sábado, 2 de febrero de 2019

La otra sangre



Por: Mongui
A propósito del filme Inocencia, que tan buena acogida ha tenido en el público cubano y, sobre todo por la manera de abordar la implicación abakuá en torno al suceso, reproducimos un texto publicado en Somos Jóvenes hacia el mes de noviembre del año 2000.

“Y no solo cobró en esos días la sangre de los estudiantes fusilados. Como noticia intrascendente, que aún durante nuestros días queda bastante relegada, porque no tenía importancia para nadie, figura en las actas el hallazgo de cinco cadáveres de negros muertos a bayonetazos y tiros…”
                                                                                                                                              

  Che
   Discurso pronunciado en ocasión del aniversario 90 del fusilamiento de los estudiantes de Medicina.

Eran las once de la mañana del 27 de noviembre de 1871. Frente a la plaza de la cárcel unos negros se habían apostado con el firme propósito de rescatar a los estudiantes de Medicina que esa tarde deberían ser fusilados. El más joven tendría entre 14 y 5 años de edad y, según la tradición oral, era esclavo y hermano de leche del estudiante Alonso Álvarez de la Campa, el primero en morir, cuando apenas contaba 16 años.
Su padre pertenecía al Cuerpo d Voluntarios, los mismos que le quitarían al hijo. Pero, además, había costeado las armas de la compañía que se lo fusiló. Una burda broma del destino, quizás. Porque, como dijera Fermín Valdés Domínguez, “el hijo murió con las armas pagadas por su padre”.
Cada 27 de noviembre los abakuá recuerdan a sus hermanos muertos ese día
Ahora bien, el error paterno lo salvó su esclavo adolescente, en un arranque de pasión fraternal.
Algo más que hermanos de leche
Dicen que el negro Álvarez de la era miembro de la potencia abakuá* Bacocó Efó y que su amo, Alonsito, lo era del primer juego de blancos, apadrinado por la anterior.
El hecho de que los abakuás o ñáñigos —como se les conoce popularmente—, estén obligados a socorrerse en cualquier circunstancia, incentivó el celo del esclavo por evitar el fusilamiento.
Pero en el fondo se movían razones de peso mayor: ya existía en el pueblo —que más que negro o blanco comenzaba a autorreconocerse como cubano— una fuerza moral capaz de protestar y enfrentarse a tamaño crimen. La crisis de los de “arriba” se manifestaba claramente, no solo por el hecho de que los de “abajo” se negaran a continuar siendo gobernados como antes y abogaran por la independencia, sino porque el colonialismo español ya era anacrónico y había agotado las posibilidades reales de mantener ese dominio. Ello no debe ser obviado al analizar las causas del asesinato de los estudiantes del 71 y del ambiente de tensión que generó, incluso antes del día de la ejecución.
El movimiento solidario
Un artículo publicado en La Gaceta de Cuba con cotivo del centenario de aquel suceso aportó valiosos documentos que revelan la implicación de potencias abakuás para evitar el crimen. Asegura el material que se tomó un acuerdo, luego de dos reuniones importantes (la primera en el hospital de San Lázaro y la segunda en la fábrica de tabacos Romeo y Julieta), ambas con el fin d libertar a los estudiantes. Según se afirma, participaron en los encuentros: Andrés Petit, Antonio Ramos Infante, Carlos Valdés, José Portuondo y José González Ojitos, patriota del barrio de San Lázaro.
Los abakuá visitan también la tumba de los Estudiantes de Medicina
Entre las acciones destinadas a perturbar el fusilamiento se destaca la muerte de un celador policial el día 22 a manos de Francisco Pedroso, alias Pancho Engafia, que murió tratando de saltar la muralla de Egido. El 25, Pepe Rusia eliminó a otro celador en la Chorrera, pero fue sorprendido por los voluntarios, quienes le dieron muerte en la calle Vapor. Otros sucesos similares se desarrollaron los días 26 y 27 de noviembre.
Héroes sin nombre
Eran las once de la mañana cuando un grupo de negros, escondidos detrás de los fosos que vigilaban el recinto carcelario, dispararon sus armas de fuego contra los custodios, cerca de cinco mil bayonetas. Un parte de la policía asegura que murió un oficial y quedó herido otro individuo; en cambio, el otro informe indica que en el tiroteo resultaron heridos de bala el teniente de artillería Antonio Pérez y el voluntario Ramón Santualla, naturales de Navarra y Galicia, respectivamente.
Los atacantes permanecen ignorados. Pero al menos sabemos que sufrieron cinco bajas: un negro de aproximadamente 40 años, que perdió la vida en la calle Colón; el segundo, más o menos de 35, muerto en Baluarte, entre Genios y Cárcel; un tercero, como de 25 años, en Consulado y Prado; mientras que en La Punta murió otro como de 22; el menor, que no sobrepasaba los 15, expiró en Monserrate y Cárcel. El entierro fue pagado con limosna recaudada en el cementerio de Espada.
Los cinco cadáveres, enterrados en ese lugar y esa fecha, son los únicos que aparecen como desconocidos, y sus partidas de enterramiento se encuentran asentadas en la Iglesia de Nuestra Señora de Monserrate, “muertos por heridas de bayoneta y bala”.
Algunos escritores han pretendido negar la participaci´n de los abakuás en la frustrada tentativa; sin embargo, la tradición oral dice lo contrario; tanto que hace algunas décadas, durante una importante reunión de los abakuás en 1960, se propuso declarar el 27 de noviembre como una fecha “luctuosa tanto por la muerte de los ocho estudiantes inmolados en 1871, como por los abakuás caídos en el intento de rescatarlos de las turbas de voluntarios…”.
Esperemos que investigaciones venideras aporten más luz sobre este lado oscuro de nuestra historia.
*Los abakuás, comúnmente conocidos como ñáñigos, constituyen una asociación de socorros mutuos exclusivamente masculina, aparecida en la tercera década del siglo XIX y que perdura en nuestros días en La Habana y Matanzas con más de un centenar de agrupaciones nombradas juegos o potencias.
Fuentes
·         Hernández Serano Luis. “El hombre que vendió el secreto Abakuá”. En Juventud Rebelde. 25-8-96.
·         Quiñones, Tato. “Historia y tradición oral en los sucesos del 27 de noviembre de 1871”. En La Gaceta de Cuba, Nro. 5. Sept. 1998.

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