miércoles, 22 de noviembre de 2023

En honor a la palabra

 Por: Ramón Torres

 

En África se le concede un alto honor a la palabra

Un refrán popular nos recuerda: “Antes la palabra era garantía en cualquier acción, ahora hace falta un juez y dos testigos”. Y es que la cultura occidental, si bien ha dado indiscutibles aportes, también ha disminuido un poco el valor de la palabra.

Afortunadamente, no todos están de acuerdo con minimizar el poder de la oralidad. Por eso desde el año 2009 la Fundación Cesar Egido Serrano, basándose en la importancia del dialogo como una herramienta fundamental para la erradicación de cualquier manifestación de violencia, decidió celebrarle un día, coincidiendo con la inauguración del Museo de la Palabra, radicado en el municipio de Quero, Toledo, en España.

La propuesta tuvo amplia acogida por otros 32 países e instituciones, pero el honor a la palabra es ampliamente difundido entre otras culturas no occidentales, sobre todo, las del África subsahariana y su diáspora.

Respecto a la envergadura de la oralidad, nos dice el antropólogo alemán Janheinz Jahn en su libro Muntu, las culturas neoafricanas:

En los primeros tiempos de la poesía europea, las noticias que se consideraban dignas de ser conservadas recibían la forma e versos y eran transmitidas oralmente. La rima, la alineación y el ritmo eran auxiliares de la memoria; pues los versos se recuerdan con mayor facilidad que la prosa. Con tanta mayor precisión ha de conservar la escritura del tambor el texto, ya que no solamente fija el ritmo y la melodía, sino que conserva melódica y rítmicamente todo el texto a partir de la estructura de la lengua fónica. La escritura del tambor constituida por las fórmulas percusivas, todavía invoca a los orichas en la santería y a los loas en el vudú. Entre los ñáñigos es el enkríkamo, el tambor, quien da las órdenes decisivas; y gracias al lenguaje del tambor se han conservado hasta nuestros días restos lingüísticos africanos en Cuba.

De lo anterior se infiere la importancia para las culturas ágrafas del valor de la palabra. Y el tambor hace la función de reproductor de la oralidad. Es una manera de “escribir” distinta, que va dirigida a los órganos auditivos en lugar de los de la vista.

A su manera, es lo mismo que defiende la investigadora cubana Mirta Fernández en la obra A la sombra del árbol tutelar:

Las civilizaciones basadas en la oralidad conceden a esta forma de transmisión del conocimiento la función de atesorar todo el saber, conservarlo y darlo a conocer oralmente de generación en generación. Este “árbol de la oralidad”, a semejanza del árbol que preside la vida en cada aldea africana —“el árbol de las palabras”—, es un árbol tutelar que ha permitido la permanencia de la Voz (la tradición ancestral) en el tiempo y en el espacio africano, y su expansión fuera de las fronteras físicas del continente, pues ha sido conservada y refuncionalizada en la diáspora americana.

La mayor parte del patrimonio cultural africano se funda sobre la potencia y belleza de la palabra. Las tradiciones orales son consideradas incluso como una de las fuentes mayores para el estudio de la historia de este continente. Mensaje legado por los antepasados a los contemporáneos, la Palabra —como tradición oral, madre de lo escrito— es válida como testimonio, si la fuente de la cual proviene lo es. “El testimonio, ya sea oral o escrito, no es finalmente más que un testimonio humano y vale lo que vale el hombre”.

Aceptemos, entonces, la oralidad no solo como una herramienta transmisora, sino cual una estructura que sirve para el entendimiento de los pueblos y para potenciar una cultura de paz, que es lo que se persigue, en definitiva, con la celebración de esta fecha. Hagamos, como se merece, un verdadero honor a la palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario