Por: Ángel Gerrero, Aberiñan Itia Macandá
Efó
Desde el 6 de Enero
de 1836, fecha que se recoge oficialmente como el nacimiento de Efi Buton,
primera potencia y origen del abacuá en Cuba, han sido miles los tabúes y
leyendas que han acompañado a sus miembros a través de los siglos y, que de una
manera u otra, han contribuido a crear cierto misticismo alrededor de nuestra
sociedad. Sería interminable la lista, casi nada positivo, de fábulas,
anécdotas tenebrosas, matonismo y violencia relacionadas con nuestra orden;
obviamente, nos han otorgado los más humillantes y despectivos adjetivos. Si
usted pregunta a 100 personas, qué es un íreme, muchos, quizás no sepan su
significado; pero, si dice DIABLITOS, todos responderán afirmativamente; así de
sencillo, DIABLOS, es lo que fuimos para aquellos que nos colonizaron y que
como catalizador común, dicha acepción se fue transmitiendo de generación en
generación.
En cierta ocasión que
estuve en Chicago, me encontraba en una fiesta en casa de Marylín Houlberg;
prestigiosa profesora de Historia del Arte, reconocida antropóloga y
especialista en el vudú haitiano. Fue una reunión maravillosa, pues se
encontraban ahí representantes del mundo cultural e intelectual de la ciudad y,
sobre todo, la diversidad étnica y de nacionalidades era extraordinaria. Había
personas de más de 20 países diferentes, por lo que era un marco apropiado para
intercambiar y conocer aspectos de otras culturas. Yo me encontraba con mi
amigo Ivor Miller y, en determinado momento, al presentarme a una de las
presentes, que yo suponía intelectual, como músico y cubano, la ilustre señora
me pregunta, “¿es verdad que ustedes los abacuá sacrifican niños para sus
ritos?”
Imagínense ustedes
qué respuesta merecía esa pregunta, en el verano de 2004 y, proveniente de una
estudiosa de la cultura afrocubana. Sin perder la ternura le contesté: “Sí,
usted tiene razón. Antes sacrificábamos niños para nuestros ritos, ahora, como
hemos evolucionado sacrificamos adultos; por eso le recomiendo que no esté
cerca de mí, y así evitar ser la elegida para el próximo sacrificio”.
La señora después de
oír mis palabras, apenada, bajó la vista y se marchó, quizás abochornada por su
insensatez. Como este, son cientos de tabúes que hemos tenido que lidiar para
demostrarle al mundo que somos una sociedad religiosa igual que cualquier otra,
con singulares aspectos rituales que nos hacen diferentes, como es natural.
Pero fue una
conversación con unos amigos cubanos en Lansing, Michigan, en 2002, la que me
hizo meditar y trazarme como meta que si algún día tenía la posibilidad de
escribir un artículo para aclarar este tabú tan generalizado en el contexto
religioso, sería sobre aquel tema; pues lo consideré trascendente y
malintencionado, y que había contribuido a tergiversar los valores de nuestra
sociedad a través de los siglos de existencia como entidad religiosa. Para “ir
al grano”, como decimos los cubanos, en aquella charla, tertulia o como se le
quiera llamar se habló de todo. Para un emigrante no hay nada más necesario y
vital, más aún, cuando se lleva poco tiempo viviendo en un nuevo país con
diferente cultura y costumbre que conversar y añorar todo aquello que dejamos
atrás. Es como un dulce sueño.
Cuando hablamos de
nuestro pasado es como si voláramos a través del espacio en una máquina del
tiempo y, entonces, en ese momento la nostalgia nos envuelve y domina nuestros
sentimientos; el emigrante verdaderamente vive de recuerdos y dentro de su
corazón lleva su país a donde quiera que valla. Cuando se emigra del otro lado
del mar, en nuestro caso, se quedan ilusiones y anhelos, sueños y desvelos; se
queda parte de la vida. Por lo tanto, pelota, política, música, deportes, religión,
engloba todo nuestro universo. Los presentes ese día profesábamos religiones de
origen afrocubano. Se habló, de discutió, se cantó y se bailó. No hubo
manifestación de culto a la que no se le dedicara un gran espacio; y el abacuá,
como es lógico, no podía faltar en aquel “ajiaco” religioso cultural.
Fue así como en uno
de aquellos debates alguien dijo: “Yo no me juré en la sociedad ya que ha
cambiado mucho; hoy cualquiera sabe que eres abacuá y los jóvenes lo pregonan
de esquina a esquina. Antes era distinto.” Y, siguió comentando, que sólo al
morir su abuelo su familia tuvo conocimiento de su militancia. Aquella
conversación y criterio expresado me hicieron meditar tan profundamente que,
sin polemizar, me dije: “Si algún día tengo la oportunidad de poder escribir un
artículo bien detallado al respecto, servirá para aclarar y desmitificar este
malentendido.” Ni remotamente podía imaginar que algunos años después, lo haría
en una web visitada por millones de personas alrededor del mundo.
En el transcurso de
los siglos, muchos han pensado y, a otros los han inducido a pensar, que el
hecho de que seamos una sociedad secreta, en alguno de nuestros ritos, nuestra
convivencia social tiene que estar marcada por la misma línea. Como dije al
principio, se nos catalogó como diablos; y debido a eso, a principios del siglo
XIX, en nuestros orígenes, cuando los negros africanos fueron desgarrados de su
tierra natal y traídos a las América, no quedó otra alternativa histórica que
andar ocultos para poder evadir a los amos y castigos policiales. Es conocido,
a pesar de que no ha sido bien divulgado, que los primeros esclavos que
obtuvieron su libertad en la etapa colonial fueron los Carabalí que pertenecían
a sociedades secretas [ABACUÁ] ¿Por qué fue posible eso? Porque eran los que
estaban mejor organizados a través de sus potencias o cabildos.
Por lo que, con el
tiempo, el gobierno colonial español asumió, vio y temió que, a partir de 1836,
año que se toma oficialmente como nacimiento de la sociedad abacuá en Cuba, a
través del origen de la potencia Efi Buton, en el ultramarino pueblo de Regla
en la Habana, ésta creciera. Y así ocurrió, como no podía ser de otra manera.
Desde esa fecha el número de potencias se fueron incrementando, tanto, que los
gobernantes coloniales, en ley dispuesta, cataloga a todos sus miembros como
criminales. Su sola pertenencia ya era un delito; y más doloroso aún, cuando
muchos fueron deportados a la isla de las Chafarinas por tal motivo.
Como es lógico todo
el que pudo ocultar su afiliación religiosa lo hizo; obviamente, a nadie le
hubiera gustado la idea de ser deportado como preso a una isla con tan bajas
condiciones sanitaria, donde muchos de los que salieron deportados de Cuba
nunca más volvieron; la gran mayoría murieron a consecuencia de la pésimas e
infrahumanas condiciones de vida. Ya desde esa época toda la prensa escrita,
claramente al servicio de los gobiernos de turno, se dio a la tarea de tratar
de desmoralizar, a través de artículos periodísticos y cuestionados estudios
científicos, criminalizando nuestra sociedad. El libro La Policía y sus
misterios es un claro ejemplo de tan abominable análisis de cómo la
intelectualidad y los gobernantes invirtieron grandes sumas de dinero en dar a
conocer al mundo la peligrosidad de aquel “engendro” llamado abacuá. El sentimiento
antiabacuá dentro de la sociedad cubana, como era de esperar, se incrementó,
también.
Éste es el origen de
todos aquellos mitos y tabúes orquestados por aquellos rufianes, (lo de
rufianes lo digo yo) que van pasando de oído a oído y, cada cual con su propia
imaginación continúa aumentando infundios. La historia sólo recogía hechos delictivos
y conductas indecorosa de algunos de sus miembros; obligándosele, de cierta
manera, a que se marchara clandestinamente.
Nunca en una clase de
historia de Cuba se ha dicho que los primeros cabildos de cimarrones fundados
la mayoría de sus miembros eran abacuás; que algunos jóvenes de La acera del
Louvre, importante lugar histórico de la Habana colonial, famoso por ser centro
de conspiración contra el gobierno español, eran abacuás; que uno de los
cuerpos élites en la infantería del ejército mambí en Matanzas estaba compuesto
por abacuás; que cuando El Mayor general Antonio Maceo fue delatado y tratado
de apresar en la Habana en el año 1895, fue escondido y protegido por los
miembros de la potencia Bacoco efo, en el barrio de Belén, debido, entre otros
lazos, a que Lino D´ou el edecán de su hermano José, era también miembro de
esta potencia. Muchos mambises dejaron sus vidas en el campo de batalla, pero
han pasado a la historia como héroes anónimos.
Sería inmensa la
lista de ilustres personalidades cubanas que han sido abacuás, pero sólo
tomaremos, para que sirva de ejemplo, a
dos de ellos, por su gran arraigo popular: Martín Dihigo e Ignacio Piñeiro:
Martín Dihigo, considerado por muchos como el pelotero más versátil que ha
pisado un terreno de béisbol y, a su vez, el más grande que ha dado Cuba;
miembro del hall de la fama de 4 países y electo al salón de la fama del
béisbol norteamericano, aún si haber jugado nunca en él, por prejuicios
raciales de la época; pues “el inmortal”, como se le conoce en el mundo del
deporte Martín Dihigo, era miembro de la potencia abacuá Odan efi y, más
relevante aún, Isue Eribo de la misma.
Claudio José Domingo
de Salas, uno de los más relevantes violinistas del siglo pasado, considerado
el”Paganini Negro”, fue condecorado por el emperador Guillermo II con la
ciudadanía Alemana, con el titulo de Barón y como músico de cámara. Además le
fue otorgada en Francia la orden de la legión de honor. Este virtuoso violín
que llevó su maravilloso arte a todos los rincones del mundo demostrando maestría
y genialidad recaudo fondos a favor de la causa independentista cubana dando
unos conciertos en República Dominicana. Pues si, aunque nunca lo haya escuchado,
Brindis de Salas también fue abacuá.
Cuando se hable de
las figuras con marcadas referencia para el desarrollo y consolidación del son
cubano, uno de los ritmos más populares de la historia musical cubana, habrá
que hacer referencia a Ignacio Piñeiro, creador y director del conjunto de
rumba “Los Roncos” y del afamado conjunto
de son “Septeto Nacional”; a él se le atribuyen más de 300 obras
musicales que abarcan una gran variedad de géneros musicales: sones, rumbas,
guajiras, guarachas, congas, tangos, plegarias, etc. Muchas de sus obras son
mundialmente famosas tales como “Échales salsita,” “Suavecito,” “No juegues con
los santos,” “El desengaño de los roncos,” “Bardo,” “Los cantares del abacuá,”
“Dichosa Habana,” etc., pues, también, este ilustre cubano fue abacuá.
Ponemos estos
ejemplos para que el lector tenga una idea más exacta y pueda valorar que ser
abacuá no significa, como han querido hacer creer muchos a través de los
siglos, delincuencia, criminalidad, ignorancia, cárcel. Si se hiciera un
análisis serio y profesional sobre la Sociedad Ecoria Abacuá actual, o sea, si
escogiéramos al asar una potencia de las que funcionan en la actualidad
verificáramos el nivel cultural de cada uno de sus miembros comprobaríamos
varia cosas. Primero: El abacuá es una sociedad de socorro, no una junta de
criminales. Segundo: en una potencia encontraremos entre su miembros médicos,
abogados, maestros, arquitectos, ingenieros, músicos, deportistas, vagos
habituales, ladrones, personas violentas, militares, etc.
Desde el punto de
vista étnico, también, blancos, negros, mulatos, chinos. La respuesta a esta
diversidad en sus miembros es fácil y, aunque siempre se ha tratado de ocultar,
no somos más que el reflejo de la sociedad cubana. Así de sencillo. Si hacemos este
mismo análisis en un hospital, una unidad militar, una fabrica, una escuela,
los resultados serían los mismo; y es que todos formamos una misma realidad. En
la sociedad cubana de 1840 los juegos estaban formados por tabaqueros,
jornaleros, zapateros etc., ¿por qué?, porque el nivel ocupacional de la época era tan bajo que, muchos de aquellos
hombres eran analfabetos. Si hoy, debido a la política educacional de Cuba,
el nivel promedio del cubano es de un
casi grado 10, es de esperar que los actuales abacuás tengan mayor nivel
cultural.
Pero, para no
apartarnos del tema en cuestión, aún en la actualidad hay muchos que
erróneamente, piensan que debemos seguir ocultos como si fuéramos delincuentes
prófugos de la justicia. Si en estos momentos, en el año 2007, donde debido al
proceso de globalización e integración en que se mueve el mundo la vida cambió;
Internet y las nuevas tecnologías de información han revolucionado y
transformado de manera radical el mundo de la comunicación, permitiendo desde
casi cualquier parte del planeta y durante las 24 horas del día (cómo, dónde y
cuándo) ponernos en contacto con una persona y recopilar todo tipo de
información sobre un tema especifico.; si debido a estos adelantos el mundo ha
dado un giro de 360 grados en lo que a
la comunicación y la interacción de las personas y organizaciones
respecta; y vemos con regocijo cómo los religiosos de todo el mundo se
relacionan, se organizan; si no es relevante en qué lugar del mundo se
encuentren los Cristianos, Protestantes, Católicos, Musulmanes, Yorubas, etc. ,
para reunirse, intercambiar ideas, ayudándose mutuamente no importando el
color, raza, lugar de origen. Si cada uno de los fieles de estas organizaciones
religiosas, son capaces de general amor y devoción por sus cultos; si se
sienten orgullosos y, con pasión, predican su creencias, ¿por qué nosotros no
podemos ser iguales?
Y me pregunto una vez
más, si nuestros cultos, creencias y ritos son tan ricos en música y colorido,
si para ser miembro de nuestra hermandad sólo solo pedimos ser fraternal,
ayudar al hermano con problemas y ser respetuoso porque nos han hostigado toda
la vida y nos han marginado a vivir casi clandestinamente ¿no es el momento
histórico para dejar atrás toda esa guerra desmoralizante en que nos han
sumido?
No estamos exentos de
problemas, pero en nuestras filas no existe ni tienen cabida los terrorista, ni
los pedófilos y pornógrafos infantiles, ni los que maltratan a sus madres,
esposas e hijos. Somos intolerantes en eso; por eso, no tenemos nada de que
abochornarnos. Todo lo contrario somos una entidad integra y llena de vida y
futuro y una de las organizaciones más antiguas de Cuba, que hemos mantenido
nuestra identidad a pesar de que nos han tratado de exterminar. Y, tomen estos
datos como ejemplo: el escudo cubano se creó en 1849, la bandera en 1850, el
himno en 1868 y la primera guerra de emancipación en contra del colonialismo
español comenzó 1868, Pues, como expliqué al principio de este escrito,
nosotros nacimos en 1836; o sea, si de antigüedad se trata, somos más viejos
que los símbolos patrios y, a su vez, mucho antes de que comenzara la primera
guerra patria en 1868, los cabildos cimarrones formados mayoritariamente por
abacuás habían sembrado las primeras semillas del descontento y desacato al
colonialismo español. Por eso nos debemos sentir orgullosos de nuestra cubanía
y de nuestra militancia, pues la historia lo ha demostrado, es hora de expresar
sin reservas ni zozobras y con todo el orgullo del mundo: ERENDIO ECORIA
ENLLENE ABACUÁ.
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