Una
publicación que se reeditaba durante la Guerra Necesaria en Cuba, tuvo en sus
comienzos la fatídica interpretación que oscilaba entre los prejuicios de clase
y raza.
Por:
Ramón Torres
El Cubano Libre fue
un periódico que comenzó a publicarse durante la Guerra de los diez años
(1868-1878) contra el dominio colonial español en Cuba. Representaba la voz del
Ejército Libertador y sus aspiraciones como República: sin esclavitud, sin
discriminación, sin dependencia de la metrópoli.
Esa
primera contienda no logró todos sus corolarios, por lo que tuvo que reeditarse
en 1895, en la que se llamó la Guerra Necesaria, organizada por Martí, Gómez y
Maceo como líderes fundamentales.
Siguiendo
los ideales de la primera conflagración, el general Antonio Maceo ordenó retomar El Cubano Libre, que volvió a ver la luz
el 3 de agosto del 95, pero se circunscribió a la entonces provincia de
Oriente, porque en ese momento era la que con mayor vigor se levantaba en
armas.
Sin
embargo, el prejuicio regionalista, clasista y, desde luego, su principal hijo
adoptivo, el racismo, convirtieron el acontecimiento en piedra de escándalo,
incluso entre algunos patriotas indiscutibles.
Uno
de ellos fue Salvador Cisneros Betancourt, el ilustre camagüeyano Marqués de
Santamaría, quien en carta a don Tomás Estrada Palma le escribía el 22 de
agosto:
“Considero
que Maceo le habrá remitido El Cubano
Libre, que ya está publicándose allá. Hemos releído el segundo número; no
ha dejado de chocarnos aquello de 'Órgano
oficial de los insurrectos de Oriente', no sé a
qué viene, y me temo que la hormiga quiera criar mucha ala y esta ambición
desmedida nos dé mucho que hacer. José Antonio Maceo que se conforme con sus
laureles militares y será bueno que usted le aconseje que se conforme con ser
jefe de expedición y deje la política a un lado, pues nosotros y parte de
Oriente no admitiremos otra cosa que no sea un gobierno republicano democrático
(…)”.
Lamentablemente,
las miserias humanas afloraban aún en las mentes más preclaras de la
insurrección, resultado de la discriminación racial, el régimen feudal
imperante y la propia sociedad esclavista apenas recién finalizada.
Cisneros
no se limitó al escrito anterior, sino que se dirigió al propio Maceo el 25 de
agosto para aconsejarle prudencia, cordura y que esperase a que le dieran un
puesto. Pero el aludido supo contestar aquellas insinuaciones a la altura de su
dignidad, y que recoge el historiador José Luciano Franco en Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida:
“El Cubano Libre se fundó nuevamente
debido a mis esfuerzos, sin que no a mí ni a nadie le guiara idea de predominio
ni de imposición, ni mucho menos la de preferencias regionalistas. Por el
contrario, como a su publicación sólo estaba arraigada la guerra en Oriente,
quisimos dejar en libertad de acción a las demás provincias y respetar las
facultades que deben residir en el gobierno que ha de constituirse, por si éste
determinaba la fundación de un periódico que fuese su órgano oficial. Haberle
dado yo ese carácter antes de constituirse el gobierno hubiera sido arrogarme
una atribución de que carecía, y además, habría falseado los hechos (…)”
“Si
ustedes no hubieran venido a la Revolución con tantas prevenciones, acaso no le
habría sido fácil suponer que las tiene El
Cubano Libre respecto de ustedes. Más de una vez he oído a sus redactores
lamentarse de que no se les remitan las disposiciones y extractos del diario de
operaciones del General en Jefe, así como artículos y trabajos de los hijos de
ese digno pueblo camagüeyano, al que yo hubiera abrazado con gusto a no ser por
la distancia que de él me separa (…)
La
permanencia, aún dentro de los cuadros revolucionarios, de discriminación y
prejuicios propios de un régimen feudal en decadencia no amilanaron la gloria
del mulato oriental que era Maceo, su firmeza y entrega a la causa, lo
levantaron siempre por encima de cabildeos raciales. Ese era nuestro Titán de
Bronce.
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