Por:
Ramón Torres
El
merecido reconocimiento de la obra del doctor Fernando Ortiz como patrimonio de
la cultura cubana constituyó un acto memorable y largamente esperado. Por ello
no es casual que se dieran cita en el Aula Magna del Colegio de San Gerónimo de
La Habana prestigiosas figuras como Gladys Collazo, directora de la Oficina
Nacional de Patrimonio, los doctores Eusebio Leal y Eduardo Torres Cuevas
(reconocidos por su aporte a la historia nacional) y el doctor Miguel Barnet
(presidente de la Fundación Fernando Ortiz), entre otros.
Ortiz
puede considerarse un ejemplo de superación y honradez, pues aunque cubano venido de Europa e
influido por la corriente positivista liderada entonces por el italiano César
Lombroso, prestó atención a la criminalidad de las personas negras cual si la
predisposición a la violencia y el delito constituyeran una condición innata de
ese grupo social; sin embargo, supo reconocer su error y admitir más tarde que
“sin el negro Cuba no sería Cuba”.
Lo
que comenzó con un estudio que denominó “Hampa afrocubana” (donde incluyó a Los negros curros, Los negros curros y Los
negros esclavos) tuvo un punto extraordinario de inflexión hacia la
sociología, la antropología, el teatro y la música, sobre todo.

Pero
Ortiz no se limitó a las culturas negras, sino que dejó constancia de “la
brujería de los blancos” y analizó cuánto había aportado también Europa a
nuestra nacionalidad, así como los chinos, yucatecos, judíos, polacos y otros grupos que se
aglutinaron en ese “ajiaco” o caldo que integró el mestizaje cultural.
No
por gusto se le reconoce como Tercer descubridor de Cuba, antecedido por el
genovés Cristóbal Colón (primer europeo que arribara a la Isla en octubre de
1492); Alejandro de Humbolt (que exploró nuestra flora y fauna), dejándoles el
puesto tres, para que nuestro sabio Ortiz analizara la psicología social del cubano.