Por:
Ramón Torres
Conmovedor,
quizás sea el calificativo más cercano al filme “Inocencia”, del realizador Alejandro
Gil, quien lo estrenó dentro del marco del último Festival Internacional del
Nuevo Cine Latinoamericano, que cada año se efectúa en La Habana, y tendrá su
premier fuera de ese acontecimiento el próximo 29 de enero.
Sin pretensión
de erigirme crítico de arte, aventuro mi rúbrica a favor de la cinta debido al
impacto generado en la audiencia: primero, gracias al indiscutible desempeño de
los jóvenes actores que representaron a los ocho estudiantes de Medicina
fusilados el 27 de noviembre de 1871; segundo, por el alcance fotográfico y la
recreación de esa Cuba decimonónica; y por último, la esmerada labor de todo el
equipo para narrar los hechos, muchos de ellos escamoteados, ignorados o mal
resueltos por la historiografía nacional.
El director, con una de las actrices del filme |
La
película en cuestión relata de forma amena y sin tapujos el contexto epocal,
cuando en la región oriental cubana se desarrollaba una feroz lucha por la
independencia, mientras la capital se debatía entre temerosos representantes
del poder colonial español, los cuerpos de voluntarios fieles a la metrópoli
que exigían el asesinato brutal de un grupo de niños jóvenes acusados
sórdidamente de violar la tumba del periodista peninsular Gonzalo Castañón, y
el pueblo enardecido que abogaba por la liberación.
Como
dato curioso, por primera vez (al menos que yo conozca) aparece un audiovisual
que aborda el intento suicida de miembros de la Sociedad Abakuá para evitar el
fusilamiento de los estudiantes de Medicina, pues se dice que al menos uno era
miembro de la entidad.
Aunque
la historia necesita todavía un documento que avale esa última parte de los
hechos, la oralidad popular se ha encargado de mantener vivo el detalle, e
incluso se sabe que integrantes de la hermandad religioso-mutualista efectuaron
sendas reuniones en la fábrica de tabaco Romeo y Julieta y en el Hospital de
Beneficencia, supuestamente, para ultimar la estrategia de rescate.
Los
abakuá consideran que no fueron ocho las víctimas de aquel aciago día, sino
trece, si se adicionan cinco ekobios negros que resultaron ultimados durante el
ataque a los voluntarios (más de mil bayonetas) que custodiaban la cárcel de La
Habana.
El
filme se erige, entonces, como una nueva forma de contar la historia, un
reclamo por la reivindicación de aquella parte no descrita por el poder
hegemónico que trató de eclipsar o restar importancia a esos cimarrones
urbanos, hermanados tal vez con alguno de los muchachos no por lazo de sangre,
pero sí por acto de fe ante la religión.
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