Por: Ramón Torres
Orlando Gutiérrez, presidente de la Asociación Abakuá de Cuba |
Aunque desde hace mucho se ha legitimado la
inocencia de los ocho estudiantes de Medicina fusilados aquel 27 de noviembre
de 1871, la tradición oral mantiene que fueron trece los asesinados, pues un
grupo de abakuá optó por la protesta armada contra lo que muy temprano consideró
un crimen aberrante.
Por eso cada vez que llega la fecha, la
Asociación Abakuá de Cuba, junto a directivos del Estado, gobierno y pueblo en
general acuden a la intercepción Morro y Colón, en La Habana Vieja, para
recordar a los cinco mártires anónimos miembros de la hermandad.
Hace 147 años, la soldadesca española
sentenció a fusilamiento a ocho
estudiantes de Medicina, acusados de profanar la tumba del periodista asturiano
Gonzalo Castañón; sin embargo, se sabe que el objetivo fundamental era
atemorizar al pueblo de Cuba, inmerso en una guerra de liberación que duraría
diez años.
Evidentemente, se cometieron numerosas
violaciones en el juicio, tanto, que el abogado Federico Capdevila rehusó
firmar el acta de sentencia. Incluso, eran cuarenticinco los involucrados, de
los cuales seleccionaron ocho al azar, quizás para quedar bien con los
colonizadores españoles ante la falta de pruebas concluyentes.
De cualquier modo, los abakuá no se quedaron
de brazos cruzados y prepararon una enérgica respuesta. Por ello se documentan
reuniones previas a la fecha, en la fábrica de tabaco Romeo y Julieta y el
Hospital de Beneficencia.
El íreme, representación de los muertos |
Algunos presumen que Alonsito Álvarez de la
Campa, el más joven de los estudiantes (tenía 16 años) era hermano de leche y
ekobio (hermano en la religión) de uno
de los héroes negros que intentaron evitar el fusilamiento, pues este tenía el
mismo apellido y contaba 15 años de edad, lo cual no descarta la posibilidad de
que fuera esclavo de aquél.
Hasta el momento no se ha encontrado los
nombres de esos arrojadizos abakuá (tal vez jamás se localicen), pero la
oralidad ha mantenido viva esa parte que la historia escrita ha olvidado.
Sin importar la evidencia documental, los
abakuá de Cuba han recibido esa historia otra a través de sus mayores, y de los
mayores de sus mayores; y no dudan de cómo ocurrieron los hechos, por lo cual
cada 27 de noviembre se aglomeran bajo el jagüey donde suponen haya muerto uno
de sus hermanos, con el objetivo de reivindicar esa parte de la historia no
contada.
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