Por Pascale Riou
El brillo de los flamboyanes de Martinica ayudó a pintar un cuadro tropicalista, atractivo y divertido, borrando sutilmente los turbios y sucios bosquejos de la esclavitud. No se puede dudar de la inocencia esplendorosa y natural de la “madinina”, “la isla de las flores” de los indígenas antillanos; no hay perdón por el silenciamiento de la flor de excelencia humanista e intelectual que fue Suzanne Roussi , esposa de Aimé Césaire .
Había nacido en 1915, dentro del seno de una familia de “mulatos” propietarios de una destilería. Su madre, directora de la escuela de Trois-Ilets, siempre estuvo en desacuerdo con las injustas condiciones de vida de los descendientes de los esclavos libres en la isla. La familia Roussi impuso su visión igualitaria totalmente revolucionaria en las colonias de aquellos tiempos, y fue de las primeras en dar boleto de paga a sus empleados.
La pequeña Suzanne creció entre dos mundos, el dominante de los colonos, los Beké, y el oprimido martiniqués. Creció cerca de Le Morne, un infierno natural salvaje donde se refugiaron y construyeron su nueva vida los cimarrones de la isla; zona marcada por un doble sello: el de la libertad y lo maravilloso-maléfico; zona donde el martiniqués es “hombre -planta”; zona donde el martiniqués es Etíope, o sea africano, según la denominación de los antiguos griegos; zona donde el martiniqués celebra el Bèlé, bailando y cantando por la tierra.
A los 27 años Suzanne , docente e intelectual con otros dos profesores y su esposo Aimé Césaire crean la revista cultural y literaria Tropiques, que integra una poesía revolucionaria, luchadora, comprometida, criticando la sociedad de tipo fascista impuesta por el Almirante Robert[i] en las Antillas y la muy cómoda literatura exótica “doudouiste”.[ii]
La joven Suzanne, amiga de André Breton y del artista cubano Wifredo Lam, ya estaba desplegando su propia mirada poética surrealista sobre la alienación histórico-social sufrida por el martiniqués, afirmando la honda necesidad de tragar la naturaleza para luego renacer: “la poesía será caníbal o no será”.
Su hija Ina la retrata en 2009: “… ansiosa de libertad, sensible a los dolores de todos los oprimidos, rebelde a cualquier injusticia, enamorada de literatura y apasionada por la historia (…) atenta a cada progreso relativo a la liberación de las mujeres...”
De1941a1945 salieron en Tropiques los siete “Escritos de disidencia” de la joven escritora y poetiza, en los cuales destruye a machetazos la desastrosa poesía “doudou” , una “literatura de azúcar y vainilla”, poblada de bellas mulatas que les gustaba y les convenía a los profesores coloniales .
Alaba y analiza con maestría la poesía surrealista de André Breton por ser la nueva y necesaria vía de una libertad artística y mental que permite borrar las “boberías coloniales” y las sórdidas antinomias blanco-negro , europeo-africano, civilizado-salvaje.
También analiza los tres motivos de la casi inexistencia de obras de arte auténticas del martiniqués en un ensayo titulado Malestar de una civilización: la brutal trasplantación en una tierra extranjera; la sumisión imprescindible a un sistema de civilización aún más extranjero que la nueva tierra tropical y “el gigantesco error” colectivo del martiniqués sobre su verdadera naturaleza: el negro libre asoció “liberación” con “asimilación”, lo que devino dramática confusión.
“Lo más grave es que el deseo de imitación, antaño reacción de defensa contra una sociedad opresiva —decía—, se volvió una temible fuerza secreta del inconsciente del martiniqués, ignorando así su verdadera naturaleza (de ‘hombre-planta’)”.
Suzanne acaba su ensayo afirmando: “Se trata de tomar consciencia del extraordinario amontonamiento de energías diversas que hemos encerrado en nosotros mismos hasta hoy (…). Esta tierra, la nuestra, sólo puede ser lo que nosotros queremos que sea”.
Los ensayos políticos y filosóficos pioneros con inspiración vegetal surrealista lírica en los cuales Suzanne llamaba a sus compatriotas al despertar cultural e identitario para que salieran de la sombra del “gran camuflaje” colonialista fueron olvidados hasta el año 2009, cuando la editorial francesa Le Seuil los publicó bajo el título El gran camuflaje. Escritos de disidencia.
Quizá lo anterior estimuló una interesante reflexión de la escritora martiniqueña Suzanne Dracius:
“Una de las terribles violencias que se ejercen contra las mujeres es la minimización de su papel y de su importancia en nuestra cultura y en nuestra historia. Suzanne Cézaire es una de las olvidadas. ¡Pero yo nunca la olvidaré!”
Por su parte, otra prestigiosa intelectual, Monique William, declaró emocionada tras reaparecer los escritos de su prima:
“Cuando leo sus textos la vuelvo a ver. Estoy con ella, está presente a mi lado. Es una felicidad y un orgullo ver que después de tanto tiempo ella está presente”.
Ina escribe en “Suzanne Césaire, mi madre”:
Mi madre,
hermosa como la llama de su pensamiento (…)
Dejando consumirse el humo azul de su cigarrillo inglés prohibido.
En aquellos tiempos, ninguna otra madre fumaba
Y ninguna otra madre leía Chekov tomando su cafecito por la mañana (….)
—Tu generación será la de las mujeres que eligen —me había dicho alguna vez.
Más allá del “árbol-camuflaje” estaba Suzanne la “mujer -planta”. Antes de Aimé, estaba Suzanne.
[i] Almirante Robert: Administrador en las Antillas de 1940 a 1943, impuso una sórdida represión en las islas, fiel al llamado “gobierno de Vichy” de Pétain que colaboró con el gobierno nazi alemán (1940-1944).
[ii] Literatura “doudou” o “doudouiste”: Apodo peyorativo dado por los surrealistas a la literatura y poesía de moda a principios del vigésimo siglo por difundir una imagen idílica y mentirosa de las colonias .Una “doudou” en francés era una mulata o negra de las islas .
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