lunes, 27 de agosto de 2018

Carnavaleando



Por: Ramón Torres
Como en los inicios, muchos hombres se disfrazan de mujer en Los componedores de batea
En 1908 vieron la luz tres de las comparsas más tradicionales del carnaval habanero: El alacrán, Las bolleras y La jardinera. Han pasado más de cien años y todavía están dando quehacer con su sabrosura. Pe


ro no siempre los carnavales han tenido la misma suerte, sino que han primado luces y sombras.
Durante la Cuba colonial, las procesiones andaban segregadas. De un lado, las personas negras celebraban el 6 de enero, Día de Reyes, cuando los cabildos africanos se adueñaban de la populosa urbe con saltos, cantos y toques de tambores. Del otro lado, las elites blancas disfrutaban en febrero de actividades previas a la cuaresma. Esa es la génesis del carnaval en Cuba.
Con el tiempo, ya en los albores del siglo XX se iban fundiendo ambas tradiciones y, aunque permanecían ciertos prejuicios y exclusiones, el carnaval se amestizaba cada vez más.
Entonces salieron a la palestra algunas comparsas de las que hoy nos identifican. El Alacrán, creada hacia 1908 en el barrio de Jesús María, remedaba a un antiguo cabildo congo, pero sus integrantes eran personas de color blanco pintados de negro, a excepción de su creador, Jerónimo Ramírez, con lo cual quedaba materializada la interacción más allá del color.
En el barrio de Los Sitios se gestó el mismo año La bollera, que imitaba los pregones para impulsar la venta del delicioso dulce, con la melodía pegajosa venida de la población africana.

Íremes abakuá se insertan con Los marqueses de Atarés
Por último, en la zona del barrio de San Lázaro que luego se conocería como Cayo Hueso irrumpía con Los componedores de batea, cuyos representantes era hombres disfrazados de mujer en las faenas de lavanderas, pues por aquellos tiempos había mucho prejuicio hacia las féminas que bailaban en el carnaval.
Pero, ya lo habíamos apuntado, no siempre fueron vistos estos festejos con buenos ojos. Hubo tiempos en que se les criticó por considerárseles “una vuelta a la colonia”, incluso, todavía hoy figuran ciertos ¿puristas? califican los como “cosa de negros”.
En cambio, el carnaval de La Habana constituye un símbolo de nuestra identidad, y estas comparsas emblemáticas se mezclan a otras venidas después, para darle un singular colorido a esas fiestas populares que ganaron por su sabrosura carta acreditativa para representar lo cubano.

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