
con lastimoso ruido,
como si sus dientes estuvieran de fiesta.
Yo he escuchado comer al hambre.
Eso siempre te trae algo a la memoria. Como dice Jorge Luis Borges, todo recuerdo es un presente, y eso lo viví en carne propia. El poema “Hambre” se lo dediqué a mis hijos Amilcar, Amed y Eloy Gerardo, para que sepan cuánto pasé y que no crean en cuentos. Me tocó una juventud muy dura por lo de negro y por lo de pobre. Pero un día vino la Revolución a salvarnos, sin importar distinción de razas ni ná, y aquí me tienes mi ecobio. ¡Esto es muy grande!
Me consuela
llevar el recuerdo
del sartén,
del arroz calentado
del otro día.
Me consuela
y camino
por ese lugar
abarrotado
de pases vividos.
Me consuela
como un romance
que hay sueño
sin niñez,
del suburbio
del cuarto,
del canto de la radio
con Guantanamera
de Joseíto Fernández (…)
Te decía que esta Revolución es muy grande, pariente. No es de enanos, no; sino de gigantes. Ha sido construida para todos los colores, nuestras universidades son martianas y sin color. Sin esta Revolución jamás sería “el Ambia”. ¿Por qué el Ambia? Porque así le decía yo a todo el mundo: “oye mi ambia esto, oye ambia lo otro” y se quedó el apodo. Es un signo de simpatía, pues “ambia” significa hermano, y fueron los obreros, mis compañeros en la construcción quienes me lo acuñaron. Así ha quedado para mis amigos que en la cultura no han sido pocos: Nicolás Guillén, Cintio Vitier, Fina García, entre otros. ¡Ah, y Pablito Milanés, al que admiro mucho!
Cantante que puebla
y alza la palabra amor
imaginador de sueños y esperanza.
Cantante que hipnotiza
la melodía a flor de luna.
Cantante que alza la piel
cual corrida en guapa gravidez.
Cantante que puebla en frenesí
maraqueando la cuerda
a viva voz.
Cantante de sílabas de versos
en puro ambierismo
moropo de Obbatalá
Pablo Milanés.
Desde que comencé, mi giro ha sido un viaje a los orígenes. Recuerdo que yo trabajaba en la construcción y Froilán Escobar me pidió que escribiera un poema. No sabía nada de mis facultades, más bien las descubrió. Fue así como él y el comandante Efigenio Amejeiras le llevaron unos trazos míos a Onelio Jorge Cardoso, quien a su vez se los entregó a Guillén.
Un buen día llego a la Uneac a comprar un libro y Sara, la secretaria del Poeta nacional, le dice al oído que yo era el autor de “Remember Tautalia Compota Nova”, y el tipo, que ya me andaba buscando, no me dejó escapar. Desde aquel entonces me metió de lleno en esto.
Creo que he alcanzado mis sueños. Hace poco publicaron otro poemario mío, “Del 1 al 6 la vida”, tengo una peña que promete, gozo de mucho prestigio y la gente me quiere. Vaya, mi hermano, que me siento realizado y puedo dormir tranquilo, porque no he abandonado nunca a los míos, soy “marginal” y así lo asumo. Eso me ha permitido hacer una poesía distinta, popular, que es otra manera de hacer cultura.
Tengo sueño de mirar a los labios
que no quieren besarme
y camino en cuclillas
por el pasamano de mi frente.
Como el escaparate corredizo
cuya persiana en mi pestaña
alumbra el corredizo de mis cejas
y sigo a pie descalzo,
sintiendo la gota
del tiempo que hace nudo de corbata:
hay un pasillo descalzo
que aguarda mi ataúd.


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