Por: Mongui
A
propósito del filme Inocencia, que tan buena acogida ha tenido en el
público cubano y, sobre todo por la manera de abordar la implicación abakuá en
torno al suceso, reproducimos un texto publicado en Somos Jóvenes hacia el mes de noviembre del año 2000.
“Y no solo cobró en esos días la
sangre de los estudiantes fusilados. Como noticia intrascendente, que aún
durante nuestros días queda bastante relegada, porque no tenía importancia para
nadie, figura en las actas el hallazgo de cinco cadáveres de negros muertos a
bayonetazos y tiros…”
Che
Discurso pronunciado en
ocasión del aniversario 90 del fusilamiento de los estudiantes de Medicina.
Eran las once de la mañana del 27 de
noviembre de 1871. Frente a la plaza de la cárcel unos negros se habían
apostado con el firme propósito de rescatar a los estudiantes de Medicina que
esa tarde deberían ser fusilados. El más joven tendría entre 14 y 5 años de
edad y, según la tradición oral, era esclavo y hermano de leche del estudiante
Alonso Álvarez de la Campa, el primero en morir, cuando apenas contaba 16 años.
Su padre pertenecía al Cuerpo d Voluntarios,
los mismos que le quitarían al hijo. Pero, además, había costeado las armas de
la compañía que se lo fusiló. Una burda broma del destino, quizás. Porque, como
dijera Fermín Valdés Domínguez, “el hijo murió con las armas pagadas por su
padre”.
Cada 27 de noviembre los abakuá recuerdan a sus hermanos muertos ese día |
Ahora bien, el error paterno lo salvó su
esclavo adolescente, en un arranque de pasión fraternal.
Algo
más que hermanos de leche
Dicen que el negro Álvarez de la era miembro
de la potencia abakuá* Bacocó Efó y
que su amo, Alonsito, lo era del primer juego de blancos, apadrinado por la
anterior.
El hecho de que los abakuás o ñáñigos —como
se les conoce popularmente—, estén obligados a socorrerse en cualquier
circunstancia, incentivó el celo del esclavo por evitar el fusilamiento.
Pero en el fondo se movían razones de peso
mayor: ya existía en el pueblo —que más que negro o blanco comenzaba a
autorreconocerse como cubano— una fuerza moral capaz de protestar y enfrentarse
a tamaño crimen. La crisis de los de “arriba” se manifestaba claramente, no
solo por el hecho de que los de “abajo” se negaran a continuar siendo
gobernados como antes y abogaran por la independencia, sino porque el
colonialismo español ya era anacrónico y había agotado las posibilidades reales
de mantener ese dominio. Ello no debe ser obviado al analizar las causas del
asesinato de los estudiantes del 71 y del ambiente de tensión que generó,
incluso antes del día de la ejecución.
El
movimiento solidario
Un artículo publicado en La Gaceta de Cuba con cotivo del centenario de aquel suceso aportó
valiosos documentos que revelan la implicación de potencias abakuás para evitar
el crimen. Asegura el material que se tomó un acuerdo, luego de dos reuniones
importantes (la primera en el hospital de San Lázaro y la segunda en la fábrica
de tabacos Romeo y Julieta), ambas
con el fin d libertar a los estudiantes. Según se afirma, participaron en los
encuentros: Andrés Petit, Antonio Ramos Infante, Carlos Valdés, José Portuondo
y José González Ojitos, patriota del barrio de San Lázaro.
Los abakuá visitan también la tumba de los Estudiantes de Medicina |
Entre las acciones destinadas a perturbar el
fusilamiento se destaca la muerte de un celador policial el día 22 a manos de
Francisco Pedroso, alias Pancho Engafia, que murió tratando de saltar la
muralla de Egido. El 25, Pepe Rusia eliminó a otro celador en la Chorrera, pero
fue sorprendido por los voluntarios, quienes le dieron muerte en la calle
Vapor. Otros sucesos similares se desarrollaron los días 26 y 27 de noviembre.
Héroes
sin nombre
Eran las once de la mañana cuando un grupo de
negros, escondidos detrás de los fosos que vigilaban el recinto carcelario,
dispararon sus armas de fuego contra los custodios, cerca de cinco mil
bayonetas. Un parte de la policía asegura que murió un oficial y quedó herido
otro individuo; en cambio, el otro informe indica que en el tiroteo resultaron
heridos de bala el teniente de artillería Antonio Pérez y el voluntario Ramón
Santualla, naturales de Navarra y Galicia, respectivamente.
Los atacantes permanecen ignorados. Pero al
menos sabemos que sufrieron cinco bajas: un negro de aproximadamente 40 años,
que perdió la vida en la calle Colón; el segundo, más o menos de 35, muerto en
Baluarte, entre Genios y Cárcel; un tercero, como de 25 años, en Consulado y
Prado; mientras que en La Punta murió otro como de 22; el menor, que no
sobrepasaba los 15, expiró en Monserrate y Cárcel. El entierro fue pagado con
limosna recaudada en el cementerio de Espada.
Los cinco cadáveres, enterrados en ese lugar
y esa fecha, son los únicos que aparecen como desconocidos, y sus partidas de
enterramiento se encuentran asentadas en la Iglesia de Nuestra Señora de
Monserrate, “muertos por heridas de bayoneta y bala”.
Algunos escritores han pretendido negar la
participaci´n de los abakuás en la frustrada tentativa; sin embargo, la tradición
oral dice lo contrario; tanto que hace algunas décadas, durante una importante
reunión de los abakuás en 1960, se propuso declarar el 27 de noviembre como una
fecha “luctuosa tanto por la muerte de los ocho estudiantes inmolados en 1871,
como por los abakuás caídos en el intento de rescatarlos de las turbas de
voluntarios…”.
Esperemos que investigaciones venideras
aporten más luz sobre este lado oscuro de nuestra historia.
*Los abakuás, comúnmente conocidos como
ñáñigos, constituyen una asociación de socorros mutuos exclusivamente
masculina, aparecida en la tercera década del siglo XIX y que perdura en
nuestros días en La Habana y Matanzas con más de un centenar de agrupaciones
nombradas juegos o potencias.
Fuentes
·
Hernández Serano Luis. “El
hombre que vendió el secreto Abakuá”. En Juventud
Rebelde. 25-8-96.
·
Quiñones, Tato. “Historia y
tradición oral en los sucesos del 27 de noviembre de 1871”. En La Gaceta de Cuba, Nro. 5. Sept. 1998.
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