Por Ramón Torres
“Los verdaderos secretos
abakuá están en la lengua”, nos dice un viejo iniciado en esa hermandad cubana.
En cambio, la investigación del lenguaje abakuá enfrenta siempre un obstáculo
no superado hasta el momento, debido a la diversidad de grupos que bajo la
denominación de carabalíes arribaron a tierras cubanas bajo la ignominiosa
trata esclavista.
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Un alto jerarca abakuá le habla al íreme. |
Se precisa, entonces, para despejar lagunas, el estudio
separado y conjunto, a la vez que comparativo, de venideras y esclarecedoras
investigaciones entre pueblos sur nigerianos-cameruneses y de Cuba, que
diluciden los aportes de estos africanos a la Isla, así como las intromisiones
y transformaciones en el proceso de cubanización del ñañiguismo.
En el Viejo Calabar
prevaleció el efí sobre otras lenguas del área meridional del Río de la Cruz
(Cross River). Contribuyó en ello el sistema de “casas-canoas” que devino
importante centro de comercio de esclavos en la región. Dichas “casas” estaban
constituidas por un dueño, la familia y cientos de esclavos que trabajaban como
remeros y guerreros de grandes canoas para la obtención de otros esclavos, los
cuales, usualmente, eran vendidos a los europeos una vez introducida la trata.
De tener en cuenta el
predominio del efí y su sociedad ekpe en la región, nos explicaremos mejor por
qué entre los ñáñigos predomina esta lengua, aunque subsisten incorporaciones
de otros grupos vecinos como ekoi, iyo e ibbo, lenguas con peculiaridades
diferenciadoras entre sí.
Para Pedro Dechamps el
lenguaje abakuá era conocido “en sus inicios solamente por los integrantes de
esta institución religioso-mutualista, este lenguaje ha llegado hasta nuestros
días después de haber sufrido múltiples alteraciones que lo alejan cada vez de
su punto de partida.
”Su lenguaje está basado
principalmente en proverbios o sentencias predominando la influencia de voces
efik.
”Rotos desde hace muchos
años los vínculos con la lengua de origen, el tono, el acento, la inflexión,
que le imprimen a la palabra su correcta expresión, se han perdido y el
lenguaje abakuá ha devenido en una
jerga o dialecto afroespañol —o mejor afrocubano— en el que se dificulta cada
vez más precisar la procedencia de sus voces.
”El centenario lenguaje, a
medida que avanza el tiempo, va perdiendo elementos originales, predominando la
entonación criolla sobre los pocos sonidos africanos que aún subsisten en
nuestro medio […]”.
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En plena faena, se llama en "lengua" a los antepasados |
Según Sergio Valdés “[…]
abakuá logró preservar un lenguaje esotérico, mezcla de diversas lenguas y
dialectos del Calabar, que no puede fungir como medio de comunicación fuera del
acto litúrgico sino es con la ayuda del español. Realmente el habla cotidiana
de los ñáñigos es el español salpicado de voces y frases en lengua abakuá”
.
Esto es lógico. La tradición
abakuá no se enseña desde la niñez (aunque desde niños no pocos aprenden a
bailar y a hablar ñáñigo si se encuentran dentro de un entorno familiar o
social permeado por esta cultura). La incorporación al ñañiguismo se efectúa
generalmente de forma voluntaria y dentro de la etapa adolescente-juvenil o más
tarde. En el período pos iniciación, el endísime recibirá solo determinados
rudimentos que le servirán para “presentarse” y establecer una comunicación
simple, caso de no tener un amigo, padrino o pariente muy versado en el tema y
que tenga interés en introducirlo en los vericuetos de este lenguaje.
Ahora bien, ¿cómo un
complejo de lenguas y dialectos del Calabar ha engranado de forma tan
perfectamente armoniosa dentro de la agrupación mutualista?, es algo que mueve
a la reflexión. Suponiendo que los carabalíes Áppapa iniciaran a Efí Butón, ya
debían los primeros haber asimilado o sincretizado su lengua con otros grupos
de la región que vinieron a Cuba, pues carabalíes había muchos, cada uno con su
dialecto o lengua. De haber recepcionado el ñañiguismo la mezcla arbitraria de
estos distintos grupos, podrían no entenderse (como con la simbólica Torre de
Babel), puesto que la Sociedad Abakuá está constituida por alrededor de dos
centenas de juegos o potencias independientes en La Habana, a las cuales se les adicionan cerca
de cien entidades que descansan en Matanzas y Cárdenas.
Investigadores como Juan
Luis Martín consideran que en las lejanas tierras del Calabar existía una lengua franca de la región, donde se
mesclaron esclavos yoandés y dualas, llevados de territorios situados más al
Mediodía.
“Significa este hecho que no
fue nada que exigiera esfuerzo excepcional el que se constituyeran potencias de
ñáñigos de calabaríes, que, además de disponer de un elemento común de
entenderse en cuanto a sus deidades, en sus invocaciones traían ya de esa
región de África, como no ocurría tan extensamente con otros, una lingua franca, un instrumento idiomático
común. En el saludo encontramos expresiones y usos del yaondé, o pagüino, desdeñadas las del Duala, que,
aparentemente, no tenían uso y que, por tanto, podían ser expresiones secretas. Tenemos, así monina, nagüe, ecobio, tata, nangüeriero, que
han pasado ya a la expresión popular”.
Teodoro Diaz Fabelo apunta, por
su parte, que “el lenguaje de los ñáñigos es la lengua africana Kalabarí
Bríkamo Mañón Usagaré, hablada por los 7 reinos principales del imperio Efó
Usagaré, por los 7 reinos principales del imperio Efí Obane, y por varios
reinos federados a los dos imperios antes mencionados. Además esa legua es el
tronco madre de la de los reinos Ekerewá, Orú, Bibí y otros. La lengua Bríkamo
Mañón Usagaré es de la familia lingüística Bantú, al igual que las lenguas de
los pueblos vecinos del Camerún que hablan Duala, Noho, Yaunde y otros como los
actuales biafraneses que son los descendientes Kalabary —sic—” .
Podríamos suponer, siguiendo
las lógicas anteriores, que ya la lengua ñáñiga vino mezclada. Tal vez esa sea
la causa por la cual un iniciado de Efí Embemoró pueda “presentarse” (dar sus
señas verbalmente) y ser totalmente comprendido por uno de Muñanga Efó o de Orú
Appapá, aunque pertenezcan a ramas diferentes (Efí, Efó u Orú). Por otro lado,
si bien reconocemos al español en su variante cubana como lengua oficial,
dentro del ritual abakuá predomina el ñáñigo (por nombrarlo de alguna manera a
falta de un calificativo más preciso) y solo se emplea el español para
solicitudes específicas: “alcánzame la tinaja”, “dame el yeso”; o para algunas
preguntas al endísime, que todavía no conoce a plenitud la liturgia.
El simbolismo hablado dentro
de la Sociedad Abakuá está, ya no tanto en la capacidad del iniciado para
descifrar todos los códigos lingüísticos, sino en la comprensión del
significado en su conjunto. Dicho de mejor manera, consiste en captar la idea
general y no cada una de sus partes. Rara vez encontramos que un practicante se
interese en reconocer las estructuras gramaticales que componen el discurso
comunicativo. El lenguaje funciona a través de
implicaturas; no es lo que se dice, sino lo que se implica.
Los abakuá conservan su
lengua a través de estructuras memorizadas de cantos, rezos, sentencias y
refranes que los iniciados no suelen segmentar lexicalmente, aunque conservan
en sus libretas o “cartillas” un sinnúmero de
palabras sueltas a manera de vocabulario.
Dichos textos, que inicialmente se recibían solo por vía
oral, fueron inmortalizados con la palabra escrita, y aún admitiendo la
inexactitud en muchas de las transcripciones, resulta indiscutible la función
conservadora que ejercieron las “libretas” para preservar la tradición, sobre
todo cuando los esclavos africanos iban desapareciendo en Cuba. El mérito
fundamental de los “tratados” abakuá radica en el privilegio de recuperar la
experiencia acumulada de primera mano, por ex esclavos venidos del Continente
Negro.
De cualquier modo, quizá
muchos africanos de la época (y aún antes) iniciados en la hermandad ya
conocían las primeras letras. Luz María Martínez asegura que el caudal de la
lengua africana, en el siglo XVIII, fue celosamente guardado en las libretas
que poseían los oficiantes de diferentes cultos (v. Martínez Montiel.2008:401).
También el investigador Pedro Deschamps se cuestiona sobre ello en un
concurrido barrio habanero, plaza fuerte del fenómeno abakua:
“Cuántos abakuá de Jesús
María no serían alumnos en la década de 1840 de la morena libre María Faustina
Peñalver, de Juana Pastor después de 1835 que se le dio el permiso o de Matíaz
Velazco, sargento primero del batallón de Pardos Leales de La Habana, veterano
de la campaña de la Florida, que había permanecido hasta 1823, cuando se
estableció como maestro en la barriada de Jesús María. Al detenerlo durante la
conspiración ‘que ese gobierno denominó de los negros contra los blancos’,
hacía más de 20 años que impartía la enseñanza de las primeras letras y
continuó después de finalizado el proceso de La Escalera. En 1856, tenía su
escuela establecida en la calle de Someruelos n. 1, contando con más de treinta
años de labor educacional”.
De tal suerte, encontramos
que la escritura se convirtió en un instrumento alternativo, aunque nunca
sustituyó la oralidad. Así, se establece un sistema dual de códigos
comunicativos —oral y escrito— sin que uno niegue al otro. Sin embargo,
predomina la vía oral. Un hombre es considerado “sabio” en abakuá, en la medida
que pueda memorizar y transmitir con mayor fiabilidad su conocimiento al
público, lo cual elevará su estatus, autoridad y supremacía sobre el resto del
grupo.
Es preciso reconocer a la
lengua ñáñiga o abakuá tal cual es. No es efí, aunque prevalezca este, sino una
unidad con otras lenguas de la región; es un remanente, entonces, de las
culturas del Calabar en Cuba, si bien no contamos con hablantes cubanos de
aquellas lenguas.
El lenguaje abakuá
tiene una función simbólica, contextual, espacial y temporal, cuyos transmisores
son los miembros de las cofradías abakuá que conocen y utilizan la lengua
ñáñiga como subcódigo lingüístico. Son hablantes de español, pero que en
determinada situación de comunicación se valen de un conjunto de símbolos
lingüísticos que los conecta con el pasado, tradiciones y leyenda. Al ser
generalmente un discurso religioso, no suele proferirse en cualquier lugar,
sino en determinados contextos y el discurso solo puede ser expuesto por hombres.
Hay casos en que el espacio se reduce al fambá, en otras ocasiones es más
público. El discurso, generalmente, recae en determinados dignatarios, cuyas
funciones les permiten pronunciar plegarias, cantos, alabanzas… El emisor
representa a los antepasados ancestrales.
Por su parte, los receptores
decodifican la información, fundamentalmente, los cofrades, quienes están
habituados al ejercicio de la lengua abakuá. Es la comunidad que escucha, la
que distingue el texto y el género discursivo y quien determina, en última
instancia, el lugar donde debe producirse, y en consecuencia, el tipo de
relato, el tema y el estilo a través de la oralidad más que escritura en dos cirscunstancias
fundamentales: la ritual y la social. La ritual emplea casi en su totalidad el
lenguaje abakuá con salpicaduras del español; en la social, inversamente,
permea al español de Cuba. Voces como ecobio, asere o monina han calado el
habla cotidiana del cubano. Chévere es el ejemplo más socorrido, incluso por
hablantes foráneos. Moropo, ñampio, ocambo o fambá, abandonan el terreno ritual
y se abren paso, incluso, entre muchos hablantes del español.
Lo anterior puede darnos una
idea de la influencia de la lengua abakuá en el español de Cuba y cómo,
efectivamente, se han perdido elementos originales del simbolismo lingüístico
ñáñigo. No obstante, el hermetismo de esta asociación, así como la temprana
conservación de textos, ha posibilitado que perduren los remanentes carabalíes
con menos alteraciones, quizás, que entre otras expresiones religiosas de
origen africano en la Isla.
Las narraciones abakuá se
conservan, fundamentalmente, a través de enkames y cantos que nos transportan
en tiempo y espacio hacia momentos y lugares específicos; estos códigos lingüísticos
—se ha dicho— no precisan la comprensión del significado lexical de las
palabras o frases, sino las implicaturas e inferencias; no se busca la palabra
justa, sino la musicalidad en el discurso, el tono, la intensidad, las
inflexiones en el lenguaje.
Algunos vocablos, incluso
frases completas pueden haber variado en cuanto a modulaciones, sonidos,
aspiraciones vocálicas o consonánticas, etc., pero la lengua hablada sigue
siendo funcional a los efectos de la tradición y la traducción del mito, toda
vez que el emisor no es un elemento pasivo en la producción del discurso y, más
que un mero repetidor de lo aprendido, busca recrear el mensaje heredado, ya
sea por vía oral o escrita.
Fuentes consultadas:
Dechamps Chapeaux, Pedro. “El lenguaje Abakuá”. En Etnología y Folklore, No 4,
julio-diciembre, 1967.
------- (III) El negro en la economía habanera del Siglo XIX. Ed. Unión. La
Habana, 1971.
Diaz Fabelo, Teodoro. (I) Introducción
al estudio de los abakuá. (Material mecanografiado).
Biblioteca Nacional y Casa de África. La Habana, 1969.
Martín, Juan Luis. Papeles Cubanos. T.I, V, VI y VII.
Editorial Atalaya, S.A. La Habana, 1943.
Martínez Montiel, Luz María. Africanos en América. Ed.
Ciencias Sociales, La Habana, 2008.
Valdés Bernal, Sergio. “El
legado carabalí en el español de Cuba.” En Anuario
de Lingüística Hispánica. Vol. XII. Universidad de Valladolid. 1996-97.