martes, 27 de noviembre de 2018

27 de noviembre: La historia no contada



Por: Ramón Torres


Orlando Gutiérrez, presidente de la Asociación Abakuá de Cuba
Aunque desde hace mucho se ha legitimado la inocencia de los ocho estudiantes de Medicina fusilados aquel 27 de noviembre de 1871, la tradición oral mantiene que fueron trece los asesinados, pues un grupo de abakuá optó por la protesta armada contra lo que muy temprano consideró un crimen aberrante.
Por eso cada vez que llega la fecha, la Asociación Abakuá de Cuba, junto a directivos del Estado, gobierno y pueblo en general acuden a la intercepción Morro y Colón, en La Habana Vieja, para recordar a los cinco mártires anónimos miembros de la hermandad.
Hace 147 años, la soldadesca española sentenció a fusilamiento a  ocho estudiantes de Medicina, acusados de profanar la tumba del periodista asturiano Gonzalo Castañón; sin embargo, se sabe que el objetivo fundamental era atemorizar al pueblo de Cuba, inmerso en una guerra de liberación que duraría diez años.
Evidentemente, se cometieron numerosas violaciones en el juicio, tanto, que el abogado Federico Capdevila rehusó firmar el acta de sentencia. Incluso, eran cuarenticinco los involucrados, de los cuales seleccionaron ocho al azar, quizás para quedar bien con los colonizadores españoles ante la falta de pruebas concluyentes.
De cualquier modo, los abakuá no se quedaron de brazos cruzados y prepararon una enérgica respuesta. Por ello se documentan reuniones previas a la fecha, en la fábrica de tabaco Romeo y Julieta y el Hospital de Beneficencia.
El íreme, representación de los muertos
Algunos presumen que Alonsito Álvarez de la Campa, el más joven de los estudiantes (tenía 16 años) era hermano de leche y ekobio (hermano en la religión)  de uno de los héroes negros que intentaron evitar el fusilamiento, pues este tenía el mismo apellido y contaba 15 años de edad, lo cual no descarta la posibilidad de que fuera esclavo de aquél.
Hasta el momento no se ha encontrado los nombres de esos arrojadizos abakuá (tal vez jamás se localicen), pero la oralidad ha mantenido viva esa parte que la historia escrita ha olvidado.
Sin importar la evidencia documental, los abakuá de Cuba han recibido esa historia otra a través de sus mayores, y de los mayores de sus mayores; y no dudan de cómo ocurrieron los hechos, por lo cual cada 27 de noviembre se aglomeran bajo el jagüey donde suponen haya muerto uno de sus hermanos, con el objetivo de reivindicar esa parte de la historia no contada.

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