miércoles, 19 de octubre de 2022

SOCIEDAD ABAKUÁ: UN DIÁLOGO CON LA CULTURA

Por: Ramón Torres

 

En estos tiempos que se habla tanto de la preservación de nuestra identidad, de nuestra cultura…, es bueno recordar que la voz Cultura proveniente del latín, y significaba en sus orígenes cultivar o elaborar. En un sentido amplio, cultura es, entonces, toda actividad productora de bienes materiales y espirituales, un fenómeno histórico que se verifica en dependencia de las formaciones económico-sociales.

Vale este recordatorio, porque, aunque se ha asociado generalmente la cultura únicamente con el arte, cultura es más que eso, más que arte, más que religión, más que ciencia, porque las incluye.

Una vez entendida esta apreciación, ya podemos acercarnos a nuestro punto de focalización, y lo hacemos a través de una cita del investigador estadounidense, doctor Ivor Miller:

Aunque perseguida durante toda la historia de Cuba, irónicamente la Sociedad Secreta Abakuá se ha convertido, para muchos, en un símbolo de Cuba misma. Las agencias turísticas utilizan imágenes de íremes enmascarados en un folleto sobre Cuba, entre sus muchos reclamos de legitimidad, está el que la sociedad abakuá, fundada en 1836, es más antigua incluso que la bandera y el escudo cubanos (Miller, 1999).

Es curioso, pues ciertamente la Sociedad Abakuá ha sido históricamente despreciada, ignorada, marginada por los cientistas, historiadores, antropólogos y por muchas personas que detentan el poder, pese a que forma parte de la cultura cubana.

 

Cada 6 de enero ocurre la salida del cabildo en La Habana Vieja, con procesiones abakuá como acontecimiento cultural

Lamentablemente, esa es la herencia que nos han dejado los medios, el imaginario, incluso a veces el arte. Y no solo durante la etapa colonial, ni burguesa, sino que después de 1959, es Manuel Cofiño quien se acerca al problema religioso (al menos en la literatura vinculada con el abakuá) y la metamorfosis de Cristino Mora, el personaje central en Cuando la sangre se parece al fuego, novela de alto contenido literario que, sin embargo, responde a un momento histórico en el cual predominó un discurso excluyente y ateísta, que lleva a la persuasión de que para integrarse socialmente había que renegar de los ancestros, de las costumbres, de la cultura heredada. Es lo que hace, precisamente, el protagonista.

Para Daniel Chavarría, el Nitro de Príapos es un personaje positivo en alguna medida, sólo que su “mejorada” condición se debe, sobre todo, a su diferencia con el resto de los abakuá.

A la edad de treinta años —asegura el texto—, durante un insoportable día de julio, mientras se tomaba unas láguer en una piloto clandestina de la calle Falgueras, el Nitro vio a Rompeyugos, matón de mala entraña en plan de insultar a Armandito, un vecino del solar, criado con él desde la infancia. Se trataba de un mariconcito inofensivo y servicial que solía sacarle los mandados, y que en alguna ocasión se había ocupado de cuidarlo cuando estaba enfermo. Pese al severo juicio de la secta abacuá, que desprecia a los homosexuales, el Nitro estimaba y protegía a Armandito.

La hermandad abakuá es una asociación mutualista, masculina, pero no quiere decir necesariamente homofóbica, como se pretende en el texto. ¿De qué manera podría el Nitro continuar en la membresía abakuá si desprecia tanto a los homosexuales? Sin lugar a dudas, hay una contradicción en el relato apuntalada por un discurso repetido durante más de un siglo que, todavía en pleno siglo XXI encuentra eco.

El machismo contra el cual lucha nuestro proyecto en tiempos de elevación cultural tiene sus orígenes no exclusivamente en la Sociedad Abakuá, sino en la génesis de la sociedad cubana, con sus andaluces y sevillanos dispuestos a la navaja; con sus africanos de diferentes regiones —es cierto—, pero también con sus colonos chinos venidos en busca de empleo y predispuestos al opio y otras drogas. El machismo latino tiene su origen en esa mescla de etnias y costumbres, cargadas de androcentrismo que el abakuá también heredó como muchas otras.

Se sabe que los ñáñigos (como son conocidos indistintamente los abakuá) estuvieron entre los primeros en efectuar colectas para la liberación de sus miembros de la esclavitud; que poco tiempo después el Gobierno colonial decretó la Ley del bandolerismo en Cuba y que se incluía como agravante la de ser ñáñigo dentro de la disposición, lo cual arrastró a muchos miembros deportados hacia Chafarinas, Fernando Po y Ceuta, por lo tanto tuvieron que ocultar su filiación religiosa: ahí está la primera respuesta en cuanto a la secretividad de los abakuá. Toda esta construcción generó un sentimiento antiañáñigo dentro de la sociedad cubana.

Sin embargo, poco se sabe —y esto también debe formar parte de la cultura cubana— que algunos jóvenes de La acera del Louvre formaban parte de la institución; que un grupo de negros abakuá murió en un intento suicida por evitar el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina (ya lo recoge al menos la película Inocencia); que el general Antonio Maceo fue protegido en La Habana por miembros de la hermandad; que René Peña, corneta a las órdenes de este general era abakuá y compuso la pieza “El ñáñigo”, un homenaje póstumo a los mártires y ekobios incorporados al Ejército Libertador.

Ignacio Piñeiro, también iniciado en la potencia Efori Nkomo y uno de nuestros más célebres rumberos y soneros, introdujo, a su vez, la clave abakuá al son; Agustín Gutierrez (Manana), su ekobio de la misma tierra, desarrolló una técnica llamada glisado, que consiste en arrastrar la palma de la mano sudada sobre el parche del tambor para extraerle un sonido parecido al del Fundamento de los abakuá; Antonio Orta Ferrol (Manengue), jurado en Efí Bakuá, incorporó el cencerro y frases abakuá al danzón; mientras Luciano (Chano) Pozo, de Muñanga Efó, hizo una extraordinaria contribución  con las tumbadoras, toques y frases en el jazz latino.

Así mismo, Martín Dihigo, considerado el pelotero más versátil que haya pisado un terreno de beisbol, era Isué, una de las más altas jerarquías, de la potencia Odán Efí, y Jesús Orta Ruiz, nuestro Índio Naborí, estaba iniciado en Abakuá Efó.

 

Martín Dihigo

Lamentablemente de eso no se habla. Se habla de cómo los jóvenes echan a perder la religión, de canciones que desprestigian a la hermandad, continuando en pleno siglo XXI el discurso excluyente, marginador, peyorativo de la colonia.

Se habla de la agresividad abakuá olvidando, quizás que pobreza, incultura y marginación no es más que una respuesta a la centenaria represión a la cual se ha visto sometida la hermandad.  "El primer producto cultural de la miseria es la violencia", decía con razón Glauber Rocha.

En Cuba no todas las religiones han desempeñado el mismo rol en su interacción social. Durante la época colonial y, específicamente, durante la lucha por la independencia de Cuba, toda manifestación contra el dominio español era considerada, según la Iglesia Católica, una lucha contra Dios.

En el caso cubano, la Iglesia encontró la oportunidad de imperar en un terreno sui géneris, al potenciar un régimen esclavista y/o pseudo republicano, cuando el mundo arribaba hacia un capitalismo monopolista de estado.

Los elementos aportados señalan la posición del catolicismo en el curso de nuestra historia, y por qué tuvo tan poco arraigo en Cuba, donde el sentimiento religioso no es precisamente católico, sino una religiosidad popular, como lo reconoció hace mucho tiempo el Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas.

Abakuá emerge, entonces, como espacio donde muchos excluidos se sienten parte, a contrapelo de otros campos en los cuales algunas personas se alegran (incluso) de abandonar determinadas organizaciones legitimadas por el poder, o que no tienen un compromiso real con estas y se mantienen a veces más por conveniencia que por convicción.

Todavía se carga con el prejuicio, repetimos. Por ello vale la reflexión de un amigo y portador cultural, el hermano Ángel Guerrero, Aberisún de Itiá Mukandá, quien vive en los Estados Unidos y su comentario también expresa vinculación con la cultura:

En cierta ocasión que estuve en Chicago, me encontraba en una fiesta en casa de Marylín Houlberg; prestigiosa profesora de Historia del Arte, reconocida antropóloga y especialista en el vudú haitiano. Fue una reunión maravillosa, pues se encontraban ahí representantes del mundo cultural e intelectual de la ciudad y, sobre todo, la diversidad étnica y de nacionalidades era extraordinaria. Había personas de más de 20 países diferentes, por lo que era un marco apropiado para intercambiar y conocer aspectos de otras culturas. Yo me encontraba con mi amigo Ivor Miller y, en determinado momento, al presentarme a una de las presentes, que yo suponía intelectual, como músico y cubano, la ilustre señora me pregunta, “¿es verdad que ustedes los abacuá sacrifican niños para sus ritos?”

Imagínense ustedes qué respuesta merecía esa pregunta, en el verano de 2004 y, proveniente de una estudiosa de la cultura afrocubana. Sin perder la ternura le contesté: “Sí, usted tiene razón. Antes sacrificábamos niños para nuestros ritos, ahora, como hemos evolucionado sacrificamos adultos; por eso le recomiendo que no esté cerca de mí, y así evitar ser la elegida para el próximo sacrificio”.

Cultura, civilización, diálogo son términos muy recurrentes en los días que discurren. Basta reconocer que la narración de Guerrero evidencia cuánto nos queda por superar en esas metas culturales aún no cumplidas.

Fuentes consultadas

Cabrera, Lydia. El Monte. Ed. Letras Cubanas. La Habana, 1989.

---- La Sociedad Secreta Abakuá. Ed. CR. Colección Chicerekú, Habana, 1957.

Diaz, Alberto Pedro. “Para iniciarse en la sociedad abakuá”. En Actas del Folklore. Año 1, No. 4. La habana, abril 1961

Miller, Ivor. “Obras de fundación”. En Caminos, No. 14. La Habana, 1999.

Ortiz, Fernando. La antigua fiesta afrocubana del “Día de Reyes”. (folleto), MINREX. La Habana, 1960.

---- Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba. Ed. Letras Cubanas. Habana, 1981.

---- Los negros brujos. Madrid, 1906.

Pérez, Odalys y Ramón Torres. La Sociedad Abakuá y el estigma de la criminalidad. Ediciones Cubanas Artex (La Habana, 2011),  bajo licencia de Ediciones Aurelia, Madrid, España.

Quiñones, Tato. Asere núncue itiá ecobio enyene abacuá. Ed. José Martí. La Habana, 2014.

Roche Monteagudo, Rafael. La policía y sus misterios en Cuba. La Habana, 1925.

Sosa, Enrique. Los ñáñigos. Ed. Casa de las Américas. 1982.

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