jueves, 2 de agosto de 2018

Triste agosto para El Cubano Libre


Una publicación que se reeditaba durante la Guerra Necesaria en Cuba, tuvo en sus comienzos la fatídica interpretación que oscilaba entre los prejuicios de clase y raza.
Por: Ramón Torres
El Cubano Libre fue un periódico que comenzó a publicarse durante la Guerra de los diez años (1868-1878) contra el dominio colonial español en Cuba. Representaba la voz del Ejército Libertador y sus aspiraciones como República: sin esclavitud, sin discriminación, sin dependencia de la metrópoli.
Esa primera contienda no logró todos sus corolarios, por lo que tuvo que reeditarse en 1895, en la que se llamó la Guerra Necesaria, organizada por Martí, Gómez y Maceo como líderes fundamentales.
Siguiendo los ideales de la primera conflagración,  el general Antonio Maceo ordenó retomar El Cubano Libre, que volvió a ver la luz el 3 de agosto del 95, pero se circunscribió a la entonces provincia de Oriente, porque en ese momento era la que con mayor vigor se levantaba en armas.

Sin embargo, el prejuicio regionalista, clasista y, desde luego, su principal hijo adoptivo, el racismo, convirtieron el acontecimiento en piedra de escándalo, incluso entre algunos patriotas indiscutibles.
Uno de ellos fue Salvador Cisneros Betancourt, el ilustre camagüeyano Marqués de Santamaría, quien en carta a don Tomás Estrada Palma le escribía el 22 de agosto:
“Considero que Maceo le habrá remitido El Cubano Libre, que ya está publicándose allá. Hemos releído el segundo número; no ha dejado de chocarnos aquello de 'Órgano oficial de los insurrectos de Oriente', no sé a qué viene, y me temo que la hormiga quiera criar mucha ala y esta ambición desmedida nos dé mucho que hacer. José Antonio Maceo que se conforme con sus laureles militares y será bueno que usted le aconseje que se conforme con ser jefe de expedición y deje la política a un lado, pues nosotros y parte de Oriente no admitiremos otra cosa que no sea un gobierno republicano democrático (…)”.
Lamentablemente, las miserias humanas afloraban aún en las mentes más preclaras de la insurrección, resultado de la discriminación racial, el régimen feudal imperante y la propia sociedad esclavista apenas recién finalizada.
Cisneros no se limitó al escrito anterior, sino que se dirigió al propio Maceo el 25 de agosto para aconsejarle prudencia, cordura y que esperase a que le dieran un puesto. Pero el aludido supo contestar aquellas insinuaciones a la altura de su dignidad, y que recoge el historiador José Luciano Franco en Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida:
El Cubano Libre se fundó nuevamente debido a mis esfuerzos, sin que no a mí ni a nadie le guiara idea de predominio ni de imposición, ni mucho menos la de preferencias regionalistas. Por el contrario, como a su publicación sólo estaba arraigada la guerra en Oriente, quisimos dejar en libertad de acción a las demás provincias y respetar las facultades que deben residir en el gobierno que ha de constituirse, por si éste determinaba la fundación de un periódico que fuese su órgano oficial. Haberle dado yo ese carácter antes de constituirse el gobierno hubiera sido arrogarme una atribución de que carecía, y además, habría falseado los hechos (…)”
“Si ustedes no hubieran venido a la Revolución con tantas prevenciones, acaso no le habría sido fácil suponer que las tiene El Cubano Libre respecto de ustedes. Más de una vez he oído a sus redactores lamentarse de que no se les remitan las disposiciones y extractos del diario de operaciones del General en Jefe, así como artículos y trabajos de los hijos de ese digno pueblo camagüeyano, al que yo hubiera abrazado con gusto a no ser por la distancia que de él me separa (…)
La permanencia, aún dentro de los cuadros revolucionarios, de discriminación y prejuicios propios de un régimen feudal en decadencia no amilanaron la gloria del mulato oriental que era Maceo, su firmeza y entrega a la causa, lo levantaron siempre por encima de cabildeos raciales. Ese era nuestro Titán de Bronce.


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