A ritmo rastafario
Por: Ramón Torres
Cuenta la leyenda que Merelik,
hijo de Salomón y de Makeda (más conocida como la reina de Saba), hurtó de
Jerussalén el Arca de la Alianza, que según los textos bíblicos contenía las
Tablas de la Ley.
Se dice que el sagrado tesoro fue
llevado al antiguo territorio de Abisinia, hoy Etiopía, y que desde entonces se le venera como en los primeros tiempos.
Casi tres mil años después, el
dos de noviembre de 1930 resultó coronado Rey de Reyes de los etíopes Ras
Tafari Makonnen (Haile Selassie, tras asumir el imperio), quien, según se
presume, era el último “León de la casa de Judá”, el monarca número 225 en
ostentar el título de heredero de David.
Al otro lado del Atlántico
llegaron las resonancias del acontecimiento, y aunque Haie Selassie jamás
perteneció al movimiento rastafari que en su honor adoptó su nombre, sí se
convirtió —quizás sin proponérselo— en su líder espiritual.
En la década de los 60 del pasado
siglo XX, Selassie viajó Jamaica, lo cual generó apoteosis, pues el dictador
logró estimular con promesas a un grueso número de afrodescendientes que
pretendía retornar al continente de sus ancestros. Sin embargo, la iniciativa no
se materializó.
De cualquier modo, la visita del
emperador etíope contribuyó a elevar el sentimiento de hermandad afrocaribeño,
y la ideología “rasta”, que ya venía desde mucho antes, reverdeció con nuevos
bríos.
Contribuyó al proceso el hecho de
que en los años 70 de la misma centuria las maquinarias del mercado
transformaron en mercancía al cantante negro Bob Marley, a partir del cual
diseñaron el arquetipo del rastafari actual, cuya característica fundamental descansa
en el uso peculiar de largos mechones de pelo tejidos en trenzas, formando
cuerdas llamadas “dreadlocks”.
Como figura, Marley fue un
símbolo; su música, un himno. Lo que en principio se sustentaba solo en la
alabanza, tomó cuerpo luego de varias incorporaciones y arreglos. Así adquirió
el reggae una armonía y cadencia que
agradecieron otros públicos.
El género y se extendió por el
resto del Caribe, visibilizando una cultura sin marcha atrás. Su
posicionamiento ha generado otras variantes, incluso en zonas tan insospechadas
como los Estados Unidos, Europa y Japón. Ahora cristalizó el ritmo reggaetón,
su hijo bastardo, menos rastafari, pero arrasando también con su nueva impronta
por arrolladora, pegajosa y popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario