Por: Pascale Riou
Desde su natal Benin, el historiador Gabin Djimassé nos cuenta el último y desesperado acto de heroísmo de Behanzin, rey del antiguo imperio de Dahomey:
“En 1892, vencido por los franceses, incendió su palacio para evitar que manos no autorizadas pudieran tocar, manipular o apoderarse de los objetos y tesoros de su cultura. Del lado de los vencedores europeos, aquel acto de resistencia fue interpretado y manipulado para añadir otra prueba de la incapacidad fundamental de los africanos a la hora de salvaguardar supropia cultura”.
Sin embago, en el campo francés también se elevaron voces que no coincidían con ese criterio. El escritor Michel Leiris, quien formaba parte de la expedición Dakar-Djibouti, encargado de relatar por escrito la aventura por Africa, no logró compartir el entusiasmo de su amigo Marcel Griaule, capaz de todas las maniobras, mentiras y vilezas para llevar a cabo su misión de ”salvador “ de las culturas africanas y de llenar los museos europeos. Leiris escribe en sus cuadernos su “asco frente a las profanaciones “ y analiza:
“Lo que se hace en África es saquear a los negros bajo el pretexto de enseñar a otra gente a conocerlos y a amarlos; es decir, formar otros etnógrafos que también irán a amarlos saqueando sus bienes”.
La clarividencia y denuncias del escritor destruyeron la amistad que ligaba los dos hombres. La
valentía negra o blanca no resistió el golpe asesino de los artistas
visionarios y surrealistas que firmaron el último acto de le designificación del
entonces llamado “arte negro” bautizándolo como “arte primitivo”. Ahora la serpiente-máscara Dogon rota, que se erguía orgullosamente sobre
sus 11 metros de altura cada 60 años, dormiría en una insignificancia
eterna deaparecida en alguna colección museográfica y que, al parecer, nunca
volverá a celebrar el día cuando le fue dada la palabra a los seres humanos.Igual le ocurriría a numerosas piezas africanas confinadas a sitios de exhibición.
En estos objetos Europa vio una promesa de renuevo estético, proyectó sus anhelos creativos y copió, imitó y fue motivo de inspiración que satisfizo su “arte-centrismo” con una lectura de supremacía cultural sobre ese arte… salvaje. Picasso revolucionó el arte occidental con su cuadro “Les Demoisellesd’Avignon” en 1907. Pero ese es solo uno de los ejemplos más conocidos de los estimulados por el quehacer africano.
En 2017, el presidente francés Emmanuel Macron, pidió elaborar un expediente a los expertos Benedicte Savoy (historiadora francesa del arte) y Felwine Sarr (pensador y economista senegalés) para reconsiderar la “legitimidad” de Europa como dueña de esos objetos usurpados. Fue el primer paso trascendental de un Gobierno que reconocía su actitud de rapiña respecto a África.
La conclusión fue rotunda: se exigía una restitución urgente y definitiva de las obras a todos los países africanos que lo pidiesen, lo que acarrearía una refundición de las relaciones entre Europa y el llamado Continente Negro para empezar la construcción de un nuevo camino común, sin las cadenas del pasado. Un nuevo puente lejos de los lugares del crimen que son los museos, templos para objetos sin alma.
El 9 de noviembre de 2021 Francia inició el proceso de restitución con 26 obras (expoliadas en los palacios reales de Dahomey como botín de guerra) devueltas al Benín. Un acto político sin precedentes que, a decir de Benedicte Savoy, visualizaba el reconocimiento de que "pasaron cosas que no debieron haber ocurrido", y que al mismo tiempo, reafirmaba el respeto al otro.
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